No, la película chilena


Mario Delgado



Miré emocionado la película del No, la película chilena dirigida por Pablo Larraín, que me recordó el día en que los chilenos dijeron no a la dictadura de Augusto Pinochet, el 5 de octubre de 1988. Se votaba en un plebiscito donde los chilenos tenían que elegir entre la permanencia de Pinochet por 8 años más, el Sí, o por tener elecciones libres en el transcurso de un año, el No.

Yo viví ese día memorable en Villarrica, una pequeña población del conservador sur chileno donde trabajaba como pediatra recién egresado; era un ambiente cerrado y provinciano, un hospital donde se controlaba rígidamente los horarios de entrada y de salida y cuya directora promovía el Si. Las vísperas del día de la votación reunió al personal y nos hizo una velada amenaza sobre la estabilidad en los trabajos si acaso mis compañeros chilenos votaban por el No.



Pablo Larraín en el Festival de Venecia, 2023. Foto de El País

La película narra el proceso creativo del spot publicitario televisivo por el No que era el centro de la campaña. Diez y siete partidos de la concertación se unieron para hacerla y eligieron un grupo para el spot guiados tozudamente por un político de un partido de la oposición y por el publicista principal (En la vida real Eugenio García), interpretados por los actores Luis Gnecco y el mexicano Gael García. Inicialmente, incluso sectores de la oposición al régimen, calificaron la propuesta de cómplice de Pinochet por esconder el sufrimiento de las víctimas. No obstante, por primera vez en varios años la oposición tenía un espacio diario de quince minutos en la televisión nacional. El régimen que se había levantado contra el gobierno del socialista Salvador Allende, el 11 de septiembre de 1973 cuando se bombardeó la Moneda, era una dictadura de los militares conchabados con la plutocracia chilena, apoyada por Estados Unidos, y estaba confiado en el éxito del Si, por el supuesto boom económico que llevó al 40% de la población chilena a condiciones de pobreza y a una minoría a la riqueza y a ser dueña del país. Tenían a su favor el control de los medios. El Mercurio, el principal periódico chileno y su red de diarios regionales mantenían el fervor por Pinochet y los militares generaban la opresión y la sumisión a través del miedo.


Confluencia de partidos y movimientos en el No

El plebiscito fue un intento del régimen por legitimarse en el exterior (Pinohet ya contaba con el vistobueno de Juan Pablo II, que visitó ese mismo año a Chile) pero la oposición vio una ventana para dar una visión de la democracia distinta a la que había sido apropiada por los militares, basada en el boom económico y las oportunidades de enriquecerse que promovía el modelo económico del la escuela de Chicago, adoptada por los chigago-boys criollos, donde la corrupción era el aceite del motor del éxito individual y corporativo.

Fotograma de la Película

El spot por el No era vital, fresco, luminoso, con un jingle de comercial; recordaba que con el voto contra la permanencia de Pinochet en el poder, la alegría vendría al país gris, acuartelado y lamentoso, sometido a un pensamiento único. Su logo era un arcoíris que representaba el amplio espectro de los partidos opositores, bajo el cual estaba un No de esperanza.

La campaña en general fue amenazada, perseguida e infiltrada, una manera común de tratar a la oposición en Latinoamérica; pero el spot caló entre los chilenos pues fue un factor clave para que el No ganara con el 56% de los votos.

La cinta, nominada a las premios Oscar de 2013 en la categoría de mejor película extranjera, cuenta con un guión bien construido basado en una obra del escritor chileno Antonio Skármeta que permite al director Larraín armar una historia interesante, una memoria de los entresijos de un periodo clave en la historia de Latinoamérica, aquel de las dictaduras del cono sur mantenidas con la complicidad de los gobiernos y las agencias de inteligencia de los Estados Unidos. Muestra variadas imágenes de archivo de la época que se intercalan de buena manera con las escenas de actuación. Por lo demás, trata de manera fresca, sin atosigamientos y de manera fidedigna la ambientación de los finales de los 80´s.

Es la primera película chilena nominada a los Oscar, con especiales connotaciones ahora que la derecha de Sebastián Piñera, gobierna a Chile y donde las iniquidades no se han podido solucionar tal como lo muestra el sistema educativo chileno en crisis que ha saltado de sus fronteras, nacida desde la protesta de los estudiantes de secundaria. Los políticos de la derecha latinoamericana siguen poniendo de ejemplo el milagro chileno, sin embargo la constitución que los rige no ha podido ser cambiada desde la época de la dictadura y aun es una de las sociedades más desiguales en el continente.


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