Homenaje, un relato de Jaime Cárdenas en tiempos de La Rueda



Jaime Cárdenas

HOMENAJE


A la estación del tren llegó Rafael Maya vestido de gris, impecable con la gabardina colgando de un brazo y con una pequeña maleta repujada en cuero. Cuando el silbido anunció que el tren avanzaba en su destino y empezó lentamente a dejar la estación, del bolsillo interior sacó su pañuelo y sereno se despidió del Señor Tomás Maya, de la señora Laura de Maya y de algunos condiscípulos de la Universidad del Cauca.

Atrás quedaba Popayán, con sus altos balcones y sus casas blancas, con sus noches diáfanas y sus atardeceres. La pequeña ciudad viviendo el hechizo de su propio tiempo que la hacía única e inolvidable. El tren avanzaba a la conquista de las montañas de los Andes. Atrás quedaba la ciudad blanca pero Rafael Maya siempre la llevaría r consigo y a ella habría de volver en su memoria en el transcurso de su vasta obra y de su larga existencia.

Un martes de abril de 1917 cuando caía la lluvia Rafael Maya llegó a la fría Santafé de Bogotá y sesenta y tres años allí viviría, asistiendo puntualmente a la misa de ocho los domingos, votando por el partido conservador, enseñando con denuedo y asistiendo fugazmente al Parlamento y por encima de todo, escribiendo una prolija y fecunda obra literaria ejemplo de austeridad e independencia, hasta un martes de julio de 1980 cuando falleció en la capital.

La noticia se supo de inmediato en Popayán. Francisco Lemos, director de El Liberal encargó al mono Mendoza una edición especial para el suplemento del domingo y enseguida empezó a escribir el editorial del miércoles en el cual lamentaba el luto de la ciudad y destacaba los valores literarios y morales del ilustre difunto.

El gobernador Genaro Bonilla se encontraba en el consejo de seguridad cuando se enteró de la noticia. Finalizando el acto se quedó pensando recordó que no conocía una letra del poeta, y no dudó en que el momento había que sortearlo lo que mejor pudiera. Oprimió el botón de su citófono y le dijo a su secretaria:

-        -Señorita, llámeme al rector de la universidad, ipso facto-.

El gobernador era dado a las sentencias del latín, las que a su juicio impriman más fuerza a sus decisiones. Decía: "voy a destituir a el Alcalde de Timbio, alea jacta est", y así por el estilo.

-      -Ahí está la llamada Doctor-.
- --Gracias-.
- Rafaelito, ¿Cómo vas, ya sabes lo de tu tocayo? ¡Que pérdida para el país, para nuestro terruño, para el Parnaso!-
-  -Sí. Ya sacamos la bandera a media asta y el decreto de honores está listo, pero hay que hacerle un homenaje. Rafaelito, encárgate de organizarlo, cuenta conmigo, ok?
- -Ya lo sé, ya lo sé. No te preocupes, habrá que ayudarte de caja menor, el presupuesto no resiste otro deceso, pero no te preocupes. ¿Qué tal que también le diera por morirse al maestro Negret?
-   -Víctor Mosquera no está para esos chistes, primero se muere Álvaro Pío.
-  Bueno, bueno… lo importante ahora es el homenaje y que todos quedemos bien. Otra cosa, aprovecho para decírtelo, fui a la facultad de Artes y vi a un zambo dictando clase con afro, collar, mochila y sandalias, en el curso todo el mundo hablaba y el otro feliz, muerto de risa, riendo a carcajadas no sé de qué diablos. Creo que su apellido es Tello.
- ¿Y por qué para ser artista tiene que andar así? Chay, ponle orden al alma mater, orden est orden.
-  Te entiendo...
- La libertad de cátedra no puede ser libertinaje….discutimos luego, te dejo, me avisan que llegaron los guambianos. Ah, me olvidaba lo más importante: ni se te vaya a ocurrir ponerme en discursos, mi fuerte son los ditirambos, no las elegías.
-  Pasa por el club. Chao.

El doctor Rafael Rivas era un académico notable, jurista, políglota, amante del fútbol y ocasional bohemio. Cuando estaba con algunas copas recordaba a Paco Ibáñez, a quién había conocido en París  al igual que a Althusser. Su llegada a la rectoría era el fruto de sus propios méritos. Años atrás lo acompañaba en su estudio un gran cuadro de Trotsky en el que aparece al frente del Ejército Rojo, después el afiche de Galán ocupó su lugar.

