De los 80´s

Tomado de "Los ochenta, la década del miedo" de Carlos Fajardo.

“Todos matamos y nos pasábamos el cuchillo,
porque matar cansa”
(Asesino, en el Edificio Diners de Cali, 1984)



En 1980 los cables de prensa informan que el poeta e inspirador de nuestros primeros amores, John Lennon, fue asesinado por Mark Chapman de veinticinco años, Reagan tomaba las riendas del país del norte haciéndonos pensar en malos augurios -que se cumplieron-; Somoza era ajusticiado en Asunción; Monseñor Romero asesinado en el Salvador; Jean Paul Sartre moría como los mayores, en su París, un día 15 de abril a los 75 años, y Pambelé, el gran “Kid”, caía a la lona derrotado en su primer asalto, y aún más, Mohammad Alí, nuestro ídolo, daba su corona a Larry Holmes para jamás volver a conquistarla. Tal vez nosotros también caímos aquel año ante tanta derrota y sentimos que la década no iba acorde a nuestras dichas.

Lennon en una portada
de Rolling Stone
Muchos escribíamos ya por aquel entonces y queríamos publicar nuestros primeros textos por ese afán que se da en la primera infancia poética. Y publicamos quizá y nos alegramos de haberlo hecho; luego nos íbamos de juerga con los amigos de aquel Taller Artístico y Literario La Rueda, fundado en Popayán, uno de los grupos literarios y culturales más importantes de finales del setenta y principios de los ochenta en aquella ciudad. El grupo estaba conformado en su gran mayoría por estudiantes de la Universidad del Cauca que habían asimilado los discursos contestatarios, contraculturales y vanguardistas literarios, poéticos y políticos. Leíamos en las cafeterías, escribíamos en los parques (Nos encantaba el antiguo parque Caldas), nos divertíamos viendo pasar a las muchachas, nos desgarrábamos.

Al tiempo, dos presidentes demócratas eran asesinados en simulados accidentes de aviación: Omar Torrijos de Panamá y Roldós de Ecuador. Colombia rompía relaciones de nuevo con Cuba, y un día de marzo de 1981, nuestro mejor escritor entraba a la embajada de México pidiendo asilo con temor a ser detenido por las fuerzas militares. Entrábamos a la década del miedo. Nuestros amigos, sin embargo, se amaban en uniones Libres, sin norma matrimonial. Eran compañero y compañera y tenían hijos y se peleaban y se enamoraban leyendo a Neruda, Benedetti, Cardenal, el Boom latinoamericano y otras banalidades. Entre el jazz, la Mercedes Sosa, el rock y el Cine Club del teatro Anarkos los sábados a las 12, escuchaban también la Nueva “moda” Trova cubana de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés en cassettes regrabados muchas veces, cantautores creadores de una balada de amor y compromiso, a imagen y semejanza de nuestros sueños. Pero las separaciones amorosas se hacían cada vez más frecuentes a pesar de las canciones, pues, la idílica vida de libertad amorosa y la idea de “dejar ser al otro” se hacían añicos al chocar con la terrible realidad de nuestras conciencias, hijas de la violencia y el egoísmo, no del amor. Y escribíamos poemas de circunstancia para perpetuar aquellos terribles momentos, esquelas de amor, odas de compromiso histórico, elegías en la soledad. Instante y emoción poética, en tanto el mundo afuera rodaba como piedra de loco.

Julio Cortázar
En Popayán, la histórica, la blanca, la colonial, un 31 de marzo de 1982 caían piedras sobre piedras destruyendo sus hermosas calles “inclinadas hacia el cielo” y aquel tradicional Café Alcázar “sin bufones ni reinas”. Doscientos cincuenta personas aquel día no abrirían sus ojos al viernes santo.

Los 80´s eran la década del miedo. La muerte de los pobladores de Colombia y la muerte de nuestros ídolos e inspiradores nos hizo ver que estábamos hechos para el Corpus mortuus. A pesar que Belisario Betancur dijo en su discurso de posesión que “No se derramará una gota más de sangre de nuestros compatriotas”, según un informe del departamento de la policía nacional de junio 5 de 1983, un asesinato se cometía cada hora en Colombia y un atraco otro tanto y siete mil locos sueltos solamente en Cali, vivían a la suerte de Dios.

Luis Buñuel
Ingrid Berman, Romy Schneider, Luis Buñuel, Johnny Weismuler, Richard Burton, Orson Welles, Rock Hudson, se iban de este perro mundo después de haber vivido la desesperación del siglo; y junto a ellos también marcharon otros. 

En noviembre 27 de 1983, para tristeza latinoamericana, en un avión de Avianca, en el aeropuerto de Barajas, Madrid, se carbonizaban en el fuego absurdo, Martha Traba, Ángel Rama, Manuel Scorza, Jorge Ibargüengoyta, los jóvenes pintores Liborio Vanegas y Jairo Téllez y el músico Fernando Meneses, colegas de nuestra generación.

Hacia el mismo año, se nos iban también el joven eterno Julio Cortázar y el descarado hermoso Truman Capote. Años más tarde moría la Simone de Beauvoir, cincuenta años compañera de Sartre. Juan Rulfo se iba a su Comala y Don Jorge Luis Borges, perdido en el Aleph, buscó a los Inmortales.

En Colombia vimos irse a muchos, vimos cómo nos íbamos nosotros mismos.

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