Poemas para la generación de La Rueda


¿Y de qué servirán tantas palabras /Si cada amanecer es un sudario /Si vivir es morirse /A plazos, /Lentamente /Si ante cada pared /O al pie de cada árbol /Se despierta la patria hecha pedazos? / ¿Y de qué servirán los retóricos /goces del lenguaje, /de qué, pregunto yo, /este poema?




Carlos Fajardo ha publicado un libro, "El eco de la tormenta" que según su amigo Julio César Goyes, es para su generación. Yo lo percibo también de esa manera por las pocas conversaciones y muchas nostalgias que tenemos cuando nos encontramos. Salimos, como dice alguno de sus poemas, a observar los días que envejecen, los ocasos y las calles, alejados por un lapso cada vez más corto de las pantallas y la uniformidad que quieren crear. Pensando quizá que puede ser nuestro último día frente a los espejos. Cada día en las cercanías de la levedad del ser, en las revelaciones del abismo.

Estamos en un mundo donde la palabra retorna nuevamente a las pantallas y redes como una prolongación de los gestos y la gesticulación que, además, han sido transformados por la mascarilla de los momentos Covid, en un país con los muertos cotidianos en los noticieros matinales. 

Los poemas de Carlos Fajardo son los recuerdos de otra época para esta época, de una reflexión sobre el tiempo, pues con la pandemia hemos estado prisioneros de la memoria. De aquellos fugaces momentos antiguos donde pensábamos que estábamos bien, en comunión, en una esperanzadora espera de un Godot que nunca llegaría.



Carlos Fajardo



Julio César Goyes ha escrito una obertura a este nuevo libro maduro, sosegado y triste, de Carlos Fajardo. 

Algunos de los poemas contenidos en "El eco de la Tormenta". 



UN DIOS DE PIEDRA


Sólo existe aquí un Dios de piedra en el poniente
y el odio y la hostilidad
en nuestros rostros.
Nadie nos recuerda.
Fugaces como el amor,
tenues como un susurro,
piedras donde se talla el olvido.



EN VOZ BAJA



Es la muerte, decimos
y el aullido del viento en los socavones
se escucha contra los muros.
Lo mencionamos en voz baja
y andamos en puntillas por los cuartos
pues ella envuelve con su hábito
los párpados del que duerme la siesta,
teje con relucientes hilos
la sábana del desahuciado,
se camufla en la brisa
que azota los muros
como nocturna premonición,
cuchillo que violenta nuestro sueño,
corta la transparencia del día



DESAPARECIDOS


Arduo ha sido nuestro olvido,
arduos los atardeceres con el trino de un imaginado pájaro.
Ardua nuestra muerte sin cuerpo,
nuestra desvanecida presencia,
este morir dos veces.

Arduo este mutismo en la cresta del aire,
este desprecio lejos de casa,
estas perforaciones en la piel,
los picotazos de las aves.

¿Cuántos sueños han sido aquí abandonados?
¿Cuánta pasión?
¿Cuántos juegos de niño, cuánta fatiga?
¿Cuántos besos en la noche de bodas, cuánto sol de patio?

Ardua esta quietud,
el despojo de nuestro linaje



FRAGILIDAD


Han sido tantos los años ante las otoñales ramas
que nuestros murmullos alcanzan apenas para arrullarnos.
Cuando se apaga alguna de nuestras frágiles sombras
una costumbre se esfuma,
una guerra menos por ganar,
una bandera puesta a media asta.

En alguna casa quedarán frágiles objetos,
el arco triunfal de algún viaje,
la delicadeza de una porcelana,
una botella de vino,
alguna que otra corbata,
tanto furor.

Qué tan corta estuvo la fiesta, decimos,
qué tan etéreo el rocío.




EL AUSENTE


Anónima era su vida,
sombría su bondad,
su último día ante el espejo.

Todavía escuchamos sus pasos en el fraterno recinto,
aún cruza los zaguanes como una revelación.

Pronto olvidaremos su silbo de muchacho en la ventana,
su vida de muerto.
Olvidaremos su primer día de escuela,
sus incumplidas promesas,
la tierra donde hoy yacen sus ecos.

Ya no respirará el verano bajo el sendero de la luna,
nadie lo tendrá en cuenta en el brindis de medianoche.
Ya no lo veremos con la jarra de vino
en el desamparo de la aurora.

Se irá envejeciendo,
cayendo gota a gota,
convertido en volátil migaja,
leve ceniza

Comentarios

Entradas populares de este blog

Reseña histórica del cerro de las Tres Cruces de Popayán

Dos poemas de Enrique Buenaventura

De Federico García Lorca, un fragmento de Poeta en Nueva York

Los cafés de Popayán y de mis viajes