Una mirada al Ecuador


Mario Delgado Noguera

                                                       La mudanza del alma no se produce después de la vida, sino durante.
                                                                    Zelfportret van een ander, Cees Noteboom






Buena parte de los colombianos tomábamos al Ecuador como un país menor y por lo general se comentaba el atraso de su industria y su dependencia económica. Los pesos colombianos eran fuertes frente al sucre y podíamos sentirnos como nuevo ricos en nuestras visitas esporádicas. De una manera sobrada, mirábamos por encima del hombro a nuestros vecinos. No era para menos pues en el Ecuador se percibía como un país con un Estado débil en manos de oligarquías que le sacaban provecho, con golpes militares frecuentes, policías brutales y pobreza. Sin embargo, después del inicio del gobierno progresista y de la Revolución Ciudadana liderada por el presidente Rafael Correa, la situación cambia aceleradamente para bien en Ecuador y, al compararla con Colombia, no podemos más que lamentar la profunda ineficiencia de los gobiernos colombianos en solucionar los problemas claves del país como, por ejemplo, la infraestructura vial. Estábamos mirando al Ecuador con el espejo deformado de la costumbre pero ahora la imagen que nos devuelve es la nuestra: la difícil vida cotidiana que enfrentamos los colombianos.

He llegado de vacaciones a las largas playas de la provincia ecuatoriana de Esmeraldas que limita por el norte con el departamento colombiano de Nariño. El sol tiñe al mar con franjas verdes; el oleaje es fuerte y tempestuoso propio del Pacífico. He pasado por excelentes carreteras secundarias en las cuales se paga gustoso el peaje que cuesta tan solo un dólar; la gasolina es barata y en los retenes, los militares son gentiles. Es imposible no comparar esas carreteras con el lamentable estado de las vías colombianas y con la ineficiencia en su gestión que se refleja en los baches y en los peajes carísimos que se cobran en casuchas. En los hoteles es muy raro ver vigilantes privados que en Colombia son omnipresentes y se han apropiado del poder de decidir por todos. No hay vendedores de minutos ni mototaxismo, esos dos indicadores del profundo abismo entre las clases sociales de los colombianos. Por lo tanto, hay una sensación, al principio tímida, de mayor libertad. 

El miedo, que los gobiernos colombianos instrumentalizan a su favor y en contra de los ciudadanos, desaparece con los días. Puede que Colombia sea pasión, pero prefiero la sensación de libertad y paz, a sentir el ruido y los gritos del montaje de la pasión artificial. Sin embargo, subsisten las contradicciones entre un sistema capitalista que todavía impera con su voracidad y su obesidad consumista y las culturas tradicionales fuertemente arraigadas en el Ecuador y que estallan a veces en paros y protestas masivas.

El gobierno de la Revolución Ciudadana no negoció TLC con Estados Unidos ni aceptó que el FMI supervise la economía ecuatoriana. Negoció con Telefónica el valor de sus bandas de telefonía celular por un valor diez veces mayor al que ofrecía la agresiva empresa española. Reformó su política petrolera de tal manera que las ganancias se dirigen a inversión social y hacia la infraestructura vial y energética. No renovó el convenio de la base militar de Estados Unidos en Manta que parece haberse trasladado subrepticiamente a Tumaco. El salario mínimo en Ecuador es de 538 mil pesos colombianos semejante al nuestro con la diferencia sustancial que los ecuatorianos se benefician con bajos precios del gas, gasolina, peajes, transporte y una red de salud pública que ha mejorado; en Colombia, al contrario, sabemos que la salud está en manos de los intermediarios y que el actual gobierno maquilla con reformas tibias, lo que debería ser un derecho. La educación pública se esta transformado. Es claro, entonces, que hay contrastes en el manejo del Estado entre ambos países.

Es posible que lo que escribo sea una mirada superficial de vacaciones, muy desprevenida, de un país al que generalmente vuelvo de tanto en tanto. Pero regresar ha hecho que mi imaginación se desborde deseando que en Colombia se perciba alguna vez esa lasitud y el remanso con el que viven los vecinos, esa sensación de que la convivencia pueda ser menos inalcanzable y la vida más ciudadana, cuando se extienda la conciencia frente a las desigualdades económicas que padecemos.

De la revista Dinero, octubre 2013: http://www.dinero.com/edicion-impresa/editorial/articulo/ecuador-gana-colombia-competitividad/185344

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