Henry Miller y el envejecimiento

 


"De cómo uno se oriente en el momento depende el fracaso o la fecundidad del mismo" escribió Henry Miller (1891-1980), de 48 años, al reflexionar sobre el arte de vivir en 1939. A lo largo de su prolongada vida, Miller buscó incesantemente orientarse hacia la máxima fecundidad, desde su disciplina creativa hasta sus reflexiones filosóficas, pasando por su exuberante irreverencia.

Más de tres décadas después, poco después de cumplir ochenta años, Miller escribió un hermoso ensayo sobre el tema del envejecimiento y la clave para vivir una vida plena. Se publicó en 1972 en una edición muy limitada titulada On Turning Eighty, junto con otros dos ensayos. Sólo se imprimieron 200 ejemplares, numerados y firmados por el autor.

"Si a los ochenta años no eres un lisiado o un inválido, si tienes salud, si todavía disfrutas de un buen paseo, de una buena comida (con todos los adornos), si puedes dormir sin tomar antes una pastilla, si los pájaros y las flores, las montañas y el mar todavía te inspiran, eres un individuo muy afortunado y deberías arrodillarte mañana y noche y dar gracias al buen Dios por su poder salvador y conservador. Si eres joven de edad pero ya estás cansado de espíritu, en vías de convertirte en un autómata, quizá te venga bien decirle a tu jefe -en voz baja, por supuesto-: "¡Que te jodan, Jack! No eres mi dueño". ... Si puedes enamorarte una y otra vez, si puedes perdonar a tus padres por el crimen de traerte al mundo, si te conformas con no llegar a ninguna parte, con tomar cada día como viene, si puedes perdonar tanto como olvidar, si puedes evitar volverte agrio, hosco, amargado y cínico, hombre, lo tienes medio resuelto.


Escultura de Henry Miller por Marino Marini en el Museo Botero del Banco de la República en Bogotá

Tengo muy pocos amigos o conocidos de mi edad o cercanos a ella. Aunque suelo sentirme incómodo en compañía de personas mayores, siento un gran respeto y admiración por dos hombres muy mayores que parecen permanecer eternamente jóvenes y creativos. Me refiero a Pablo Casals y Pablo Picasso, ambos de más de noventa años. Estos nonagenarios tan juveniles avergüenzan a los jóvenes. Los que están verdaderamente decrépitos, los cadáveres vivientes, por así decirlo, son los hombres y mujeres de mediana edad, de clase media, que están atrapados en sus cómodos lugares e imaginan que el statu quo durará para siempre, o bien tienen tanto miedo de que no sea así, que se han retirado a sus refugios mentales para esperar que lo negativo pase.

Uno puede luchar contra el mal, pero contra la estupidez está indefenso... He aceptado el hecho, por duro que sea, de que los seres humanos tienden a comportarse de formas que harían sonrojar a los animales. Lo irónico, lo trágico, es que a menudo nos comportamos de manera innoble a partir de lo que consideramos los motivos más elevados. El animal no pone excusas para matar a su presa; el animal humano, en cambio, puede invocar la bendición de Dios cuando masacra a sus semejantes. Olvida que Dios no está de su parte, sino a su lado.

Si has tenido una carrera de éxito, como presumiblemente he tenido yo, puede que los últimos años no sean la época más feliz de tu vida. (A menos que hayas aprendido a tragarte tu propia mierda.) El éxito, desde el punto de vista mundano, es como la peste para un escritor que aún tiene algo que decir. Ahora, cuando debería estar disfrutando de un poco de ocio, se encuentra más ocupado que nunca. Ahora es víctima de sus admiradores y bien-querientes, de todos aquellos que desean explotar su nombre. Ahora es otro tipo de lucha la que se tiene que librar. El problema ahora es cómo mantenerse libre, cómo hacer sólo lo que uno quiere hacer.

A los ochenta años creo que soy una persona mucho más alegre de lo que era a los veinte o a los treinta. Definitivamente, no me gustaría volver a ser adolescente. La juventud puede ser gloriosa, pero también es dolorosa de soportar...

Fui maldecido o bendecido con una adolescencia prolongada; llegué a una aparente madurez cuando pasaba de los treinta. Hasta los cuarenta no empecé a sentirme joven de verdad. Para entonces ya estaba preparado. Para entonces había perdido muchas ilusiones, pero afortunadamente no mi entusiasmo, ni la alegría de vivir, ni mi curiosidad insaciable.

Tal vez sea la curiosidad -sobre cualquier cosa y sobre todo- lo que me ha convertido en el escritor que soy. Nunca me ha abandonado...

Con la curiosidad va otro atributo que valoro por encima de todo, y es el sentido de la maravilla. Por muy restringido que se vuelva mi mundo, no puedo imaginar que me deje sin asombro. En cierto sentido, supongo que podría llamarse mi religión. No me pregunto cómo surgió esta creación en la que vivimos, sino que me limito a disfrutarla y apreciarla."

Traducido con DeepL. Editado. Tomado de:

Midweek edition of The Marginalian by Maria Popova

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