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Barba Jacob

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Gonzalo Buenahora Ecos de la Historia Agencia de Noticias Vieja Clío. Ciudad de México,   1942. Barba Jacob “Toda inquietud es vana/la desazón soporta -me está diciendo a voces un amigo interior-/El minuto es florido, sonoro y halagüeño/el corazón del campo te dará su vigor para entrar en el último sueño...” A yer, miércoles 14 de enero, en esta ciudad, Porfirio Barba Jacob, seudónimo del poeta colombiano Miguel Ángel Osorio, murió de tuberculosis. Había nacido en Santa Rosa de Osos, Antioquia, el 29 de julio de 1883. Hijo de Antonio María Osorio y Pastora Benítez, el hombre se crio con sus abuelos en el poblado antioqueño de Angostura y en 1895 inició sus andanzas por varias ciudades del país, siendo la causa de tal actitud el que su primera novela, “Virginia”, fuera incautada por el alcalde del pueblo por "inmoral". La obra se perdió. Hastiado de la pacatería y la doble moral de los colombianos, en 1907 comenzó sus interminables periplos por Centroamérica y

Censura republicana

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Ecos de la Historia Gonzalo Buenahora Agencia de Noticias Vieja Clío . Santafé de Bogotá, 1822. Censura republicana A yer, 13 de mayo, el general Francisco de Paula Santander , preocupado por el prestigio de la Iglesia Católica y congruente con su “lucha contra los impíos”, expidió un decreto que pone fuera de circulación los libros del italiano Pietro Aretino: “La vida privada de los Doce Césares” y “Los Placeres de Julia”, obras francamente escandalosas. También se conoció en este medio informativo que el futuro “Hombre de las Leyes” estudia la posibilidad de incluir en su particular “índice republicano” las obras del francés Carlos Francisco Dupuis : “La Filosofía de Venus”, La Teología portátil”, “El Cristianismo desenmascarado” y el “Origen de los Cultos” por considerar tales escritos libertinos, obscenos y contrarios a nuestras buenas costumbres y a la Santa Fe Católica.  Voltaire Pero es de subrayar que el régime

La guerra a muerte (Una carta de Tomás Cipriano de Mosquera a su sobrino Julio Arboleda)

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Gonzalo Buenahora Agencia de Noticias Vieja Clío. Popayán, 1862. La guerra a muerte –como todos nuestros abonados lo saben y reconocen- ha franqueado rampante por innumerables páginas de nuestra historia. Por su puesto, se ejerció con generosidad durante la conquista. Y durante la última etapa de la así llamada Pax colonial (tal vez de las pocas vigencias temporales medio tranquilas), fue imposible no apelar a esa aterradora modalidad de guerra, sobre todo en lo que concernía y concierne al apaciguamiento de las periferias violentas como las tupidas selvas del Darién y los confines de Veragua, las provincias de Santa Marta (la nación de los Chimilas) y Rio de la Hacha (la nación de los Goajiros), los espesos bosques del Opón (la nación de los Yariguies), el país de los Motilones, y el extensísimo reino de los Andaquíes, donde indios virulentos ejercían a finales del siglo XVIII y ejercen todavía la brutalidad a discreción. Entre nuestros lectores es casi mítica la decl