A propósito de la serie televisiva La Pola


A Propósito de la serie televisiva de “La Pola

Se puede ver nuevamente en: https://www.canalrcn.com/la-pola/

Mario Delgado Noguera


Carolina Ramírez como La Pola, enfrenta 

al chapetón Sámano, encarnado por el actor español Manuel Navarro







En un país con poca memoria como Colombia bien vale el éxito alcanzado de la telenovela o, más bien de una ficción histórica en televisión, como La Pola.

De Policarpa Salavarrieta mis referentes personales eran escasos: las lecturas entrecortadas en los años del bachillerato, el parque principal en Ipiales, en Nariño; el billete de dos pesos y luego el de diez mil, la estatua que existe en Bogotá y que la he visto siempre de pasada en medio de un estanque y el nombre masculino de algunos compatriotas costeños.

No hay calles que yo recuerde con el nombre de La Pola. Al contrario de muchas ciudades de América y de Europa donde las calles llevan el nombre de personajes y de hechos contundentes de su historia, en Colombia se nombran por anodinos números que poco significan. Pocas lo llevan como la Caracas en Bogotá o la Playa en Medellín. Sin embargo Guaduas, un pueblo hermoso en el occidente de Cundinamarca, esta dedicado a la memoria, con un museo de entrada libre, de la que fue la casa de la familia de La Pola.

Pero, con el serial televisivo, la Pola ha pasado a ser la conversación común en muchas partes y en distintos grupos de los colombianos, entre personas jóvenes que renacen de su alienación de una onda – dirían algunos- extranjerizante y fútil, o entre quienes por su educación confesional, se les negó ominosamente el conocimiento de la propia historia.

Siguiendo las peripecias de los personajes de la Pola, Alejo Sabaraín y de Antonio Nariño, con sus aliños de amores, erotismos, pasiones y casamientos, retornan los complejos que persisten entre los colombianos: la pureza de la sangre y la servidumbre, la esclavitud, el mestizaje oculto, el arribismo y los abismos entre las clases sociales, complejos y distanciamientos sociales que reviven con pasión en conversaciones vespertinas y viperinas de las ciudades de glorias pasadas donde se dirimen genealogías para probar que aun se está lejos de ser "manchados de la tierra" o de ser "sucios de sangre".

Parece que los tiempos cambiaran con internet, celulares y twitters, pero la inercia de mirarnos a nosotros mismos como extranjeros en América, es pesada como el plomo. No obstante, la serie es un espejo amplio donde nos miramos nuevamente y donde los colombianos construimos una red de pasado común, un espejo que permite reconstruir una imagen falseada que había sido condenada a más de doscientos años de soledad.

Después de un largo interregno de seriales de narcotraficantes y liposucciones, donde el todo vale se constituyó en una perversa especie de ética del pasado gobierno de Uribe y una herencia para el actual, se ha producido bajo la dirección de Sergio Cabrera, el mismo director de la recordada película, La Estrategia del caracol, una obra que ha despertado el interés general de los colombianos.





Del serial se destacan el uso extenso y adecuado de exteriores, la cuidadosa producción con una buena recreación de la época. Presenta todos los ingredientes de una telenovela que según el libretista captan al espectador: amores, casamientos y traiciones; las dudas y ambiciones de los criollos en los inicios de la época de la Independencia y la difusión de los Derechos del Hombre son los eventos que guían, en una versión libre al televidente en los capítulos donde Policarpa Salavarrieta se representa como una mujer valiente, rebelde y cuestionadora que nace y muere fusilada por una patria en sus albores que todavía no se ha llamado Colombia.

No se puede dejar de observar que en nuestra historia y nuestra memoria, que ha estado por lustros del lado de la oficialidad empolvada y ha sido tergiversada principalmente a los estudiantes por las escuelas dominadas por la iglesia Católica, es un maravilloso filón para nuestro reconocimiento como un país que se está construyendo y que en la actualidad, está celebrando veinte años de una nueva Carta.

Por fortuna y gracias al director, el espejo en el que nos miramos en La Pola no proviene de la mente colonizada por los colonialismos. El chapetón español se lo mira como lo que era, un personaje trepador y serpentoso lleno de privilegios y dogmas como la pureza de la sangre, que ansiaba enriquecerse rápido por todos los medios, de hacer lo que en otros países de Latinoamérica se llama "hacer la américa". 

Después de mirar esta serie televisiva, aquello de la "madre patria" parece cada vez más lejano y ajeno. Como ha dicho Carolina Ramírez, la bella actriz colombiana que interpreta a La Pola, el trabajo en su papel protagónico, le ha aumentado su amor por Colombia.

Quienes no han visto la serial o la interrumpieron por los irrespetuosos cambios de horarios de la cadena RCN, pueden seguirla en YouTube.

En Wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/La_Pola_(telenovela)

Comentarios

Dan and Laurie ha dicho que…
Mario,

Conoci Hilda Restrepo en Popayan en 1981. Tal vez sea la misma? por favor mandame su correa electronico a danielrwagner@hotmail.com

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