Algo irreparable en las miradas
A propósito de una visita a una exposición sobre la ciudad de Teotihuacán en Barcelona. Publicado en Expreso Suroriente, el magazin cultural que dirige Jaime Cárdenas.
Mario Delgado Noguera
La época más floreciente de Teotihuacán ocurrió hace 1800 años. La metrópoli alcanzó una extensión de 22.5 km2. Las grandes deidades que regían la ciudad eran Quetzalcóatl, la serpiente emplumada y Tláloc, el dios de la lluvia y la fertilidad. Mantenía una gran actividad comercial que se extendía hasta más allá de la actual Guatemala.
Asistí en Barcelona a una exposición sobre Teotihuacán, la ciudad de los dioses, que ilustra esta civilización a través de los aspectos más importantes de su cultura: la ideología, el poder y la jerarquía política, la arquitectura y el arte. Sendas serpientes emplumadas reciben al visitante con sus ojos pétreos. Luego el visitante se introduce en una serie bien elegida de objetos que demuestran la sofisticación de una civilización que dejó huellas de largo aliento.
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Schultes |
Eduardo Galeano decía descarnadamente que para que ignoremos lo que podemos ser –yo añadiría sentir- se nos oculta y miente lo que fuimos. Sin una memoria nos miramos en un espejo falso. Atrapados en un moldeamiento de interpretación impuesto, adoctrinados por una educación que busca legitimar el despojo de la conquista y el pensamiento peninsular dominado por una iglesia caduca y decadente, pero aún poderosa, la exposición de Teotihuacán me conmueve por lo irreparable de muchas de nuestras miradas.
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