Petro y La ideología alemana

 

Mario Delgado-Noguera


En "La Ideología Alemana" de Karl Marx y Engels, se encuentra en el capítulo sobre el comunismo como lo plantean los filósofos, la siguiente afirmación: "Esta contradicción entre fuerzas productivas y la forma de intercambio, (...), tenía en cada caso hacer estallar una revolución, asumiendo en cada caso distintas formas de colisiones secundarias como contradicciones, lucha de ideas, lucha política. Desde un punto de vista estrecho se puede extraer entonces una de estas formas secundarias considerarla como base de estas revoluciones, lo que es tanto más fácil por cuanto que los individuos a partir de los cuales se hicieron revoluciones se hacían ilusiones de su propia actividad..."



Tomando como punto de partida el texto citado de La ideología alemana de Karl Marx y Friedrich Engels en la parte I. Feuerbach, literal C: El comunismo. La producción misma de intercambio, se puede establecer una lectura actual del proceder del presidente Gustavo Petro como jefe de Estado en Colombia. Marx y Engels describen una constante histórica: la tendencia de los actores políticos a interpretar las revoluciones y transformaciones sociales no desde las contradicciones estructurales —las que surgen entre las fuerzas productivas y las formas de intercambio— sino desde las “colisiones secundarias”: luchas de ideas, confrontaciones políticas o morales que, aunque ruidosas, son solo la superficie visible del conflicto. En el caso del presidente Petro, esta observación sobre las colisiones secundarias, que, en el caso de él, son constantes, resulta parcialmente pertinente.


 



El presidente Petro ha hecho de la palabra un instrumento de movilización política y simbólica. Su discurso se erige como la continuación de la lucha por la justicia social, la soberanía energética y la paz total. Sin embargo, ese mismo discurso, cargado de pasión y de gestos intempestivos, ha terminado por ocultar —o al menos por desdibujar— los logros reales de su administración, y lo que me parece más problemático, el accionar del Estado, que como Jefe, dirige para lograr su programa de gobierno y el manejo de la economía. Lo que Marx llamaría las “ilusiones de su propia actividad” se manifiesta en este contexto del gobierno actual en una suerte de sobreactuación política: Petro parece concebir su papel como el de un permanente agitador de conciencias, volcado a su personalidad, más que como el de un ejecutor del Estado que necesita construir equilibrios políticos y desarrollar sus propuestas encaminadas a la justicia social en un país desigual como Colombia. Es llamativo que se dirige al público sobre sí mismo en sus alocuciones y redes, en tercera persona, como "El presidente".

Desde la perspectiva materialista de Marx, el gobierno de Petro enfrenta una contradicción entre las “fuerzas productivas” que intenta transformar —el aparato estatal, la economía dependiente del extractivismo, las élites financieras, el capitalismo financiero— y las “formas de intercambio” que aún lo atan a la lógica del capitalismo colombiano, desigual como se ha anotado, con corrupción estatal a bordo (De la que el gobierno no se ha salvado), centralista y con rezagos feudales (donde anidan los dineros del narcotráfico y los terratenientes de Antioquia y de la Costa).

Pero, en lugar de mostrar con serenidad los avances concretos de sus políticas —como el aumento de la inversión social, la reforma laboral y en las pensiones, el fortalecimiento de la educación pública, la distribución de tierras producto de los Acuerdos de La Habana (A los que no ha apoyado de manera suficiente), o los proyectos de transición energética—, el presidente parece concentrarse en los enfrentamientos con la prensa, el Congreso o los organismos de control, en medio de la crisis de seguridad “aupada por la guerra entre bandas armadas dueñas de economías ilegales, en disputa por el territorio de 500 municipios y por la dominación violenta de su población”.

En ese sentido, Petro reproduce el fenómeno que Marx critica: confunde las formas secundarias —la lucha ideológica y el choque de narrativas— con la esencia de la transformación social. Su liderazgo, aunque legítimamente inspirado en un proyecto emancipador, queda a menudo atrapado en la “colisión secundaria” del debate público, donde su “cabeza caliente” sustituye al análisis estratégico. El resultado es un desgaste político que beneficia a sus adversarios, la derecha tradicional, la empresarial y la terrateniente, y difumina el verdadero sentido del “gobierno del Cambio”.

La lectura de la Ideología alemana invita a mirar más allá del ruido de la política y no dejarse llevar por ilusiones y las ideas falsas sobre sí mismos. Si Petro condujera su gobierno desde esa perspectiva, trabajaría en la institucionalización de las transformaciones que ya ha iniciado y el cambio en el funcionamiento del Estado para una mayor equidad. Su individualidad, como dice Marx, ha dependido de las fuerzas productivas que han surgido antes, distintas según los momentos en los distintos individuos dentro de una nación. Es posible entonces, también como señala Marx, que su conciencia ( La de Petro, aunque desordenada), haya avanzado más que las relaciones de producción y las fuerzas productivas crecientes en la historia colombiana. Esa conciencia que, si puede ser una de las características de un líder, pero que necesitan situarse más allá de los embates diarios que confronta apoyándose en las redes, principalmente en X. De hecho, en su programa de gobierno, cuando estaba de candidato hablaba de desarrollar el capitalismo en el país, pues se daba cuenta de los rezagos feudales y cacicazgos que subsisten en nuestra sociedad. 

