"Votaré por el No" (Cuento)
Victoriano Lorenzo
No soy amanuense de nadie, y menos aún de quienes lideran la campaña por el NO a
los Acuerdos de La Habana; no repito el sermón de quienes agitan el miedo al futuro como bandera;
tampoco me pagan un solo peso por escribir este cuento. Lo hago porque veo que el porvenir de mi
profesión y la supervivencia de mi familia están en peligro de desaparecer (el suicidio colectivo no
dejará de ser una opción a contemplar), en particular, por ese punto tres del Acuerdo Final para la
Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera y que se denomina Cese
al Fuego y de Hostilidades Bilateral y Definitivo y Dejación de Armas.
Hoy, me encuentro, literalmente, en la ruina y mañana –de seguir como venimos– la calamidad será
aún mayor por culpa de ese Acuerdo para construir la paz que inventaron y firmaron Santos y
Timochenko el pasado 26 de septiembre en Cartagena. Sí, ellos con su cuentico de los acuerdos para
la terminación del conflicto, me tienen navegando en un mar de incertidumbres, al borde de la ruina,
sin ganancias para sostener mi pequeña empresa, ni a los cuatro hijos menores que están bajo mi
responsabilidad. He tenido, con dolor en el alma, que despedir a tres de los cinco trabajadores por
culpa de este asunto y el recorte que tendré que hacer, si esto sigue así, será tan drástico que no
me permitirá contratar ni tan siquiera a un empleado para que realice la limpieza diaria del negocio;
ese sería el escenario más promisorio, porque me temo que lo peor está aún por llegar ya que los
clientes son día a día más escasos y se limitan a aquellos que por la buena de Dios, solicitan mis
servicios.
Desprotegido, como me encuentro, en mis más caros intereses económicos, atropellado en mi
derecho al trabajo y mientras veo pasar las nubes negras cargadas de lluvia y malos augurios, pienso
en que desde hace cinco días no ha arrimado un comprador, cuando hace algo más de seis meses,
en un día lunes como hoy tenía trabajo por hacer y vendía hasta cuatro y cinco. Y ofrezco un
excelente servicio, el mejor de la región, herencia de mi padre, porque de él aprendí –hace cincuenta
años –a trabajar en– y vivir de– este noble negocio que le ofrezco a la humanidad. Hace cincuenta
años era simplemente el sepulturero del pueblo, hoy sigo siéndolo, pero el negocio se agrandó hasta
llamarse Funeraria el Descanso Eterno, en el que con el lema propagandístico de “Atendido
directamente por su propietario” sigo ofreciendo mis servicios de sepulturero a pesar de ser el
“gerente”; y lo hago para no perder la memoria y la costumbre.
En razón de lo dicho ¡votaré NO en el Plebiscito!
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