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Costos de la crisis en Barcelona

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"El signo estampado sobre cada cuerpo y cada alma es el precio": Octavio Paz. R etorno a Barcelona después de 4 años y de haber vivido otros 4. La avalancha de turistas y la imposibilidad de sus dirigentes de darle otro cariz al turismo que no sea la incitación al consumo voraz, hizo crisis cuando los habitantes del barrio de la Barceloneta, vecino al mar, con callejas oscuras y frescas en el verano, salieron a las calles varias veces en protesta porque su barrio fue prácticamente invadido por el turismo masivo, ruidoso y de borrachera. Pero con la crisis económica que se vive, creo que será difícil encaminarse por otra opción.  Es el costo del capitalismo sin freno para una urbe cultural como Barcelona donde se trata de reducir lo público, hacerla rentable por los caminos más fáciles y que algunos llamaran éxito, pero que en realidad hace morir de inanición la vida de barrio, la convivencia, sus cafés tradicionales regentados por españoles y catalanes hoscos que ob

El mar y Joaquín Sorolla

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A trapar el espectáculo incesante de los colores y tonalidades de la mar bajo el sol, pintar el agua que pasa en un instante en el verano del Mediterráneo...Pintar ese paisaje multiforme y cambiante fue la pasión de la vida del español Joaquín Sorolla (1863-1923) que he visto hoy en la exposición de la Caixa Forum , en Barcelona.  La pasión por los colores del mar, pasajeros y fortuitos, hacían que su pincel y sus trazos se agilizaran cada vez más, haciendo que su pintura pasara rápidamente de la académica de sus inicios como artista, a los trazos vertiginosos para captar el agua marina bajo el sol que se levanta y cae y las sombras de colores que se deslizan desde sus figuras hacia el mar.  La pintura de Sorolla me ha permitido otra manera de mirar el paisaje marino, ya sea el tropical cuando me acerco a las playas del Pacífico colombiano o ecuatoriano o cuando me enamoro del mar de Ulises durante mi estancia en Tesalónica.

Crisis en la Crítica

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Samuel Vásquez, en LAO TRA , Revista de Poesía E n esta convención cartográfica que convenimos llamar Colombia la actividad crítica siempre ha sido anatemizada, y el conflicto, objeto de crítica, se transfiere al sujeto que lo señala. Así, en acomodada simplificación que mece nuestra infatigable siesta histórica, el conflicto no les parece otra cosa que la proyección de la mente de un ser conflictivo. En lugar de observar atenta y críticamente lo señalado, miran con desdén el dedo que señala: como han perdido toda fe en sí mismos (aunque lo nieguen) no pueden admitir la crítica; como han perdido toda razón vital (aunque lo disimulen emborrachándose) no hay espacio para la alegría. Del  «fracaso de las ideologías»  y el  « fin de la historia»  chupan el sustento para su astuta convocatoria a una boba unanimidad de salvación nacional. Con las mismas manos que aplauden el desuso de las ideologías, más fuertemente se aferran a la suya, refractaria no sólo a todo lo nuevo sino a

En las Nubes, de Ian McEwan

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¿Qué les parece estar metido en el cuerpo de un bebé de un año? Y abrir la boca para quejarse de algo y que solo salgan balbuceos? Y que en ese momento sofoquen los da..da..da y las ba..ba..e..ba con una cucharada de huevo tibio, y que entonces se sientan plenos y satisfechos por una sensación de bienestar por la huevidad que los ha invadido? Estaba acostumbrado a los dramas de la guerra y los enredos modernos de la sociedad inglesa de Ian McEwan en sus novelas , pero con la serie de metamorfosis que le ocurren a Peter, el héroe escolar de su novela En las Nubes,   he quedado asombrado tanto de la versatilidad como de la diversión que ofrecen sus páginas, porque, como pediatra que soy, el mundo de la infancia es más palpable y entendible no solo en los retazos inseguros de nuestra memoria de los primeros años.

Borges

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Borges Oscar Sakanamboy N ace en Buenos Aires en 1899 el poeta metafísico, el maestro lúcido y arbitrario a quien ofrendamos admiración. Miembro de una extraña sociedad secreta de sabios astrónomos, naturalistas, matemáticos, físicos y filólogos que exploran un planeta maravilloso y escéptico. Ese planeta que existe sólo porque alguien lo soñó. Al decir de M. R. Barnatan:   Un mundo de sombras intemporales que desde su eternidad nos dictan sus ritos, nos señalan nuestros espacios, signan al hombre que es sólo un destello tímido de todos los hombres encarnados en una Gran Sombra. Dioses que escriben la historia del universo con su caligrafía secreta, hombres que viven porque son los únicos espectadores de un suceso, sombras que copian el legado de otras sombras, elementos que se articulan minuciosamente para formar esa mitología de las tinieblas que Jorge Luis Borges ha construido, paciente, desde el instante en que perpetró sus primeras líneas hasta sus últimos poemas y n

Barba Jacob

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Gonzalo Buenahora Ecos de la Historia Agencia de Noticias Vieja Clío. Ciudad de México,   1942. Barba Jacob “Toda inquietud es vana/la desazón soporta -me está diciendo a voces un amigo interior-/El minuto es florido, sonoro y halagüeño/el corazón del campo te dará su vigor para entrar en el último sueño...” A yer, miércoles 14 de enero, en esta ciudad, Porfirio Barba Jacob, seudónimo del poeta colombiano Miguel Ángel Osorio, murió de tuberculosis. Había nacido en Santa Rosa de Osos, Antioquia, el 29 de julio de 1883. Hijo de Antonio María Osorio y Pastora Benítez, el hombre se crio con sus abuelos en el poblado antioqueño de Angostura y en 1895 inició sus andanzas por varias ciudades del país, siendo la causa de tal actitud el que su primera novela, “Virginia”, fuera incautada por el alcalde del pueblo por "inmoral". La obra se perdió. Hastiado de la pacatería y la doble moral de los colombianos, en 1907 comenzó sus interminables periplos por Centroamérica y