Algo irreparable en las miradas


A propósito de una visita a una exposición sobre la ciudad de Teotihuacán en Barcelona. Publicado en Expreso Suroriente, el magazin cultural que dirige Jaime Cárdenas.




Mario Delgado Noguera

La época más floreciente de Teotihuacán ocurrió hace 1800 años. La metrópoli alcanzó una extensión de 22.5 km2. Las grandes deidades que regían la ciudad eran Quetzalcóatl, la serpiente emplumada y Tláloc, el dios de la lluvia y la fertilidad. Mantenía una gran actividad comercial que se extendía hasta más allá de la actual Guatemala.

Asistí en Barcelona a una exposición sobre Teotihuacán, la ciudad de los dioses, que ilustra esta civilización a través de los aspectos más importantes de su cultura: la ideología, el poder y la jerarquía política, la arquitectura y el arte. Sendas serpientes emplumadas reciben al visitante con sus ojos pétreos. Luego el visitante se introduce en una serie bien elegida de objetos que demuestran la sofisticación de una civilización que dejó huellas de largo aliento.

Pero las casi 400 piezas arqueológicas me cuestionan y me llenan de preguntas. ¿Por qué no me impresiona la estética de las civilizaciones americanas como lo haría una exposición del impresionismo por ejemplo? ¿Por qué esos objetos rituales y cotidianos de una cultura del mismo continente donde crecí y habito son tan extraños para mí? Cuando visité aquello que nos dejó la cultura agustiniana y cuando me recreo con las fotografías de sus esculturas inicialmente tuve la misma emoción. Sólo después de una experiencia con el San Pedro entendí el águila y la serpiente de mis ensueños.

Schultes
No es difícil pensar que una educación usurpadora dentro de la cultura cristiana acostumbró mi mirar al arte occidental hasta hacerme impermeable a nuestras estéticas, hasta transformarme en un extraño en mi propio continente. El etnobotánico Schultes, que estuvo en Colombia en la década de los 40, decía que para los indios las ideas mágicas y místicas hacían parte de la estructura misma de su pensamiento y por lo tanto su ordenamiento del mundo era fundamentalmente diferente. De esta manera, por ejemplo, en Sibundoy, Putumayo, Schultes cayó en cuenta que para ellos el cielo es verde y la selva azul y que sabían mucho más de la selva y sus plantas haciendo que él, un científico formado en Harvard, se sintiera como un principiante ante el refinamiento de su conocimiento.

Eduardo Galeano decía descarnadamente que para que ignoremos lo que podemos ser –yo añadiría sentir- se nos oculta y miente lo que fuimos. Sin una memoria nos miramos en un espejo falso. Atrapados en un moldeamiento de interpretación impuesto, adoctrinados por una educación que busca legitimar el despojo de la conquista y el pensamiento peninsular dominado por una iglesia caduca y decadente, pero aún poderosa, la exposición de Teotihuacán me conmueve por lo irreparable de muchas de nuestras miradas.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Reseña histórica del cerro de las Tres Cruces de Popayán

Dos poemas de Enrique Buenaventura

De Federico García Lorca, un fragmento de Poeta en Nueva York

Los cafés de Popayán y de mis viajes