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El pecado de ser original. Una semblanza de Simón Rodríguez

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Una semblanza de Simón Rodríguez Eduardo Galeano       E n América Latina, las esta­tuas que faltan son casi tantas como las estatuas que sobran. Una de las que faltan, o por lo menos escasean, es la de don Simón Rodríguez , llamado “El loco”. Este personaje de la primera mitad del siglo X1X parece de la semana pasada. Por ser digno de tanta memoria, ha sido condenado al olvido el hombre que cometió el imperdonable pecado de ser ori­ginal. “Usted, maestro mío, me enseñó la libertad. Usted ha formado mi co­razón para lo grande y lo hermoso”, le escribió el otro Simón, Simón Bolívar. A fines del siglo XVIII, los dos Simones cabalgaban por la llanura venezolana. Antes de dormir bajo los árboles, don Simón tomaba la lección al jo­ven Bolívar. En 1797, en el puer­to de La Guayra, Bolívar  despidió a su maestro, que se marchó, disfrazado y con otro nombre, al exi­lio en Europa. La primera conjura por la independencia había fracasado y los amigos de don Simón se ba­lanceaban

Algo irreparable en las miradas

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A propósito de una visita a una exposición sobre la ciudad de Teotihuacán en Barcelona. Publicado en Expreso Suroriente , el magazin cultural que dirige Jaime Cárdenas. Mario Delgado Noguera L a época más floreciente de Teotihuacán ocurrió hace 1800 años. La metrópoli alcanzó una extensión de 22.5 km 2 . Las grandes deidades que regían la ciudad eran Quetzalcóatl, la serpiente emplumada y Tláloc, el dios de la lluvia y la fertilidad. Mantenía una gran actividad comercial que se extendía hasta más allá de la actual Guatemala. Asistí en Barcelona a una exposición sobre Teotihuacán, la ciudad de los dioses, que ilustra esta civilización a través de los aspectos más importantes de su cultura: la ideología, el poder y la jerarquía política, la arquitectura y el arte. Sendas serpientes emplumadas reciben al visitante con sus ojos pétreos. Luego el visitante se introduce en una serie bien elegida de objetos que demuestran la sofisticación de una civilización que dejó huellas

Celebración de las bodas de la razón y el corazón

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Calle Tercera, Popayán ¿ P ara qué escribe uno, si no es para juntar sus pedazos? Desde que entramos en la escuela o en la iglesia, la educación nos descuartiza: nos enseña a divorciar el alma del cuerpo y la razón del corazón. Sabios doctores han de ser los pescadores de la costa colombiana, que inventaron la palabra sentipensante para definir al lenguaje que dice la verdad. Eduardo Galeano