Cuando terminó de hablar con el gobernador se quedó con el auricular en la mano pensando en una muchacha guambiana que en sus mocedades le había negado su amor, una leve muchacha en la que acaso no estaban el oro y la suavidad pero si el bronce y la picardía.

El sonido intermitente del teléfono se reiteró en sus oídos, entonces el rector volvió a su agenda y escribió:

HOMENAJE a  R.M.                                                            E.            G.        ++++++++++-
P.S*                                                                                       J.C.L                  .+o


Vino luego una serie de círculos y signos, por fin se decidió.

-Por favor María José-, le dijo a su asistente académica-, pregúntele a la señorita Simons si puede  venir un momento a hablar conmigo.

Paola Simons resulto ser la elegida por el rector para organizar el homenaje al poeta Maya. Era una acertada elección. Reunía los atributos para acaudillar tan sentido acto. Se trataba de una aventajada estudiante de literatura, con muy buenas relaciones en la universidad y fuera de ella. Tenía el don de asimilar la ocasión y sabia adaptarse con espontaneidad a las circunstancias, así podía perfectamente hablar de modas en el selecto club Popayán con sus otra compañeras del exclusivo colegio de las Josefinas o quedarse leyendo poesía con un poeta varado de La Rueda. Además, era clara y esbelta, hermosa, tanto que su tía Rosita Arroyo y Chaux cuando la vio despuntar en la flor de la adolescencia lanzó un vaticinio: Esta culimba va a ser reina de belleza, augurio que infelizmente no se cumplió.

Paola Simons fue puntual y diligente en la tarea encomendada. Encargó una placa para ser descubierta en la casa donde viera la luz el poeta y un busto a ser erigido en el auditorio de la facultad de Humanidades que llevaría su nombre. También organizó un encuentro de poesía con poetas de renombre nacional al que si invitaron algunos poetas de la ciudad.

Placa, busto y poetas estuvieron listos el día señalado para el homenaje. Quedaba atrás un mes de intenso trabajo en grupo. Paola convocó a un grupo de colaboradores que cumplieron eficazmente su papel. Se trataba de jóvenes que tenía afinidades: pasión por la literatura, el cine y la noche.


La musa llega a los poetas de Popayán en la gran pintura de Efraín Martínez.
 Paraninfo de la Universidad del Cauca



Germán, periodista de El Liberal, Marcela, gacela con la máquina de escribir, Tololón, joven abogado con raigambre de la base, único en hacer afiches, Mario, estudiante de Medicina, manejó con arte los recursos, Luisa Fernanda, poetista, en el frente de las relaciones con Liliana; Cristóbal, amante de la arqueología y puntero derecho, planificó minuciosamente el homenaje, Patricia, tradujo las memorias del encuentro, Juan Carlos, con visión futurista, y María Soledad, apasionada estudiante de periodismo, trasmitieron el evento para la radio-revista Bitácora.

Dejaron para la posteridad una foto en blanco y negro en la que aparecen bajo el pórtico del Paraninfo, junto a la señorita Simons. Al pie colocaron sus nombres de guerra: Camarón, La Pequebú, Cleopatra, Ricardo León, Plutarquín, La Jirafa, Turbay, Mujer Maravilla, Primera Dama, El Timonel, Sonia Braga.

A la hora prevista se colocó la placa y se descubrió el busto. El escritor y jurista Fernando Solarte Lindo leyó un discurso para un público expectante y heterogéneo que colmaba el auditorio en el que exaltó la vida y la obra del vate payanés, destacando su austeridad y vigencia y su dedicación a la investigación de nuestra literatura que dejaba un inventario de 118 títulos publicados de autores nacionales. Resaltó el aporte de la obra crítica de Maya iluminando caminos y finalizó diciendo que la inteligencia de Maya brilló incluso en París  donde fue conferencista; que su respeto y conocimiento de la palabra le daba un lugar perenne en nuestras letras.

