Las esperanzas de un cambio en Chile

 Mario Delgado


De nuevo en Chile después de los años más graves de la pandemia por el Sars-Cov2. Desde la altura del avión acercándose al aeropuerto de Santiago me impresiona el deshielo de la cordillera de Los Andes. Estaba acostumbrado a ver que en abril, a comienzos del otoño austral, la nieve cubriera sus repliegues ciclópeos hasta el descenso de sus estribaciones al valle central; sin embargo, ahora el paisaje se compone de montañas desérticas y yermas.

Gabriel Boric (fuente: El Mostrador)



Ha pasado el tiempo del segundo periodo presidencial del empresario de derecha Sebastián Piñera, con su capitalismo predador y agudizado que se manifestó con violencia en octubre de 2019 en el estallido social. Fue el comienzo de un complejo proceso transformador que avanza con la Constituyente y con la elección a la presidencia del joven exlíder estudiantil Gabriel Boric, que representa una nueva izquierda, moderada y distanciada de los modelos rígidos y dogmáticos previos. La transición del modelo de Piñera que han propuesto las fuerzas que apoyaron a Boric deben cumplir con las necesidades postergadas de la sociedad chilena y con la renovación de la confianza en las instituciones. Los ejes de su programa de gobierno se centran en afrontar el cambio climático, en un sistema de pensiones dignas, el acceso global a la salud y un sistema gratuito de educación. En los inicios de su mandato, el joven presidente se ha enfrentado a la inflación, la delincuencia, el conflicto en la zona mapuche en el sur y la migración masiva en el norte. La derecha, ahora en la oposición, que estuvo cerca de ganar con José Antonio Katz, un político con simpatías con el nazismo, esta alerta y ejercerá su poder tratando de que el presidente Boric transe en sus pretensiones y en el mantenimiento de sus privilegios. El articulado de la Constituyente debe refrendarse en un plebiscito el 4 de septiembre de 2022.

El estallido social y la protesta de 2019 fueron objeto de una dura represión que parecía continuar la ejercida con la dureza, la promoción del miedo y la mentira por la dictadura de Augusto Pinochet que asoló durante veinte años el país suramericano. Después, durante la pandemia, las inequidades que salieron a flote. El gobierno de Piñera, aprovechó para reforzar el poder del ejecutivo, acallar la protesta y mantener un toque de queda que duró 18 meses. La represión de la protesta fue semejante a la que ocurrió en Colombia a mediados de 2021 con el uso indiscriminado de la fuerza por los escuadrones de policía, manifestantes criminalizados, muertos, uso de armas, lesiones oculares y la aquiescencia del gobierno de Duque.

El sur de Chile se lo describe con un paisaje de lagos y cielos azules. Un lugar especial para las vacaciones por sus paisajes magníficos y la quietud que muchos buscan pero la región de la Araucanía, ha cambiado y creo que no para bien. Un flujo constante y atropellador de vehículos surca las carreteras principales. La comida y electricidad son costosas. El ferrocarril fue levantado, aún se mantiene la calefacción con leña y el fuerte impacto en sus bosques. El servicio de agua se privatizó, la educación se terciarizó. La industria local sufre con las importaciones desde China, por los productos que bien podrían producirse localmente con el uso adecuado de sus recursos. Las pensiones son muy pobres pues en el país solo existe un sistema privado de las mismas.

Es patente el cambio en el clima y la contaminación en los lagos. Se observa el decrecer constante de las nieves en los volcanes como el Villarrica, el Lanín y el Llaima, con la consecuente profundización de la escasez de agua que sufre el país. Se debe preguntar, entonces, por la validez del modelo de desarrollo del que Piñera se vanagloriaba. Si el costo de Chile de situarse de pionero en el primer mundo en Latinoamérica significa el vertiginoso y pertinaz deterioro ambiental que se palpa en el país, no hay de que vanagloriarse.

Los chilenos se han visto en el espejo del primer mundo por muchos años pero pienso que están en un periodo crucial donde la esperanza de cambio debe pasar por quebrar ese espejo. La protesta ocurrida en 2019, la afectación general por la pandemia y la inflación posterior se repiten en varios países latinoamericanos y conducen a un periodo donde la derecha y los medios de comunicación a su haber y monopolio desinforman, tergiversan e introducen el miedo, como una nueva arma para evitar ese cambio.

Los desafíos del nuevo gobierno en Chile son acuciantes y como latinoamericanos creo que deben seguirse con detenimiento. Ahora, ante la inminencia de coyunturas electorales como al que ocurrirá en Colombia en mayo y junio de 2022 es importante mirarse más en espejos propios que ajenos, es hora de recobrar una unidad latinoamericana en la resolución de los problemas comunes.

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