Crisis en el sector cafetero es la crisis del actual modelo agropecuario


Germán Umaña Mendoza
Profesor Universidad Nacional de Colombia
Portafolio, 9 de Marzo 2013

¿Crisis en el sector cafetero? ¡Ja! Lo que existe es una crisis en el modelo que se ha venido implementando en nuestro país para el sector agropecuario y que se manifiesta en todos los frentes: la política de apertura económica, la institucionalidad, la intermediación, el modelo exportador, la distribución y utilización de la tierra, la sustentabilidad, la pobreza en el campo, la migración y el desplazamiento del campo a la ciudad.
En cada uno de los aspectos descritos, los resultados se encuentran a la vista: una apertura de mercados sin respuesta frente a los subsidios, prácticas desleales o crisis en superproducción y, por lo tanto, de precios internacionales. Paradójico frente a la defensa de sus mercados que practican con todo lujo de detalles los países desarrollados.
Un esquema que atenta contra la seguridad y soberanía alimentaria, lo que contrasta con lo que pasa en Estados Unidos, la Unión Europea o Japón, donde la defensa del sector se considera un problema de seguridad nacional y es una política de Estado, de largo plazo y sin fisuras por parte del gobierno de turno.
A lo anterior se añade en nuestro país la pobreza de las instituciones gremiales, las cuales representan los intereses de los grandes propietarios, como la SAC, Fedegan o la Federación Nacional de Cafeteros, así como una multitud de gremios sectoriales que defienden los intereses de la agricultura comercial. Los campesinos, y pequeños y medianos propietarios hasta ahora se manifiestan organizadamente.
Son sometidos los productores a la inercia de las redes de comercialización y a una dramática incertidumbre en los precios, producto de la dictadura de los grandes comercializadores, el contrabando y el lavado de activos. Pero, tal vez, lo más dramático es la inequidad en la propiedad de la tierra, centralizada y concentrada en unos pocos propietarios, la mayoría de ellos improductivos latifundistas o, como en el caso de algunos nuevos cultivos comerciales o de plantación, penetrados hasta los tuétanos por el paramilitarismo o el narcotráfico.

Si a todo esto se suma la revaluación, las altas tasas de interés y el deterioro de los precios al productor, el mapa de la crisis está claramente delimitado y explicado. A los cafeteros les seguirán otros sectores. El problema es estructural, de política de desarrollo, no coyuntural ni de subsidios, entre otras cosas, porque no existe caja fiscal que los resista.
Lo que está en juego es la estabilidad de las relaciones sociales de producción entre el campo y la ciudad, no son permisibles más migraciones y desplazamientos.
Las soluciones que se deben tomar son de fondo y es hora de preguntarnos sobre las acciones de política necesarias para asegurar la seguridad y la soberanía alimentaria. Eso implica un cambio fundamental en la mal denominada internacionalización de la economía colombiana.

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