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Mostrando entradas de diciembre, 2013

Un país a nuestra imagen

Carlos Fajardo Publicado en L e monde diplomatique A Colombia le fue negada durante toda su historia, por las clases no dirigentes sino dominantes, dicha democracia. Han sido años duros, precarios, cuyo resultado es en este caso una enfermedad mental de cultura.  Desconocedores de un verdadero proyecto moderno, solo transmitido –y a veces– a cuentagotas por muy escasos gobernantes; ingenuos frente a los discursos neoconservadores y neoliberales de última hora; sumidos en la idiocia de adoctrinamientos exquisitos; propensos a aceptar nuestra tragedia como un destino cruel e inevitable; huérfanos de espacios para la realización ciudadana, los colombianos sobrevivimos entre la dicha y el azote, la alegría de una fugaz victoria nacional y las matanzas rutinarias.  Así es nuestra vida, así también nuestras múltiples muertes. ¡Ah país, la sangre que derramas, la pasión que no mereces! Artículo completo

Nuevo libro de Guillermo Pérez sobre el cine colombiano del siglo XX

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El arduo trabajo académico tiene sus frutos en la Universidad del Cauca. Sin tratar de meterme pues no es mi campo en las honduras filosóficas que permitirían hacer una crítica del libro de Guillermo Pérez la Rotta, es bienvenida su nueva obra sobre el cine colombiano. Por medio de la reflexión sobre películas del siglo XX como Confesiones a Laura, María Cano, Los viajes del viento, La estrategia del caracol entre otras, Guillermo Pérez escribe sobre el devenir histórico de la sociedad colombiana, buscando por medio del cine y la comunicación escrita, un aporte a la construcción de una práctica política participativa que se necesita con urgencia en el contexto actual de nuestro país. El libro que recientemente ha presentado se llama Cine colombiano: estética, modernidad y cultura de la Editorial Universidad del Cauca. Los imaginarios religiosos, la cultura y la violencia política, la literatura y el cine, la urbanización, son algunos de los capítulos del

La guerra a muerte (Una carta de Tomás Cipriano de Mosquera a su sobrino Julio Arboleda)

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Gonzalo Buenahora Agencia de Noticias Vieja Clío. Popayán, 1862. La guerra a muerte –como todos nuestros abonados lo saben y reconocen- ha franqueado rampante por innumerables páginas de nuestra historia. Por su puesto, se ejerció con generosidad durante la conquista. Y durante la última etapa de la así llamada Pax colonial (tal vez de las pocas vigencias temporales medio tranquilas), fue imposible no apelar a esa aterradora modalidad de guerra, sobre todo en lo que concernía y concierne al apaciguamiento de las periferias violentas como las tupidas selvas del Darién y los confines de Veragua, las provincias de Santa Marta (la nación de los Chimilas) y Rio de la Hacha (la nación de los Goajiros), los espesos bosques del Opón (la nación de los Yariguies), el país de los Motilones, y el extensísimo reino de los Andaquíes, donde indios virulentos ejercían a finales del siglo XVIII y ejercen todavía la brutalidad a discreción. Entre nuestros lectores es casi mítica la decl