El avance de esa conciencia que él encarna como individuo (Aunque podía ser más sistemática), no es la de las palabras, sino la de las estructuras, que de hecho, estas últimas ha tratado de cambiar frente a la oposición plena de mentiras. Sin embargo, mientras siga prisionero de las “ilusiones de su propia actividad”, corre el riesgo de que la historia lo recuerde más, a su pesar, por su verbo incendiario que por los logros materiales de su gestión.

Referencia

Marx, K., & Engels, F. (2021). La ideología alemana. Antología. En “El comunismo. Producción de la forma misma de
 intercambio” (pp. 162–163). Madrid: Alianza Editorial.



In English, with IA:


In The German Ideology by Karl Marx and Friedrich Engels, in the chapter on communism as conceived by the philosophers, the following statement appears:

“This contradiction between the productive forces and the form of exchange (…) had, in every case, to burst out into a revolution, taking on in each case different forms of secondary collisions such as contradictions, struggles of ideas, political struggles. From a narrow point of view, one can then extract one of these secondary forms and consider it as the basis of these revolutions, which is all the easier since the individuals who carried out these revolutions were under illusions about their own activity…

Taking as a point of departure the cited passage from The German Ideology by Karl Marx and Friedrich Engels, in Part I, Feuerbach, Section C: Communism. The Production of the Form of Exchange Itself, one may construct a contemporary reading of the actions of President Gustavo Petro as Head of State in Colombia. Marx and Engels describe a historical constant: the tendency of political actors to interpret revolutions and social transformations not through the lens of structural contradictions—those arising between the productive forces and the forms of exchange—but through the “secondary collisions”: struggles of ideas, political or moral confrontations which, although noisy, represent only the visible surface of the conflict. In the case of President Petro, this observation regarding secondary collisions—frequent in his political conduct—proves partially pertinent.

President Petro has made language an instrument of political and symbolic mobilisation. His discourse presents itself as the continuation of the struggle for social justice, energy sovereignty, and total peace. Yet that same discourse, charged with intensity and abrupt gestures, has ultimately obscured—or at least blurred—the tangible achievements of his administration and, more problematically, the functioning of the State, which he, as Head, must direct to implement his governmental programme and manage the economy. What Marx would call the “illusions of their own activity” manifests in the present governmental context as a form of political overacting: Petro seems to conceive of his role as that of a permanent agitator of consciences, centred upon his own persona, rather than that of a statesman who must construct political balances and develop policies aimed at achieving social justice in an unequal country such as Colombia. It is striking that, in his addresses and on social media, he often refers to himself as “The President.”

From Marx’s materialist perspective, Petro’s government faces a contradiction between the “productive forces” it seeks to transform—the state apparatus, the economy dependent on extractivism, the financial elites, the broader financial capitalism—and the “forms of exchange” that continue to bind it to the logic of Colombian capitalism, which remains unequal, marked by entrenched state corruption (from which the current government has not been immune), centralised, and burdened with feudal remnants (where the money of drug trafficking and the landed oligarchies of Antioquia and the Caribbean coast is entrenched).

Instead of calmly presenting the concrete progress of his policies—such as the increase in social investment, the labour and pension reforms, the strengthening of public education, the distribution of land resulting from the Havana Accords, or the energy transition projects—the president appears focused on confrontations with the press, Congress, or oversight bodies, in the midst of a security crisis “fuelled by the war between armed groups controlling illegal economies, disputing the territory of 500 municipalities and the violent domination of their populations.”

In this sense, Petro reproduces the phenomenon Marx criticised: he confuses the secondary forms—the ideological struggle and the clash of narratives—with the essence of social transformation. His leadership, though legitimately inspired by an emancipatory project, often remains trapped in the “secondary collision” of public debate, where his impassioned temperament replaces strategic analysis. The result is political exhaustion, which benefits his adversaries—the traditional, business and landed right—and obscures the true meaning of the so-called “Government of Change.”

The reading of The German Ideology invites us to look beyond the noise of politics and to resist illusions and false ideas about oneself. Were Petro to conduct his government from this perspective, he would focus on institutionalising the transformations already initiated and on reforming the functioning of the State towards greater equity. His individuality, as Marx states, depends upon the productive forces that have arisen before him, differing across moments and individuals within a nation. It is therefore possible, as Marx also observes, that his consciousness (that of Petro, albeit erratic) has advanced further than the relations of production and the developing productive forces in Colombian history. Such consciousness, which may indeed characterise a leader, must be situated beyond the daily clashes he faces, particularly those sustained on social media, notably on X (formerly Twitter). In his governmental programme, during his candidacy, he even acknowledged the need to develop capitalism in the country, recognising the persistence of feudal and clientelist structures that continue to shape Colombian society.

The advancement of this consciousness, embodied by him as an individual (though inconsistently), lies not in words but in structures, which he has in fact attempted to transform despite full opposition grounded in misinformation. However, as long as he remains a prisoner of the “illusions of his own activity,” he risks being remembered by history—despite himself—more for his incendiary rhetoric than for the material achievements of his administration.

Reference

Marx, K., & Engels, F. (2021). The German Ideology: An Anthology. In “Communism. The Production of the Form of Exchange Itself” (pp. 162–163). Madrid: Alianza Editorial.



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