La vida prenatal, un poema de Enrique Molina

 


En el Quinto Centenario, la Fundación para la investigación y la cultura, publicó una colección de poesía de poetas de América y España. Allí encontré en el número 37 (siempre vuelvo al delgado volumen),  entonces pude conocer los poemas del argentino Enrique Molina (1910-1997) cuya poética según él mismo, se sitúa en los elementos terrestres y sus horizontes: "La divinidad está en las cosas, en cada forma de la tierra, en cada cuerpo vivo y carnal, en el día, en la noche: esa es nuestra idolatría, y ella nace de lo más profundo de la sangre".  

Místico de la experiencia, lector de Cendrars, me recuerda la filosofía de Spinoza. Como pediatra, su poema "la Vida prenatal" me lleva a las sensaciones de aquel niño o niña, que aun no nace pero que vive cerca y al mismo tiempo lejos de los relámpagos exteriores, hechizado por el tam-tam del corazón materno, protegido de los dientes, las uñas, las espinas de las furias y de las pasiones externas.




Enrique Molina, Tomada de Revista Humo



Era el corazón de mi madre
Aquel tam tam de las tinieblas
Aquel temblor sobre mi cráneo
En las membranas de la tierra

(La lenta piragua materna
Un ritmo de espumas en viaje
Una seda de grandes aguas
Donde un suave trópico late)

Día y noche su ceremonia
–No había día ni había noche–
Sólo un hondo país de esponjas
Toda una tribu de tambores

El corazón de un sol orgánico
Un ronco sueño de tejidos
Yo era la magia y era el ídolo
En el fondo de las montañas

Aquel tambor donde golpeaban
Las galaxias y las mareas
Aquella sangre germinada
Por el vino de la Odisea

Vivir en un huevo de llamas
Mezclando la tierra y el cielo
Vivir en el centro del mundo
Sin rostro ni odio ni tiempo

Crecía antiguo en la dulzura
Con astrales ojos de musgo
Yo era un germen lleno de estrellas
Un poder oscuro y terrible

Tu corazón –¡oh madre mía!–
Resonaba como el océano
Batía sus alas salvajes
Su insaciable tambor de fuego

Yo te besaba en las entrañas
Yo me dormía entre tus sueños
En un país de rojas plumas
Era tu carne y tu destierro

El paraíso de tu sangre
La gran promesa de tus brazos
Oía al sol en su corriente:
Tu corazón lleno de pájaros

Aquel tambor de la aventura
Aquel tambor de luna viva
La tierra ardiendo con su grito
Una vida desconocida

Afuera todo era enemigo:
Las uñas las voces el frío
Los días las rosas las uvas
El viento la luz el olvido





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