Acto seguido, vinieron los poetas. Giovanni Quessep empezó con el extraordinario poema "En su ala profunda":

La hoja seca suena
Con el rumor
 De las praderas antiguas.
¿Quién sabe qué países
no conocemos,
que cielos no oímos
en su ala profunda?
La hoja seca se mueve
de nuestras manos
a nuestra alma:
Caemos en su red de sortilegios.
Y escuchamos el canto
Del hada de ojos de terciopelo,
o vemos  a la muerte
de pie en el umbral de nuestra casa,
en el umbral de ciprés
donde nos visten de reyes
 con una túnica
y un centro de palo
y nos azotan con ortigas
y nos coronan de flores moradas.
La hoja seca vuela
Con esa música
de las praderas antiguas
que veremos un día
bajo el rumor del alba o la noche

Leyó Quessep otros poemas del libro Canto del Extranjero. Al poeta Roca le correspondió el turno, del Libro Luna de Ciegos empezó leyendo Presagio:

Habitante de estaciones rumorosas, nunca
Olvide la memoria de mis pasos:
Manglares lluviosos poblados de aletajes (En sus orillas
La flor del baile abierta a la noche)
El aire amotinado por el aroma de los mangos
O el estridente olor de los crustáceos,
El ronroneo de los trenes y señoritas vestidas
De blanco comiendo pasteles de hojaldre.
La eternidad de la planicie,
La eternidad, la eterna nulidad de los viajantes.
Yo recuerdo la axila escandalosa de la negra,
Las prolongadas lecturas de la selva y un libro
Abierto en la palabra viento.
Yo, extranjero en mi pellejo, pobre rey en cuarentena,
Habitante de un cuerpo en litigio, en las canteras del sueño
 (Ahora que mi corazón llama a su tribu y damos
Al invasor un postre de curare)
Escucho este claro presagio: mañana vendrán
Los oscuros visitantes.

De María Mercedes Carranza, altiva voz esa noche, nos queda en la memoria el poema El corazón:

40 años han dejado nudos y sospechas
y un cielo turbio donde envejecen sin remedio
el sol, la dicha y las palabras.
Lo cruzan calles ahora sin olores ni mediodías;
A veces el esplendor de un nombre
se pudre como saliva o como flor.
Ausencias y desamores son raíces secas,
ya sin rabia ni belleza.
Ha hecho suyas algunas cosas muertas:
Las risas, las caricias y las cenizas de una tarde,
El sabor del domingo a los 10 años,
ciertos versos celestinos y necesarios,
algunos cuerpos usados con ternura.
Allí el futuro está de sobra
como el polvo en los muebles de la casa
y solo una certidumbre sobrevive:
El deseo incancelable de estar siempre en otra parte.
Una lluvia bogotana, leve y gris, cae sin parar.
Cementerio de sueños, pobre corazón,
Nada inmortal lo habita.

La primera sesión poética se cerró con la lectura de Felipito García, niño de doce años y precoz valor literario de Popayán, quien andando el tiempo honraría la herencia de su maestro, el que leyó un poema a la mamá que entusiasmo a todos los presentes, incluidos a amplios conocedores de la literatura como Guido Enríquez y Eduardo Gómez. Por desgracia el poema se extravió en el vasto salón en medio de aplausos y autógrafos, como si se tratara del barco de Silva, sin embargo, los arqueólogos de la poética lo rescatarán algún día para solaz de los amantes de la poesía y de las mamás.

Yo amo la noche sin estrellas altas/ la noche en que la brumosa ciudad cruzada de cordajes/ me es una grande/ dócil guitarra.

Y nos fuimos a la noche, dejamos el ámbito de limpieza que nos dio la poesía a la sombra tutelar de Rafael Maya, en ese recinto donde la palabra congregó como un viejo fuego, tejiendo lazos de fraternidad. Avanzamos por la ciudad blanca asombrados de su belleza, rastreando un aire cálido que alimentaba el alma, viendo la luna que había crecido detrás de Puracé, caminando en contravía de la costumbre que sepultaba la vida, desafiando con nuestra juventud la muerte y el silencio. Y llegamos a la noche y la sentimos inagotable como un antiguo vino. Fuimos sangre joven, rebeldía pura, libertad. Y fue la poesía y fue la noche.

Cuando dejé el recital me detuve frente a las ventanas callejeras de perros calientes que quedan a la salida del Teatro Anarkos, desde ahí vi al combo de organizadores y a los poetas que entraban al hotel, al Monasterio. Me comí un perro caliente y mire los anuncios del cineclub Alfa que tenía para el sábado una cinta de Bergman y West Side Story. Después me fui para el parque, que los de La Rueda iban a leer poesía y a cantar, yo había estado en esas rumbas, así que me compré una botella de vino donde Carevieja y me fui caminando despacio, animado.

