Obituario Mario Rivero, uno de los poetas que se leían en La Rueda


Winston Martínez Sabogal,
El Pais, España, 19 de abril de 2009.

Mario me llamo
soy mordisco al aire
soy un husmea-cosas
soy un cuenta-cosas


Obrero, cantante de tangos, levantador de pesas, acróbata, faquir, gigoló, voluntario de la guerra de Corea, crítico de arte y librero fueron algunos de los oficios y experiencias por las que transitó el poeta colombiano Mario Rivero, fallecido a los 74 años el 13 de abril en Bogotá tras una crisis cardiaca. Ésa fue la existencia vivida en diversas esquinas desde 1935, cuando nació en Envigado (Antioquia), y que nutrieron e inspiraron sus versos hasta convertirlo en el gran poeta urbano. Como precursor de esta temática, sus poemas reflejan el bullicio de la ciudad, los avatares del ir y venir de la gente por las calles y las palpitaciones de la cotidianidad. Incluido dentro de la llamada generación desencantada, Rivero obtuvo dos premios Nacionales de Poesía.



El poeta antioqueño desveló el aura, las preocupaciones e ilusiones que asaltan a los hombres cuando poco a poco la modernidad del mundo empieza a rodearlos. A cercarlos. No en vano su primer libro, Poemas urbanos, lo publicó en 1966, la década en que los colombianos empezaron a dejar el campo para aventurarse en las ciudades. Estampas de pasado, presente y futuro conviven en varias de sus primeras creaciones: "A veces me pregunto qué fue de los amigos, después de que los días / han dejado caer su cenital / Los que vivían en las barracas / sobre el río / un río sucio que parte la ciudad / en dos tajadas / Donde mujeres lentas de grandes pies / llevan fardos de trapo sobre la cabeza / El de la cachucha azul y raída / que limpiaba telares / su padre era mecánico / y él también quería ser mecánico / Estoy seguro de que ambos/ continúan comiendo su emparedado cotidiano / y su único amor son los tornillos".

Mundos idos y mundos venideros recogidos en 13 volúmenes, entre ellos dos antologías que se caracterizan por la sencillez, claridad y la poca o nula retórica literaria. Algunos de los títulos fueron Noticiario 67, Y vivo todavía, Los poemas del invierno, Vuelvo a las calles, Del amor y su huella o el último: Balada de la gran señora, publicado en 2004.

Rivero obtuvo el Premio Nacional de Poesía Eduardo Cote Lamus, en 1972, por Baladas sobre ciertas cosas que no se deben nombrar. Ese mismo año, junto a los poetas Aurelio Arturo, Fernando Charry Lara y Giovanni Quessep y Jaime García, creó la revista de poesía Golpe de dados, una de las más influyentes de América Latina, y que Rivero dirigió hasta su muerte.

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