La casita del Colibrí
Mario Delgado Como lo había dicho sabiamente el botánico Richard Evans Schultes en 1937, al igual que los cristianos que absorben el espíritu de Dios por medio del pan y el vino sacramentales, los indígenas en América hacen lo mismo con sus plantas sagradas desde hace mucho tiempo. En 1990 asistí a un ritual con el San Pedro ( Trichocereus pachanoi ), una de las plantas sagradas del norte de los Andes. Lo hice en compañía de amigos en tiempo de verano en una casa donde el valle de Atriz termina y empieza a encañonarse el río Pasto en su destino hacia el Patía. Una casa pequeña con historias maravillosas de despertares. La llamábamos La casita del colibrí. Ésta fue mi experiencia, mi memoria y espejo. T odo estaba listo. La mesa en la esquina con la copa ritual y una serie de amuletos y cuarzos. La penumbra de las velas dominaba la habitación y un olor a eucalipto y al agua de varias hierbas se esparcía por los rincones. Las figuras abrigadas estaban i