A mí el Nieztche me encargó un vino loco de la vinera de Torres. Salí de la clase de lógica de Palau y fui por el vino, lo lleve al parque a las nueve de la noche. Pase dos horas disfrutando de la poesía y de la música, el tiempo justo que duro el vino, después me vine.

Montilla fue uno de los primeros en llegar, llevo la guitarra y el charango que los tocaba con virtuosismo. Con el llego Juancho otro músico de calidad.

-  Este huayno tiene siglos, Juancho-.
- Coño, éso no lo toco yo, en la cota no se oye eso-.

Sonó el huayno y el parque empezó a poblarse, luego vino Juancho con Lucía de Serrat, inimitable.

Sin más preámbulos un poeta de origen ruso, Sakananboy leyó un poema a Popayán:

No sé qué arcano escondes
Bajo la tibia humedad de tu silueta
No sé qué embrujo seductor posee
El silencio blanco de tus muros
Algo de mí se queda amarrado
En los arreboles infinitos de la tarde
Mas no sé qué arcano escondes callada
Que imán me liga a tu tierra
Pues cada día que en ti paso
Echo raíces de Ceiba.

Y llegaron más poetas, más canciones y un paréntesis la proclama de las poetas menores, los de la Rueda:

No somos los libertadores del mundo encaramados en caballos galopantes, no tenemos la verdad encerrada en nuestras voces, no somos los únicos que podemos usar el verso y la palabra, no encontramos muchas veces la existencia de las cosas porque se nos queda algo en ellas, no tenemos la noción de las palabras con si silencio inmortal por que las voces deben resonar tranquilamente, no somos reyes coronados por que no inventamos desfiles en palacios irreales,  no hemos andado todos los caminos donde tal vez nuestra presencia servirá, no somos el espejo alegre de la gente, ni la encarnación perfecta de su vida porque eso no es cosa de nosotros, no somos los mejores ni más queridos ejemplares de la especie y no permitimos que nos juzguen quienes no nos oyen, no creemos en las vidas mentirosas ni en el ocio que con tanta frecuencia nos presenta, somos hombres que tejen sus tejidos con gran dificultad ante la vida, tenemos odio a veces y amor a manos llenas para quien quiera beber de su cargada fuente, amamos lo intentos desesperados que el mirlo hace para escaparse y creemos que la vida nos necesita.

Mientras uno de los poetas de La Rueda leía su manifiesto, Alvaro Pio Valencia pasó por coincidencia por el parque y se detuvo a escucharlo. Terminada la lectura felicito al grupo, cito a Whitman y recordó que los caminos de la juventud que construye conducen necesariamente a la rebeldía y a la aventura.


Rafael Albán, Bernardo Molina, Germán Mendoza, Cristóbal Gnecco, Gonzalo Buenahora



Yo estuve en la peña de La Rueda, había poetas, músicos, teatreros, gente de Humanidades, poetas que habían llegado al recital, estaban sentados en la banco que da al Banco del Estado, vi que un tipo paso viéndonos mal, no le dimos importancia, alguien dijo que era un tira, del F-2, lo cierto, es que seguí charlando con Walter Tello, buen conversador y excelente pintor, no sé por qué volví la vista y me di cuenta que el tipo que le hablo subió a un árbol y se quedó allá, en medio de la ramas, no bajo, me pareció extraño.

- Está vigilándonos- advirtió Lucho Calderón.
Creo que fue el quien hizo esta observación o Juan Cajas.
 
Entonces Walter dijo:

- Este decidido, hay que ajusticiarlo-.

Y se quitó la camisa y se la amarró la cabeza y dijo que se iba de safari. Lo siguieron unos diez amigos del teatro del Instituto de Cultura de Popayán que ya estaban un poco copos. Dieron una vuelta alrededor del Parque Caldas, caminaban haciendo los movimientos sigilosos que hacían los exploradores y que veíamos en las películas de Tarzán; uno llevaba un tambor y todos hacían sonidos como en una danza africana primitiva. Siguieron el sendero que llevaba al árbol donde estaba trepado el tira, le dieron la vuelta y el jefe de la expedición dió la orden de alto, indicó con el dedo la copa del árbol y volvió a ordenar: apunten, disparen, fuego, pum-pum-pum, todos descargaron sus escopetas imaginarias y enseguida se acercaron al sitio donde se suponía había caído la presa. El que estaba más cerca se tapaba la nariz y finalmente fue hasta el árbol, dobló su espalda e hizo los gestos de quién vomita, los otros se acercaron también a la presa y se taparon la nariz, alguien hizo como si esparcía un saumerio. Levantaron la presa y regresaron con ella en la red cargándola con maderos. Apenas dieron la espalda el tipo se bajó y se fue presuroso, casi corriendo, cogió por la Calle del Reloj hacia abajo. Les dimos recibimiento de héroes a los expedicionarios. Debió haberse llevado un buen susto nuestro Sherlock criollo.

