El hombre que amaba a los perros


Mario Delgado

El hombre que amaba a los perros”, libro del cubano Leonardo Padura (La Habana, 1955) se publicó en la isla en 2011. Hubo problemas para su impresión en su país, no por alguna censura, sino porque simplemente se acabó el papel. Lo leo con avidez entre Barcelona y Tesalónica. 

El libro narra de forma paralela la génesis de un libro por un malogrado escritor cubano, el difícil tiempo del exilio de León Trotsky y la vida del catalán Ramón Mercader, su asesino, quien vivió en Cuba sus últimos años.

Ramón Mercader

Cuando inicié este blog en 2011, recordaba las viejas conversaciones del grupo de La Rueda. Una de las polémicas de más largo aliento era aquella que ha existido por décadas entre la izquierda colombiana: las diferencias enconadas entre el estalinismo y el trotskismo y que, sin demasiados matices, revive cuando hay elecciones internas como las que vienen en el Polo.  


Tenía en ese entonces amigos de uno y otro lado, había quienes promocionaban la disciplina proletaria por un bando, y por otro, la música y el cantar libre como herramientas para difundir los problemas sociales de Colombia. Vivíamos en lo cotidiano tanto por los métodos de Stalin como por la nueva lúdica y la herencia de los 60´s, formas distintas de conocer el mundo para aquel muchacho que era yo recién llegado a Popayán a los 17, procedente de un colegio jesuita y de las culpas cristianas que se arrastran en la formación dogmática de esos colegios pero que también era disciplinada y estimulante a la vez.  


Ya en el grupo de La Rueda, al calor de un aguardiente del Cauca o de un vino en los parques nocturnos de Popayán, se catequizaba sobre las formas de concebir el arte y la literatura, se hablaba sobre Cuba y la posibilidad de una revolución colombiana, de los poetas de la República española, polémicas vigorosas e interminables entre el mundo estudiantil del Popayán de los tardíos 70s.

Trotsky y su familia en Coyoacán, México

Una vez llegado a Barcelona en 2006, leía lo que caía a mis manos sobre la Guerra civil española. Entusiasmado entonces, viajé a conocer la tumba del poeta Machado en Colliure, un pequeño puerto francés cerca de la frontera con España. Mi curiosidad por esta guerra también provenía desde el colegio, pues, de las monjas de mi escuela primaria se decía que tenían simpatías por el franquismo, pero, en los tiempos de La Rueda, era un asunto que nos interesó a la mayoría de los integrantes porque buscábamos la poesía española y las vidas atravesadas por la guerra de León Felipe, Antonio Machado, Federico García Lorca, Miguel Hernández y sus poemas musicalizados por Joan Manuel Serrat.

Quizá por eso leo el libro de Leonardo Padura con fruición. Me gusta su crítica entre líneas del acontecer político de la isla y los entresijos de las relaciones externas de la Revolución cubana. Padura ha dicho de lo poco, lo seleccionado y fragmentario que sabían los cubanos de su generación sobre la extinta Unión Soviética; por lo tanto, esta novela, es una obra de apertura, del desencanto por los periodos de oscuridad pero también dice sobre la persistencia de la utopía que sigue y persiste en el horizonte a pesar de los errores y horrores.

En la novela de Leonardo Padura, todo comienza cuando el protagonista, un escritor en ciernes, se encuentra en una playa de La Habana con un hombre de Cataluña y sus perros quien le relata una historia asombrosa sobre el asesinato de León Trotsky, que ocurrió en México el 20 de agosto de 1940.

Ese hombre, ya de edad avanzada y enfermo, era Ramón Mercader, agente de Stalin, el asesino catalán, cultivado y de familia rica. Orgulloso de ser el elegido tuvo que literalmente meterse en la piel de una criatura belga que habían creado los servicios secretos soviéticos para lograr infiltrase en la casa que el presidente mexicano Lázaro Cárdenas y los huéspedes Frida Kahlo y Diego Rivera habían dispuesto para la familia de Trotsky y luego de ganarse su confianza matarlo con un golpe de pica de hielo en la cabeza. Era un tiempo de espías y muertes oscuras, al estilo de aquellas tramas de las novelas magistrales de Graham Greene. Mercader fue preparado y manipulado minuciosamente para su tarea pues los soviéticos le hicieron aprender a obedecer, a fingir el odio y el amor, y a acrecentar la creencia y el orgullo de estar predestinado para pasar a la historia.

Sigo pensando que la Segunda Guerra Mundial comenzó con la Guerra Civil Española. Hitler y Mussolini enviaron tropas y armamento a los rebeldes de Franco, probaron su poder bélico en España ante el cinismo y la pasividad de Francia y el Reino Unido. Stalin, con la infiltración en los poderes exangües de la República Española y luego con el pacto con Hitler, tensionó aun más las contradicciones que existían entre las fuerzas políticas que confluían en ella. 

Leer este libro es otra manera de conocer la historia de la guerra civil española en Barcelona, prolongada en Francia y México, de la injerencia y los métodos soviéticos para las purgas y de las luchas intestinas de la República española en los dramáticos últimos días de la guerra civil. Aquello que relata George Orwell como voluntario. Ya tenía noticia de aquellos métodos por 'La confesión', una película del director griego Costa-Gavras, que vi en los tiempos de La Rueda, basada en los procesos de depuración soviéticos en Checoslovaquia.

Es el primer libro de Leonardo Padura que leo. Antes, el cubano había escrito novelas policíacas en una saga que tiene como periodista al expolicía Mario Conde. 'El hombre que amaba a los perros' tiene la tensión propia de este tipo de género literario. Los diálogos de la novela no son su fuerte, pero en general se nota una minuciosa reconstrucción de los hechos y personajes que rodearon a Mercader. Es palpable la tensión internacional de la época. Una novela que mantiene en vilo al lector sin las prisas del consumo durante sus más de 750 páginas en la edición de bolsillo.

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