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Aparece el Nº 17 de Expreso Suroriente, el Magazín cultural.

Artículos de Guillermo Córdoba, Josefina Cano , Mario Delgado,  J esús Hoyos, el poeta brasileño Nuno Judice y de su director, Jaime Cárdenas.  Carlos Fajardo rememora el grupo de La Rueda de Popayán en el prólogo del libro sobre el grupo que pronto aparecerá.

Apartes de la vida de Andrés Caicedo, escritos por él mismo.

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Andr é s Caicedo Publicado en El Espectador, 31 mayo de 2013 ...nos dejaste huérfanos, devuélvenos la luna, la juventud, la libertad, los sueños, seguimos tu rastro maga de la noche, de mis noches sin fortuna como diría Andrés Caicedo , te buscamos en el puente, en los balcones, en los andamios de Silvia, en el jardín del cielo.  Jaime Cárdenas en Homenaje, un relato publicado en este blog. M i mamá había quedado embarazada ocho veces, pero sólo había logrado tener tres niñas y había perdido un hijo hombre, Juan Carlos, que hoy andaría por los treinta años. Mi papá deseaba otro hijo hombre. Yo creo que en ellos el coito nunca estuvo separado de la idea del embarazo. Así que nací yo, rodeado de gustos y de favores, en un hogar de ilustres apellidos pero económicamente de clase media. Dicen que pesé diez libras y era horrible, de chiquito. Lo que recuerdo de esa época tan temprana era que sólo me gustaba andar cogido de las faldas de mi mamá y hacerme d

Homenaje, un relato de Jaime Cárdenas en tiempos de La Rueda

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Ja ime Cárdenas HOMENAJE A l a estación del tren llegó Rafael Maya vestido de gris, impecable con la gabardina colgando de un brazo y con una pequeña maleta repujada en cuero. Cuando el silbido anunció que el tren avanzaba en su destino y empezó lentamente a dejar la estación, del bolsillo interior sacó su pañuelo y sereno se despidió del Señor Tomás Maya, de la señora Laura de Maya y de algunos condiscípulos de la Universidad del Cauca. Atrás quedaba Popayán, con sus altos balcones y sus casas blancas, con sus noches diáfanas y sus atardeceres. La pequeña ciudad viviendo el hechizo de su propio tiempo que la hacía única e inolvidable. El tren avanzaba a la conquista de las montañas de los Andes. Atrás quedaba la ciudad blanca pero Rafael Maya siempre la  llevaría r consigo y a ella habría de volver en su memoria en el transcurso de su vasta obra y de su larga existencia. Un martes de abril de 1917 cuando caía la lluvia Rafael Maya llegó a la fría Santafé de Bogotá y