Popayán, 18 de agosto de 1.980

Cr. (r)
IGIDIO CANENCIO
DIRECTOR DEL DAS
POPAYAN
_________________
Ref: Misión S. M-19-U. del Cauca-

Con el mayor respeto me permito informar a usted que la misión de trabajo M-19.- U. del C. dio resultados negativos.
Pude comprobar que eran estudiantes de la Universidad del Cauca pero su reunión no era de subversión.
Parecían más bien enmariguanados, los dirigía un tipo como hippie o sicodélico. Continuare atento a cualquier movimiento sospechoso. Sin más novedad.

Atte.

Segundo Roberto Samboni Rosero.

Agente S .2387.

Llegué pasadas las diez por que tenía un turno en el hospital, así que andaba con el fonendo en el bolsillo que a la postre de algo sirvió, fui porque Sakananvoy, compañero en la facultad, me había invitado, y porque siempre me ha gustado la literatura y además quería subirme un poco.

Tenaz la rumba. Recuerdo una circunstancia en la que intervine indirectamente. Estaba sentado hablando de Pushkin con Sakananvoy – al fondo Paloma cantaba Gracias a la vida, cerca empecé a escuchar una discusión que a veces parecía seria otras en broma y en ocasiones francamente no la entendía. Venía de una banca del interior del parque, de las que dan al Sabio Caldas. Había un mancito, Manuel creo que es su nombre, se decía poeta erotico-concretista y recitaba:

Tu pubis a la ene
Orgasmo en el mundo de Hesember
Novas, supernovas y pulseras
Oh, oh, oh.

El contertulio, quien estaba con Manuel y al que se le conocía como Ho-Chi-Min, sacó un fajo de poemas de su bolsillo trasero, el de la izquierda, y dijo:

- Del libro veinte, perdón, treinta poemas a la lucha sin cuartel-.
- A la beba sin cuartel, puro panfleto- interrumpió Manuel.
-  A la compañera Tania una oda proletaria. 

Y le dijo Ho-Chi:

Eres toda sangre
vestida de fusiles
tienes rojos los labios
cintura de aire roto
pies de hueso cantando
para todo camino
en tus manos hay dedos
ampolladas de tiempo
y en tus ojos suspiros
que luego se extrovierten
al compás de fusiles
y metrallas
- 
Siervo del stanlinismo.
-Trotskista de la cuarta Internacional línea Espartaco-Posadista, desde los tiempos de la Universidad Santiago de Cali, hasta la revolución permanente. E punto, corrigió Ho-Chi.

- El único poder es el del orgasmo- decía Manuel.

- Mientes cual vil elefante

Y así seguían discutiendo; solo interrumpieron la polémica cuando el profesor Iván intervino:
- Ni lo uno ni lo otro, creo que únicamente el análisis intertextual, la psicolingüística y la sociolingüística pueden aclarar sus diferencias.

En ese momento también aprovechó Tololón para dar su opinión:

- Se trata de una contradicción en el seno del pueblo, Mao lo planteo claramente en el foro de Yenan sobre Arte y Literatura, Ediciones en Lenguas Extranjeras, segundo tomo.

Y otro profesor, del Liceo Ulloa, también salió a la palestra:

- ¡Qué! Maestros, el ser no es dialéctico sino metafísico y la nada es real y no ilusoria. El ser y la nada: That´s the qustion. ¡Bebamos!

- Eso es falso, es oportunismo de todo pelaje- dijo el paisa Jaramillo.

Los protagonistas del debate no pararon bolas a estas penetrantes observaciones y siguieron la controversia en la línea anotada. Entretanto muy cerca de ellos, en una banca contigua se había sentado en el primer travesaño del respaldar un pintor pequeño y bastante alegre al que le decían Cañitas. Cañitas estaba un poco mareado, se reía e intervenía a favor de los contrincantes, a cada argumento, a cada salida concluía:

-  Así es, así es.

