Un país deformado

“La insurgencia de presiones brutales, la crueldad que caracterizó a esta época recientísima de nuestra historia, no habría prendido tan fragosamente sobre una nación educada, sobre un país civilizado […] La insensibilidad que se apoderó de buena parte de las antiguas clases dirigentes ante la tremenda gravedad de la violencia es también otro síntoma de la defectuosa educación, aún en las más altas jerarquías de la inteligencia. Fallaron los sistemas educativos complementarios, fallaron el hogar y la educación moral y religiosa de Colombia. Ése es un hecho histórico.” Alberto Lleras Camargo en el Tiempo, 1989.

Mario Delgado

Un país con una imagen de si mismo deformada produce adefesios como elegir al gran Colombiano a un personaje que junto con sus escuderos como Obdulio Gaviria, usaron y usan la mentira como una manera sistemática de gobernar. Pero más allá de hacer parte de la indignación nacional, hay que pensar a que se debe la deformación ahistórica de esa imagen; hay que pensar si proviene sólo de los ocho años de gobierno déspota o es la imagen que se ha fabricado desde las élites que hicieron el pacto del Frente Nacional, o si viene de atrás, no solo de la regeneración de Núñez o de la estructura cortesana y clientelista heredada de los españoles, una tarea al parecer urgente para los historiadores. O sí es producto de una generación que ha crecido con la verdad deformada y manipulada que les suministran los medios cómplices de manera cotidiana. O por otro lado, si quienes resultaron elegidos crean un artificio, una empresa de artificio, para ganar la contienda del Gran Colombiano. Pueden haber otras razones sociológicas pero ya llegarán escritas por los columnistas que no tragan entero de la prensa nacional.



A pesar de las buenas intenciones de el diario El Espectador al promover la votación de la historia, los resultados dejan ver el déficit en Historia que tiene Colombia. Un déficit que se criticaba desde hace décadas; en los años setenta Alfredo Iriarte insistía en su libro ”Lo que la lengua mortal decir no pudo”,  en denunciar la historia que se oculta, tergiversa o se esconde y también se refería a al mordaza o a la automordaza impuesta para solo contar la historia de las elites, dejando de lado aquella que es necesaria para que se conozca la conformación de Colombia, aquella que se escribe sobre los movimientos sociales y como han incidido en cambios para que Colombia deje de ser el país altamente excluyente.


He sabido que en la escuela secundaria, la Historia ya no es una materia por sí misma, sino que hace parte de una amasijo llamado ciencias sociales. Parece que, además de que la política educativa colombiana no ha sido capaz de llegar a niveles de cobertura, eficiencia y calidad, no ha sido coherente con la historia ni con el porvenir del país. 

Esta elección del Gran Colombiano hace reflexionar sobre el papel de los ministerios de Educación y de Cultura en la reafirmación de una historia veraz y no manipulada, y del poder de los medios masivos de comunicación que lo usan para mantener el statuo quo y las deformidades históricas como la que Colombia ha visto en el show televisivo; se entiende así el porqué del fuerte cuestionamiento sobre los medios que se encuentra en la información que se comparte en red. No en vano Julian Assange y recientemente, Edward Snowden, son los héroes y referentes de las nuevas generaciones. 

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