Un poema de Martín Acosta, Chillán, Chile
Ven, cuerpo heredero
y robusto, ven eficiente,
ven claro y sin miedo,
copiloto de mis ganas ven
y vayamos de una vez por todas
a escalar esta montaña de sucesos
que nos esperan y claman;
ven y no te muevas ni un segundo
de mi.
Imitémonos y seamos el mono mayor
el uno del otro.
Acompáñame que sin ti simplemente
no puedo. Estoy con toda la disposición
de mis nervios, estoy con toda la amplitud
de mis poros recibiéndote, mis huesos
firmes confabulando a nuestro favor,
la sangre como cascada convergiendo
el embudo que canaliza este impulso,
ven que te necesito de principio a fin.
Hagamos un pacto y dejémonos ser.
Dame un poco más de auspicio como hasta ahora.
Dame calcio, dame tejidos, dame la densidad
cruda de las partículas, que sin ti no soy nada,
que sin ti simplemente no hay ninguna cabida.
Ven y no te muevas de donde estás.
De su libro Euforia
Marín Acosta, Chillán, Chile, 1989.
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