Y se reía estruendosamente. En algún recodo de la polémica Manuel recrimino a Ho-Chi:

- ¿De manera que yo soy el monstruo de los mangones, un perfecto idiota, que el erotoconcretismo no vale nada?

- Así es, así es- se apresuró a responder Cañitas.

En esta oportunidad no tuvo tiempo de reírse por que un poderoso jab de izquierda de Manuel lo derribó de su pedestal y fue a caer junto a una ceiba.

- ¡Se muere Cañitas!- gritó una muchacha que después supe era la poetista Hilda.

Con Sakanamvoy lo levantamos y lo recostamos sobre el césped, tomamos su presión, apenas alta, y el pulso, estaba bien, pero el muchacho no reaccionaba. Alguien sugirió la ambulancia. No fue necesario, bastó que le diera a beber vino a Cañitas para que reviviera sin mayores traumatismos.

Estábamos en el parque de la Republica con la mona Vicky, Hugo, Patricia, Richi, torcimos, el viento trajo música, cruzamos por Humanidades, caminamos hacia el Parque Caldas, que larga se nos hizo esa calle, que blanca vimos a Popayán y que energía tenia. Llegamos al parque justo cuando llegaba el poeta Tito Ze, en su poderosa Harley 500, con sus volantines. El poeta Tito tenía el pelo largo casi en los hombros y una faja india en la frente. Hablo de Keourac, del profeta Gonzalo, no se bajó sino que desde la moto leyó sus poemas, no olvido uno en particular:

Hemos dejado de vernos
de querernos
y tal vez hasta de amarnos
pero el amor sigue ahí
aunque tratemos de olvidarlo.

Saliendo de dictar antropología urbana pasé por el parque, estaban en una danza de gran sincretismo y plasticidad. Fernando Trybil y Marcela vibraban aportando su raigambre indígena en la línea de los Calimas y los Paeces y Edelmira por su parte volcaba todo de sí con el componente afro, muy seguramente Fanti-Ashanti. La identidad cultural pasa hoy por la interlocución de los países culturales que conforman el mapa cultural de nuestro país. Por eso el simbolismo de una danza como la que presencie, en un encuentro multiétnico paradigmático. No demoré por compromisos académicos al día siguiente.


Antiguo Parque Caldas y la Torre del Reloj

A ver si hay gringos que ando pailo me dije, me tiro una verónica por el Monasterio y si hay monos hay cámaras, corono o les doy en la cabeza comprándoles perica, pero me quede en el parque con una galladisima de rumba y hasta de rima, había vino loco, cuervos a la lata y caballos, claro. Me encontré con El Ratica, La Monja, estaban también vieja Janeth, el viejo Carlos Ángel, Tiemblas, Metorro, un zancudo, unas hembritas de full parche que las había pillado en el Play Boy; ahí pillé también al Chancaquita y al viejo Loyer, abogado de la pipol del Alfonso, Los Hoyos y La María, llave de Aurita la traidora y de los Tovas, nos pusimos a botar corriente y a ver a esas pintas. Ya me trasqué y de ínfilis me baje a meterme en el sobre.

Cerca de la medianoche se afino el son, Miguelito Matamoros, Carlos Puebla, Portabales, Los Guaracheros y soneros varios a la manera del combo musical que la noche improvisó.

Se alzó la luna, la luna estaba llena y grande, el parque era azul y blanco, parecía un valle lunar, fosforescente , había mucha energía, vino un breve silencio y después se escuchó Angie y Hotel California y un tiempo circular ocupo la noche de la rueda y desde La Rueda Lola leyó:

Sueño en las noches blancas
Montada en un corcel   
Deseada y mirada
Soy la flor de la mariposa
La vertiente de agua clara
El sueño mismo
Llego a ti y no regreso
Agua clara.

