Popayán sin POT actualizado y la protesta en el Centro Histórico
Felipe Solarte Nates.
La falta de un Plan de Ordenamiento Territorial y de un Plan de Manejo del Patrimonio
Cuando reconstruían al centro histórico de Popayán, en fachadas de varias edificaciones antiguas que no fueron destruidas por el terremoto del 31 de marzo de 1983, restauradores encontraron coloreadas en tonos pastel, capas antiguas de pintura, especialmente en los zócalos, cubiertas por sucesivas capas de pintura blanca, después que, a mediados del siglo XX, un alcalde, a imitación de lo observado en antiguas ciudades del sur de España, decretó pintarlas de blanco.
La propuesta de recuperar variedad de colores no prosperó en sectores tradicionalistas de la ciudad, pero en fachadas como la del Paraninfo Caldas, de la universidad del Cauca, el templo de San José y el teatro Municipal, se rompió la uniformidad del blanco.
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| Puente del Humilladero, Centro Histórico, Popayán |
En el sector histórico de Bogotá y de Cartagena, otras 2 ciudades importantes en la Colonia española, no han sufrido este fenómeno y en sus POT y PEMP, han logrado adaptar las antiguas calles, templos, conventos y edificios públicos a los servicios que demanda la modernidad (educación, turismo, vivienda, comercio, etc), logrando que sus ciudadanos se empoderen de su riqueza arquitectónica, contribuyan en su preservación y también en la organización del espacio público y del comercio informal que, con el turismo, obtienen importantes recursos para su subsistencia.
Popayán hace varias décadas dejó de ser el importante centro económico, político de la Colonia y gran parte de la República, muchos de los “aristócratas” que vivían en la ciudad emigraron hacia Cali y Bogotá, después del terremoto de 1983, y tras del auge del movimiento indígena desde los 70 del siglo XX, la gran mayoría de antiguas haciendas fueron convertidas en resguardos y otras fragmentadas, perdiendo poder los antiguos terratenientes y caciques políticos liberales y conservadores.
Después de la Constitución del 91, el cambio de la clase dirigente de la ciudad y el departamento se evidenció después de la elección popular del alcaldes y gobernadores, cuando estos funcionarios dejaron de ser nombrados a dedo entre los de apellidos “ilustres”.
A excepción del “Pollo” López, son nativos de municipios vecinos los exalcaldes: Víctor Ramírez, Ramiro Navia, Francisco Fuentes, Cesar Cristian Gómez y el actual Juan Carlos Muñoz. También exgobernadores como Temístocles Ortega, Elías Larrahondo Carabalí y el actual Octavio Guzmán.
A pesar de leyes especiales para estimular la llegada de industrias en tiempos del expresidente Samper, expedidas después del terremoto de 1983 y la avalancha del río Páez, en 1994, en la ciudad no se instalaron grandes industrias como sí sucedió en los municipios del norte del Cauca.
Gracias a su arquitectura y pasado histórico, la ciudad subsiste como atractivo turístico para nacionales y extranjeros y se ha desarrollado como un centro universitario de mediano nivel, con universidades públicas y privadas que desperdigan sus sedes en el damero del depauperado Centro Histórico, donde se plantea extender la peatonalización. El Centro Histórico dinamiza la economía ligada a la prestación de alojamiento, alimentación y servicios a la numerosa población estudiantil, sin olvidar la importancia de la Semana Santa y eventos como el Festival Gastronómico.
Sin embargo, en el imaginario de algunos movimientos sociales del campo y la ciudad y entre la juventud, subsiste la idea que esta es una ciudad gobernada por una “aristocracia”, cuando el relevo ha sido evidente, no sólo en el poder y en la economía, influenciada también por el cultivo y procesamiento de coca y la minería ilegal, evidenciándose una caótica expansión urbana favorecida por la desactualización de 20 años del POT, -sin buen transporte público, escasas vías troncales- y además alimentada por recursos provenientes de la legalidad y la ilegalidad, y de poblaciones desplazadas por los distintos ciclos de la violencia que en las últimas décadas se ha enseñoreado en municipios vecinos y cuyos habitantes, tanto los que tienen dinero como lo que carecen de recursos, incentivan la proliferación de construcciones legales e ilegales y buscan soluciones a sus necesidades de empleo, vivienda y otros servicios públicos y sociales básicos, contribuyendo al desempleo y la proliferación de negocios legales y de la “economía del rebusque”, con gran cantidad de vendedores ambulantes y mototaxistas.
