Lecturas en los primeros tiempos de La Rueda


Mario Delgado

"El acto de leer es un acto de libertad." Virginia Woolf 







Los libros, las lecturas, y el cine, fueron los cimientos de las amistades de La Rueda







Cuáles eran las lecturas que más circulaban en los primeros tiempos de la Rueda?

Quizá lo que más circulaba eran los panfletos políticos, especialmente abundantes en la época de represión y censura en el gobierno de Julio César Turbay (1978-1982). En la poesía, pasaban de mano en mano los poetas de la guerra civil española, los libros de los surrealistas; Pablo Neruda, Eduardo Galeano.. mientras escuchábamos los casettes varias veces regrabados de un Silvio Rodríguez, clandestino pues era la época del Estatuto de seguridad, y se quemaron libros...

Finales de los años setenta, una época convulsa para las ideologías y militancias de la izquierda; los militares agazapados juzgaban y condenaban a civiles en un estado de excepción permanente. Turbay Ayala gobernaba en una supuesta democracia pero su gobierno era igual o peor que las dictaduras del Cono Sur, era vivir en lo cotidiano las desapariciones y persecuciones al estilo de Z o Missing, las películas de Costa Gavras; se medraba bajo régimen de Estado de Sitio permanente, las residencias estudiantiles de 4 de marzo y Tuto González de la Universidad del Cauca, eran el sitio predilecto de los soldados para hacer allanamientos y detenciones. Lucho Calderón, miembro de La Rueda y líder popular que organizaba los asentamientos, caería asesinado en 1983, después del terremoto de Popayán.






Ese era el ambiente donde Juan Cajas buscaba a John Donne para el epígrafe de uno de sus poemas combativos por aquella frase "..por quién doblan las campanas, doblan por tí."

Yo estoy perplejo con un poema sobre el tiempo de Samuel Beckett, Gonzalo Buenahora promueve "Los heraldos negros" de César Vallejo, Jaime Cárdenas sigue con ahínco los pasos de Pablo Neruda, Sakanamboy conoce a Hölderlin...Nos gustaba la poesía del caleño Tomás Quintero y éramos fans de Andrés Caicedo cuya novela "Que viva la música!", pasaba de mano en mano en la edición poco costosa de Colcultura...  la memoria del grupo puede dar otras luces sobre las primeras lecturas.

Varios veníamos del teatro del bachillerato como el Mono Mendoza que había hecho a Hamlet en su colegio cartagenero, Gnecco había hecho teatro en el colegio Champagnat de Popayán -nunca le he preguntado que obra montaron en ese colegio confesional de Popayán- y yo, Esperando a Godot en el colegio de los jesuitas en Pasto, quienes sólo dos años antes de mi graduación de bachiller, abrieron a los estudiantes la interesante biblioteca del colegio. Lucho Calderón también había participado, junto con Lola Hurtado, en "La Visita de la vieja dama", la pieza teatral de Dürrenmatt que montaron en la Universidad del Cauca, con la dirección de Antonio Valencia. En esa época, leí la Consagración de la primavera de Alejo Carpentier, a cuyos libros siempre he retornado,

Pero el Boom latinoamericano también influyó en los bizoños escritores de La Rueda: el Mono Mendoza seguía los pasos de Cien años de Soledad y recitaba de memoria sus primeras páginas, a Borges se le dedicaron poemas y sus universos y laberintos en lugares recónditos se reflejan en los escritos primerizos; Cortázar y Bioy Casares abrieron la imaginación en los quiebres que hicieron de la realidad y la normalidad; la mayoría se había entusiasmado con Los Cachorros de Vargas Llosa...el Boom abría la mirada a nuevas posibilidades y a las formas inéditas de narrar; era imposible no dejarse seducir por las dicotomías de Oliveira en el Paris del jazz y la bohemia ni por la imaginación de José Arcadio Buendía en el trópico perdido de su aldea caribe.

Por otra parte, Tololón tenía como su libro de cabecera el Foro de Yenan y los libros del ortodoxo albanés Hoxa. Jochi Garcés, que tenía más años y amigos de teatro de Pasto y de Cali, amén de numerosas rumbas a su haber, tenía un título significativo para su poemario: "Treinta poemas a la lucha sin cuartel". Agostinho Neto, Roque Dalton, Miguel Hernández, Nicanor Parra, Federico García Lorca, Nazim Himket, William Carlos Williams y por supuesto, los libros de los nadaístas colombianos, su revista de poesía Acuarimántima, circulaban de mano en mano y se comentaban en las tertulias nocturnas y etílicas del parque Caldas o en el café Alcázar...Carlos Fajardo cuenta que un libro del poeta Tomás Quintero lo trajo desde Cali el pintor Walter Tello.

No había mucho ni poco dinero para comprar los libros lo que estimulaba que se expropiasen a los incautos pero José María Serrano, el bibliotecario de la Universidad del Cauca, se hizo amigo de nosotros y traía para las hermosas bibliotecas conventuales de los claustros universitarios lo que nosotros eligiésemos de los catálogos. Así pudimos leer novedades del Boom y de la disidencia como Cabrera Infante, por ejemplo, y revistas del despertar español como el Viejo Topo. Algún embrión de poeta podía perderse entre los libros pues el acceso era libre a los pasillos de las bibliotecas cuyos estantes tenían maravillas por descubrir y comentar. 

La Colección popular de Colcultura, una colección de libros de bajo costo que salió en la década de los 70s y que varios de nosotros comprábamos, estaba dirigida por Juan Gustavo Cobo y Santiago Mutis. Fue una colección asequible que permitió acercarnos a escritores colombianos como Cepeda Samudio, Alfredo Iriarte, Mario Latorre, Hugo Niño, Carlos Bastidas Padilla, Nicolás Suescún, Albalucía Ángel, Andrés Caicedo. Imagino que varios de los integrantes de La Rueda atesoran esas colecciones.


Portadas de la Colección Popular de Colcultura de Biblioteca de Autores Nacionales



Los libros y las lecturas, y el cine, fueron los cimientos de las amistades de La Rueda. 


Felipe García, escribe en la crítica al primer libro de poesía de La Rueda, Voces intermitentes, que se vivía entonces, en los tiempos de La Rueda, "una época en que la vida y la literatura no son cosas distintas".


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