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Yo viví el terremoto de Popayán: crónica de un sobreviviente

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Germán Mendoza El Universal, 31 de marzo de 2013 A las 8 horas 12 minutos y 5 segundos del 31 de marzo de 1983, un Jueves Santo que había sido precedido por tres días de calor inusitado y por un aguacero torrencial de dos horas la víspera, a los habitantes de Popayán nos estremeció un poderoso ruido de avión a propulsión, cercano y aterrador, seguido por un movimiento vertical repentino y breve, y luego otro movimiento horizontal más prolongado, hasta terminar en un impacto seco, como si dos enormes tractomulas se hubieran chocado de frente. Fueron 18 segundos interminables de un terremoto de 5.5 grados en la escala de Ritcher, que destruyó a Popayán hace 30 años. Según el Instituto Geofísico de los Andes, el epicentro del sismo fue ubicado a 46 kilómetros al suroeste de la ciudad y el hipocentro a 4 kilómetros de profundidad, y la energía liberada fue equivalente al estallido de 500 toneladas de TNT o a una explosión nuclear de 10 kilotones. Una mujer mira desconc

Homenaje, un relato de Jaime Cárdenas en tiempos de La Rueda

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Ja ime Cárdenas HOMENAJE A l a estación del tren llegó Rafael Maya vestido de gris, impecable con la gabardina colgando de un brazo y con una pequeña maleta repujada en cuero. Cuando el silbido anunció que el tren avanzaba en su destino y empezó lentamente a dejar la estación, del bolsillo interior sacó su pañuelo y sereno se despidió del Señor Tomás Maya, de la señora Laura de Maya y de algunos condiscípulos de la Universidad del Cauca. Atrás quedaba Popayán, con sus altos balcones y sus casas blancas, con sus noches diáfanas y sus atardeceres. La pequeña ciudad viviendo el hechizo de su propio tiempo que la hacía única e inolvidable. El tren avanzaba a la conquista de las montañas de los Andes. Atrás quedaba la ciudad blanca pero Rafael Maya siempre la  llevaría r consigo y a ella habría de volver en su memoria en el transcurso de su vasta obra y de su larga existencia. Un martes de abril de 1917 cuando caía la lluvia Rafael Maya llegó a la fría Santafé de Bogotá y