Lola, Lola bacana, Lola Copacabana, Lola que nos dejaste huérfanos, devuélvenos la luna, la juventud, la libertad, los sueños, seguimos tu rastro maga de la noche, de mis noches sin fortuna como diría Andrés Caicedo, te buscamos en el puente, en los balcones, en los andamios de Silvia, en el jardín del cielo, Lola nadie ha muerto, no estamos viejos, dame tu mano amiga, déjame mirarte otra vez, escúchanos señora del silencio, escucha:

The wild and windy night that rain washed away/Has left a pool of tears crying for the day/ why leave me standing here/ let me know the way/, Many times I´ve been alone and many times I´ve cried/anyway you´ll never know the many ways I´ve tried/ But Still they lead me back, to the long, winding road.

Era un final de tarde como los que se ven en Popayán, cuando empezó la segunda y última sesión del homenaje a Maya. Más público, autoridades departamentales y municipales en los puestos de adelante, poetas mayores, menores, profesores y estudiantes, uno que otro extraterrestre en las sillas posteriores. Paola Simons dio las gracias a los presentes, a los invitados a los que contribuyeron a este justo homenaje al poeta Rafael Maya quien junto con Guillermo Valencia constituye la constelación más alta de nuestra poética, al señor Gobernador, al Señor Rector….

El poeta Guillermo Martínez quien la noche anterior en el manifiesto de medianoche había lanzado la consigna poesía o muerte, en esta tarde fue ya poeta:

El niño aquel
Todo entrega ante el mundo
Y todo jinete del viento
El niño aquel
Toda conversación de mariposas
Toda ilusión de pájaros
Y asombro ante la muchacha
Que se peina por siempre ante el espejo
Mientras canta una canción
No quiero que se vaya de mi lado
No quiero que se pierda de mis sueños
No quiero que se muera
Con los oficios del hombre.

Carlos Fajardo por su parte, había tomado la alternativa en la noche de La Rueda, un poco afónico por la vastedad de la obra leída en el parque siguió en turno:

Recuerdos de un jardín
En el patio trasero de la casa
Con flores moradas y geranios
La típica silueta de la mamá regando las plantas
Hablando con ellas como si de nosotros se tratara.
Jardín de la infancia perseguida
Una voz te escucha, solemne, sola,
Desde esta otra orilla.

Finalmente vino el poeta Arias:

A pesar del trabajo
Y las buenas intenciones
De la mano dócil y la constancia
El culo de Cecilia nunca fue mío
Lamentable, lamentable, lamentable.

Estábamos un poco enguayabados, por eso el poema contribuyó a despertarnos, y nos volvimos a mirar, ubicándonos. Ahí vino el siguiente de Arias:

Hijueputas, malparidos.
En los meses de septiembre y octubre
El hombre que vende piña picada a peso
Por el mal tiempo no saca su carrito
Maldice su suerte
Disparando palabras de grueso calibre
Torpemente pronunciadas
En parte echándole la culpa a la lluvia
En parte
Al que le caiga el guante
Que se lo chante.

Se produjo un silencio absoluto, total, eran segundos en los cuales cada cual asimilaba la artillería pesada a su manera. Se levantó el presidente del Tribunal y como imanados lo hicieron los demás presentes de planeta que al punto abandonaron el recinto. Paola Simons quiso volver a agradecer pero fue inútil. El Gobernador temblando de rabia se acercó al Rector:
-  
Doctor Rivas, exijo una explicación. ¡ipso facto!

-  El rector enmudecido, reponiéndose llamó a Paola Simons.

-  Señorita Simons, ¿Qué entiende usted por poesía?

-  Hay en la poesía contemporánea ciertas vanguardias experimen…

-  ¡Que vanguardias ni que ocho cuartos!- gritó el gobernador-. Sólo a ustedes se les ocurre invitar poetas de quien sabe dónde. Bastaban el busto y la placa. Poetas, poetas, ab uno disce omnes…El lunes hago la transferencia de los gastos, ¿Escucho señor rector?

Y el gobernador salió dando un portazo.


El poeta Arias llegó al hotel y no pudo pasar de la recepción. El portero le entregó la maleta y no le dejo utilizar el baño auxiliar. Arias exteriorizó su voluntad de volver inmediatamente a Cali. Lo acompañamos hasta la estación. Estuvimos en un café del barrio Bolívar en silencio, ensimismados, fumando y viendo caer la lluvia, una lluvia resignada y triste que nos llegaba al alma. Al fondo vimos las ruinas de la estación del tren. 63 años atrás, Rafael Maya allí había subido al tren con rumbo definitivo a la poesía.

PD: Homenaje se publicó como relato en el libro de Jaime Cárdenas, El nuevo rumor de los trigales

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