La Plata, Argentina



Mario Delgado
La Plata, en la provincia de Buenos Aires en Argentina, es una ciudad que fue planificada para ser capital provincial y está construida en un terreno plano y susceptible a inundaciones que en el pasado han sido graves. Dista solo 50 kilómetros de Buenos Aires y está bien comunicada con la capital por una autopista y por tren. En la cuadrícula precisa de sus barrios, múltiples diagonales confluyen en amplios parques y forman rombos que ayudan al tráfico automotor que en algún tiempo fue de tranvías, pues quedan sus huellas en las calles adoquinadas y nombradas por números. Las veredas de sus calles son anchas y permiten caminar con tranquilidad justo hasta los cruces donde hay pocas líneas cebra, de tal manera que el peatón que no es local y que no conoce, tiene sobresaltos en cada esquina. Alguien dijo que La Plata era una ciudad imaginada, una ciudad inventada como aquellas de Italo Calvino. Y así es, se camina por ella como en una ciudad de estralandia.

Sus ciclovías son contadas y aquellos que se atreven a usar la bicicleta tienen que vérselas con la velocidad que llevan los autos y con la escasez de señalización que solo existe en los cruces importantes. Tranvías ligeros, como el Tram de Barcelona, por su calles facilitaría el transporte interno, pues hasta ahora solo tiene un servicio de buses que se pagan con tarjeta, diciendo al conductor hacia qué parte se dirige, pues de esa información depende el costo. Un síntoma de confianza que no funcionaría en Colombia.

Plaza Moreno y la Catedral de La Plata


Dicen que la ciudad fue planificada por masones y que incluso su catedral, impresionante mole de piedra en la amplia Plaza Moreno, tiene señales masónicas. La calle 7 es la via principal, pero a diferencia de las ciudades españolas, donde su vida misma se lleva a acabo ahi, entre los mostradores, periódicos y los clientes acostumbrados, los cafés son escasos y costosos. De tal manera que la vida del parroquiano, que llega a pasar un rato, leer la prensa, hacer algún cotilleo esta prácticamente ausente, se ha desplazado hacia los restaurantes donde se come buena carne y se bebe buena cerveza pero se echa de menos el café.

Lo que no está planificado para el turista es la manera de cobrar en un restaurante. Al llegar para el almuerzo a un sitio de apariencia tradicional, no podía entender que los apetitosos ñoquis se cobren de manera independiente de su salsa sin una explicación previa y que el cubierto también tenga un costo independiente. ¿Acaso el comensal debe llevar los suyos? ¿Debe llevar consigo un pote de salsa para esa eventualidad? El turista accidental debe hacer explicar a los meseros y meseras al menos una media hora antes de pedir para que todas las argucias y componendas de la carta queden a la luz antes de que el hambre acose y acose luego al bolsillo.

Al contrario de lo que sucede en las ciudades colombianas, donde se compite por hacer más ruido y por ensordecer al vecino con la música de parlantes callejeros que parece que dan algún estatus de tipo traqueto, en La Plata es notorio el silencio de sus vecindades. Incluso, los lugareños son parcos a la hora de celebrar y comentar la pasión local del fútbol. Cuando su selección gana se oyen escasos pitos de contados entusiastas y celebran más que todo con asados y su buen vino tinto. Es raro entonces, muy raro, ver algún grupo de beodos en algarabía y ostentación del nacionalismo ramplón de otras latitudes. 





Comentarios

Entradas populares de este blog

Reseña histórica del cerro de las Tres Cruces de Popayán

Dos poemas de Enrique Buenaventura

De Federico García Lorca, un fragmento de Poeta en Nueva York

Los cafés de Popayán y de mis viajes