Costos de la crisis en Barcelona
"El signo estampado sobre cada cuerpo y cada alma es el precio": Octavio Paz.
Retorno a Barcelona después de 4 años y de haber vivido otros 4. La avalancha de turistas y la imposibilidad de sus dirigentes de darle otro cariz al turismo que no sea la incitación al consumo voraz, hizo crisis cuando los habitantes del barrio de la Barceloneta, vecino al mar, con callejas oscuras y frescas en el verano, salieron a las calles varias veces en protesta porque su barrio fue prácticamente invadido por el turismo masivo, ruidoso y de borrachera. Pero con la crisis económica que se vive, creo que será difícil encaminarse por otra opción.
Es el costo del capitalismo sin freno para una urbe cultural como Barcelona donde se trata de reducir lo público, hacerla rentable por los caminos más fáciles y que algunos llamaran éxito, pero que en realidad hace morir de inanición la vida de barrio, la convivencia, sus cafés tradicionales regentados por españoles y catalanes hoscos que observé en un pasado cercano. Una visión más dramática y zombie de estos cambios la encontré en el artículo de Carolina Sanín en la revista Arcadia.
Retorno a Barcelona después de 4 años y de haber vivido otros 4. La avalancha de turistas y la imposibilidad de sus dirigentes de darle otro cariz al turismo que no sea la incitación al consumo voraz, hizo crisis cuando los habitantes del barrio de la Barceloneta, vecino al mar, con callejas oscuras y frescas en el verano, salieron a las calles varias veces en protesta porque su barrio fue prácticamente invadido por el turismo masivo, ruidoso y de borrachera. Pero con la crisis económica que se vive, creo que será difícil encaminarse por otra opción.
Es el costo del capitalismo sin freno para una urbe cultural como Barcelona donde se trata de reducir lo público, hacerla rentable por los caminos más fáciles y que algunos llamaran éxito, pero que en realidad hace morir de inanición la vida de barrio, la convivencia, sus cafés tradicionales regentados por españoles y catalanes hoscos que observé en un pasado cercano. Una visión más dramática y zombie de estos cambios la encontré en el artículo de Carolina Sanín en la revista Arcadia.
Protesta en la Barceloneta, agosto 2014 |
Sin embargo, fue una grata sorpresa seguir
usando el eficiente transporte público integrado, disfrutar con el respeto al
peatón y ver la Filmoteca de Catalunya en su nuevo edificio el Raval, un barrio
con una rambla menos conocida en cuyo costado está un gran gato de Botero, y
mirar el cine imposible de ver en la provincia colombiana y en Popayán,
especialmente. En agosto, la programación estaba dedicada a Billy Wilder y
además se podían ver clásicos como Sin novedad en frente, o La gran ilusión de
Jean Renoir, en el buen intento de traer a la memoria las películas de la
Primera Guerra Mundial. Pero también miré que el moderno edificio con sus dos
salas de cine, en ese barrio de inmigrantes principalmente pakistaníes, no ha
logrado convocar a sus habitantes como lo siguen haciendo sus bibliotecas
públicas...tal vez la plata que parece haber escarbado la corrupción de algunos connotados gobernantes de
Cataluña, no ha permitido la inversión en el papel clave de estos sitios en la
cohesión d sus habitantes y para la convivencia.
El nuevo edificio de la Filmoteca en el barrio de El Raval |
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