Las heridas del Cauca
“En América Latina las épocas viejas nunca
desaparecen completamente y todas las heridas, aun las más antiguas,
manan sangre todavía”. Octavio Paz.
Por: Mauricio García Villegas
http://www.elespectador.com/opinion/columna-359718-heridas-del-cauca
La primera es la falta de legitimidad del sistema político y la
segunda es la falta de eficacia del Estado para controlar el territorio
nacional. Ambas han sido particularmente visibles y dolorosas en el
último mes. La herida de la legitimidad sangró profusamente hace un par
de semanas cuando el Congreso quiso cambiar la Constitución con una
reforma a la justicia hecha a su amaño. La segunda herida, la de la
ineficacia, sangra copiosamente hoy, esta vez en el departamento del
Cauca, donde los indígenas, hartos de una guerra interminable, quieren
que el Ejército y la guerrilla se vayan de su territorio.
En columnas pasadas he hablado mucho de la primera herida, ahora voy a hablar de la segunda.
Es
difícil encontrar una región del país en donde las instituciones
republicanas hayan fracasado de manera tan rotunda como en el Cauca.
Buena parte de la vida colonial, en pleno siglo XXI, sigue allí su curso
como si la independencia no hubiese llegado nunca. Es verdad que ya no
hay auditores, ni encomenderos, ni inquisidores, pero las élites locales
siguen dominando en una sociedad que hoy es casi tan inmóvil y cerrada
como hace tres siglos.
El Cauca es uno de los departamentos más
pobres del país, y si sólo tenemos en cuenta los llamados departamentos
viejos, es, de lejos, el más pobre. De sus 42 municipios, 30 tienen más
del 50% de su población con necesidades básicas insatisfechas (NBI).
Según el DANE (2010), Cauca es el departamento con mayor porcentaje de
población pobre después de Chocó y La Guajira y el segundo con mayor
porcentaje de población en situación de pobreza extrema. Como si esto
fuera poco, Cauca tiene el peor índice Gini del país (es decir la peor
desigualdad social) después de La Guajira, Chocó y Huila.
El
fracaso histórico de las instituciones republicanas en el Cauca,
propiciado por unas élites sociales y políticas que todavía se creen en
la colonia y empeorado por una guerrilla indolente (no menos colonial
que aquellas élites) y por la ruta de la coca que pasa por sus montañas,
es una razón para entender e incluso para justificar la reacción de los
indígenas en contra de la Fuerza Pública y de la guerrilla.
De
otra parte, y a pesar de todo ello, la reacción del presidente Santos en
el sentido de negarse a retirar la Fuerza Pública de esa región también
es algo entendible. Militar y políticamente sería una decisión a todas
luces irresponsable.
Lo que sí parece claro es que no basta con
enviar la tropa al Cauca para acabar con el conflicto armado y para
crear instituciones fuertes y democráticas. Se necesita de mucho más que
eso: algo así como un gran programa nacional de desarrollo social e
institucional, una especie de Plan Marshall colombiano. Algo que acabe
no sólo con la falta de Estado sino también con el clientelismo (la otra
herida nacional). Sólo así, a partir de una política integral de
reconstrucción institucional, el plan militar podría tener éxito.
El
Estado colombiano ha fracasado en muchas otras partes de su geografía.
El Cauca no es una excepción; sin embargo, dada su centralidad
geográfica, su importancia histórica y el tamaño de su población
indígena, en ninguna otra parte del país ese fracaso resulta tan
vergonzoso para las élites que han gobernado estas tierras.
La
situación del Cauca, con lo peor de su vida colonial todavía en pie, con
su guerra interminable y con sus indígenas olvidados, me recuerda lo
dicho por Octavio Paz: “En América Latina las épocas viejas nunca
desaparecen completamente y todas las heridas, aun las más antiguas,
manan sangre todavía”.
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