Editorial de la 19° Entrega de Expreso Suroriente, el magazín cultural


Jaime Cárdenas


La fragilidad que se observa en los ecosistemas y el peligro consecuente que se cierne sobre la humanidad por su descuido, se constata también en las conquistas más recientes de la civilización frente a los derechos humanos, y conceptos  fundamentales del liberalismo clásico que se han ido fortaleciendo con el esfuerzo continuo de la sociedad.
Entre esos derechos la privacidad, asociada a la libertad de pensamiento y al libre desarrollo de la personalidad tiene un lugar especial dentro de las cartas políticas de los países que se reclaman con un estado de derecho.
Sin embargo, los tiempos que corren son sombríos. Las revelaciones del ex analista del Servicio Nacional de  Seguridad Edward Snowden han mostrado al mundo lo que antes parecía ciencia ficción. La metáfora del gran hermano que todo lo controlaba y lo ve, invención de ese gran maestro de la pluma y de la ética, George Orwell,   es una realidad.
Es de tal magnitud las revelaciones de los alcances de la intervención de los Estados Unidos en gobiernos y ciudadanos que no obstante el marasmo de la cultura actual inamovible frente a tanta perversidad del poder, miles de voces han rechazado el atropello y han puesto contra las cuerdas a los que se proclaman adalides de las libertades y la democracia.
El crecimiento de un movimiento como la Coalición contra la vigilancia en los mismos Estados Unidos revela que hay posiciones críticas y que no todo está perdido.
Es impredecible lo que vendrá. Ojalá la humanidad pueda reaccionar, de  manera  que el ámbito personal, – incluso el de cada  gobierno, independiente de su curso ideológico – tenga el lugar que corresponde en una sociedad civilizada, que ha colocado a la persona como centro de todo el derecho, amparada por el formidable  concepto de la dignidad. Perdida, conduce a las mas ominosas formas de oprobio, a los totalitarismos, que situados en las clásicas variantes de la izquierda o la derecha, son siempre abominables.

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