Popayán: educar ciudadanos, buena inversión

 

Mario Delgado Noguera


En las vacaciones de las universidades, nuestra ciudad parece darse un respiro. Varios han partido a sus hogares, en otras ciudades y pueblos del suroccidente colombiano. Las calles de la Pamba, el Centro Histórico, el Morro, la vía de Pomona están más despejadas, los pequeños restaurantes y negocios yacen somnolientos esperando el regreso de los universitarios y es entonces, cuando la ciudad parece más amplia y se puede escuchar por momentos algo del necesario y quieto silencio con el que se puede ayudar a la memoria a viajar hacia los ecos históricos de una ciudad que se precia de serlo; se puede entonces caminar por las calles con más tranquilidad y observar, pasar mirando, lo que acontece y el deterioro palpable de esos sitios donde se dice preservar la memoria de la nación.  




Si, al igual que los domingos por la mañana o en los tiempos de la restricción horaria por la pandemia, esa parte urbana importante para de Popayán y para Colombia, parece ser la misma, pero al mismo tiempo transformada no para bien. Transgresiones constantes en la arquitectura, la falta de cuidado y de cultura ciudadana, de cuidado por el entorno público el constante ataque al espacio público hace que la prolongada decadencia del Centro Histórico se acentúe con el paso del tiempo y con la perenne incompetencia de sus gobernantes o la falta de dinero municipal. Entonces, las neblinas del pasado y las sombras nos dicen que tal vez estamos condenados a vivir así en la ciudad, de los recuerdos y de las paredes blancas del Centro Histórico que transporta a remotos lugares, personajes y aconteceres que registraron pasados libros y revistas.  

Sin embargo, hay distintas gestiones positivas que promueven la habilidad de verse como colectivos ciudadanos y no como individuos. En Popayán hay ejemplos sobresalientes de acciones que hacen que se hable de la ciudad, de su trascendencia nacional y de sus posibilidades. El Festival Gastronómico, Popayán Ciudad Libro, Popayán Jazz, el Impulso a la lectura por parte de la alcaldía, los mercados populares entre las nuevas actividades, han seguido esa ruta de permanencia con el apoyo de las universidades que tienen sus sedes en la ciudad. 

La educación ciudadana y los proyectos comunes parecen entonces configurarse en un motor poderoso de cambio para la convivencia, en una ambiciosa cirugía de extirpación de la individualidad a ultranza promovida por el capitalismo. Una individualidad que se manifiesta de manera cruenta en no respetar las señales de tráfico y en los constantes accidentes de motos.

Un POT actualizado y coherente con el ambiente y la movilidad, la conservación urgente del cerro de las Tres Cruces, la integración de la ciudad en sí misma, el respeto a los cauces que cruzan la ciudad como el Río Molino, la comunicación eficiente de Popayán con el norte y el sur de Colombia, entre otras cosas son acciones que se esperan.





Según Martha Nussbaum (1) en su libro “Sin fines de lucro”, la educación no solo tiene como objetivo el crecimiento económico. Este crecimiento no genera de manera automática más democracia. Hemos visto que Colombia ha crecido económicamente, sin embargo, sigue siendo uno de los países con los mayores índices GINI de desigualdad en el mundo (0.54 para 2020). La educación ciudadana significa mucho más que preparar a la población para el éxito económico. Significa un paso más, un escalón empático para lograr la convivencia y la cohesión ciudadana en torno a los bienes comunes, crear capacidades para un buen vivir. Para el respeto mutuo, para el cuidado del mobiliario urbano, para gestionar por fin el tesoro arqueológico que tenemos en el Morro de Tulcán.

Los gobernantes harían bien en leer y aplicar lo que dice la pedagoga norteamericana en su libro. Frenarían la decadencia acelerada de la convivencia ciudadana y darían un horizonte mejor para el diario vivir en una ciudad que no solo se debe recordar por su constante monomanía y su tradición ni porque ha sido la cuna de quince o más presidentes de Colombia. 

 (1) Martha Nussbaum, Sin fines de lucro. Por qué la democracia necesita de las humanidades, Katz. Madrid-Buenos Aires, 2010

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