“Un país que consume más es un país feliz”



Mario Delgado


"El signo estampado sobre cada cuerpo y cada  alma es el precio". Octavio Paz.


Marc Augé, un antropólogo francés dice que en el capitalismo el índice de consumo es el índice de salud de un país. Y en España, que está en plena crisis, los diarios que quieren dar un dato alentador, anuncian que las ventas de carros subieron en algunas unidades el mes pasado y cosas así. Se consume un poquito más. Y ese tipo de información que quiere fervientemente ser optimista en medio de las caídas de las bolsas, del incremento del techo de la deuda de los Estados Unidos, de los ataques a los Estados  de bienestar se ha vuelto machacante y llena de contradicciones.

En Barcelona anochece y descanso un poco del trajín de verano cerca de la torre Agbar, sede de una multinacional del agua. Miro las luminarias de diseño que iluminan la plaza de la Farinera, vecina a la imponente torre iluminada de violeta y azul y al moderno tranvía que pasa. Estos tres elementos resumen ese primer mundo voraz en pos de los recursos naturales. Esa empresa gestiona de manera privada el agua de la contrastada Cartagena de Indias, la ciudad amurallada con su belleza arquitectónica para mostrar a los turistas y la que se esconde por la miseria que la circunda.

Luego estoy en una cafetería de la plaza de la Universidad de Barcelona, en el centro de la ciudad. Se ve su imponente edificio pétreo iluminado por la luz fría de los reflectores. Escucho desde la mesa de atrás: “Yo soy políticamente correcto, nunca opino de política”. Una postura que vuelve a estar de moda o que es necesaria en el mundo en crisis de paradigma como le dicen algunos y que otros le llaman crisis del sistema. Parece entonces que lo que las empresas buscan es personal políticamente correcto que no diga lo que se piensa, ni opine ni critique ni se emocione con la crisis; que se apague ante la realidad voluntariamente y que viva de lo ficticio, en un matrix. Una crisis anunciada hace un siglo y medio por Marx. En todo caso parece que quien lo dice cuida su puesto como muchas personas en estos Estados europeos de bienestar que se revuelven y se agitan en la crisis y el desempleo bajo el calor de la estación.  Los Indignados van y vienen aun en el verano. Se desalojan de las plazas y las vuelven a ocupar. La policía carga contra ellos. Los medios informan y desinforman a la vez.

Un grafiti en la Universidad de Pisa, 
 Italia, verano 2011
¿Y en Colombia qué pasa? Ocho años de succión continua del bolsillo, de las mentes y las ideas, trinos de camorra que añoran el poder y poder continuar su provechosa corrupción y la cleptocracia; una eficaz y continua maquinaria de desinformación dice que el PIB en Colombia crece por encima de muchos países latinoamericanos pero en la realidad se observa el penoso desempleo de los jóvenes, la continua subida del precio de los combustibles, las compañías mineras que ocupan los páramos, la informalidad creciente del empleo que en ocasiones se dispara violentamente en protestas. 

El país real es el que padece la oscuridad de la caverna y la Indignación se resiste a llegar en medio del fútbol y de la imagen que trata de convencer que un país que consume y depreda más es un país sano y feliz.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Reseña histórica del cerro de las Tres Cruces de Popayán

Dos poemas de Enrique Buenaventura

De Federico García Lorca, un fragmento de Poeta en Nueva York

Los cafés de Popayán y de mis viajes