El incidente en el Centro Histórico
El reciente incidente entre jóvenes estudiantes y adultos mayores de la Junta de Acción Comunal del centro debe servir de llamado de atención para que la Alcaldía, el Concejo Municipal, los gremios y organizaciones sociales como la protesta por vivienda, y toda la población, incluida la estudiantil, dinamicen la estructuración del nuevo Plan de Ordenamiento Territorial municipal, POT y el Plan Especial de Manejo del Centro PEMP, se pongan de acuerdo para aprender a convivir y a mancomunar esfuerzos para organizar una ciudad con sentido de pertinencia, más amable con sus habitantes permanentes de todas las edades y sectores sociales y, con los turistas que garantizan ingresos extras en una ciudad poco atractiva para las industrias, pero si con facilidades para convertirse en una verdadera ciudad turística, universitaria y centro de servicios, entre ellos los de recreación y Salud, para los cerca de 500.000 habitantes de la ciudad, municipios y departamentos vecinos.
En distintas épocas, especialmente después de los años 60 del siglo XX, las amplias paredes blancas de edificios públicos y templos de la ciudad han sido tentación para los jóvenes rebeldes que al principio las utilizaban para hacerle propaganda a diferentes grupos de izquierda, posteriormente para escribir frases y versos cuestionadores del orden y tradiciones vigentes y, especialmente después del siglo XXI, para plasmar las consignas de reivindicaciones de diferentes organizaciones comunitarias de la ciudad y del departamento y por parte de jóvenes adolescentes se ha extendido la costumbre de garabatear, con diferentes colores, iniciales y símbolos que no están relacionados con grupos políticos y revolucionarios.
En una ciudad con un imaginario ligado a una casta aristocrática que la gobernó a su antojo durante la colonia española y gran parte de la República, con gran arraigo en tradiciones religiosas y la Semana Santa, como lo testimonian los numerosos templos y antiguos claustros de conventos ubicados en el centro histórico, el rayar las paredes blancas se ha convertido en una generalizada manifestación de rebeldía contra las instituciones que sustentan el orden tradicional.
Como parte del movimiento de solidaridad internacional con los habitantes de Gaza, sometidos durante casi dos años por el gobierno de Israel a un genocidio, después de la masacre cometida por miembros de la guerrilla Hamas, un grupo de jóvenes pintó la entrada al claustro de Santo Domingo en Popayán con la bandera de Palestina y otros mensajes alusivos.
Después que se firmó la inestable paz en Gaza, un grupo de ciudadanos del Comité de Defensa del Patrimonio Histórico, decidió repintar de blanco las fachadas del Centro Histórico.
Jóvenes estudiantes de la universidad del Cauca, interpretaron este acto como una provocación y decidieron restaurar la bandera y mensajes pintados antes. Hombres del Comité de Defensa del Patrimonio del Centro Histórico y de la Junta de Acción Comunal del Centro, la mayoría adultos mayores, decidieron oponerse llevando pequeños carteles y en medio del forcejeo algunos fueron pintados en sus rostros y vestimentas y empujados cayendo al piso, lo que desencadenó gran rechazo y polémica entre diversos estamentos sociales de Popayán y otras ciudades, en vista de la gran cantidad de filmaciones sobre los sucesos que fueron publicadas en las redes sociales.
También fue cuestionada la Alcaldía Municipal que, a pesar de estar avisada sobre los incidentes que se avecinaban, al intentar los estudiantes repintar la pared, no estuvo presente, ni la personería, ni grupos conciliadores, ni la Policía, sólo estuvo una funcionaria de la Defensoría del Pueblo, que poco pudo hacer cuando se desbordaron los sucesos.
Un acto de intolerancia que evidencia uno de los tantos conflictos latentes y sin resolver que se presentan en el Centro Histórico de Popayán y en todas las áreas urbana y rural del municipio y que deben tener salida en la actualización del POT, y en el capítulo referente al PEMP, consagrado en el Plan de Ordenamiento Territorial, POT, que está estructurando la Alcaldía de Popayán, para reemplazar el vigente desde 2002. Debió haberse actualizado en 2011.
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Editado.

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