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El último poblado del suroccidente caucano

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  Mario Delgado Noguera E n medio de la cordillera Occidental y de las estribaciones orientales del nudo de los Pastos se encuentran las planicies finales del valle del río Patía que ha iniciado el estrechamiento de su cauce y que ya hacia el suroocidente, en el territorio de Nariño, recibe los ríos Juanambú, Guáitara, Pasto y Pacual; el río Mayo que también es su afluente sirve de límite entre los departamentos. Luego el río quiebra la cordillera Occidental por la estrechez profunda de la Hoz de Minamá y se dirige hacia occidente, a la llanura del Pacífico colombiano. Esperanzas del Mayo (Poblado a la izquierda) y cañones del río Patía y río Mayo Se han hecho desde hace varias décadas proyectos de una hidroeléctrica en este estrechamiento del valle del río Patía, y la obra perdura en los imaginarios para aprovechar su encajonamiento pero no ha pasado de ser un mero proyecto.  Por lo general, en esta parte final del valle del río Patía , hay pocas lluvias y sequedad durante la mayor p

Reseña histórica del cerro de las Tres Cruces de Popayán

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  Gonzalo Buenahora Durán La cordillera Occidental desde las Tres Cruces A los conquistadores y cronistas, una de las cosas que les llamó la atención del valle donde iba a surgir la ciudad de Popayán , fue el cerro recostado contra la cordillera Central que tenía forma de M. Tal vez por esa causa decidieron ubicar la plaza de la ciudad enfrente de él. El cerro estaba tupidamente poblado de bosque primario, y hacia allí los indígenas que vivían sobre la suela plana (el templo estaba localizado en el llamado Azafate de Moscopán, más al sur), escaparon apenas tuvieron noticia de españoles en sus predios. Desde el cerro de la M los indios “daban grita” infructuosa sobre los recién llegados, mientras aquellos (los soldados de las huestes de Ampudia y Añasco) merodeaban por el lugar y evaluaban la posibilidad de pernoctar. Lo trataron de hacer el el templo del Azafate, que era de guaduas vivas tan gordas como la cintura de un hombre, pero no pudieron porque la

Voces Intermitentes, un pequeño libro de poesía joven, preámbulo de La Rueda

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FELIPE GARCIA P or el título dado a este breve volumen de versos —34 páginas en total—, podemos comprender el gesto inicial que caracteriza a un escritor en formación: de la mano y la voz de sus amigos, abrirse paso juntos en un camino poblado de desconocidos, para así ser tenido en cuenta sin correr los riesgos de pasar solos al frente y, ante la mirada de no se sabe quién, dar la primera lección de aquello apenas aprendido. Hacer minga en poesía; es decir, publicar un primer libro de manera colectiva, es usual y hace honor, repetimos, a la amistad como también aminora en algo el temor de salir del anonimato y caer directamente en el desprestigio o el descrédito, al sabio decir de José María Serrano. Sin embargo, la responsabilidad personal no es posible de omitir y lo poco dicho hoy da mucho por decir. Y todo esto sucede cuando se trata de un género como la poesía, donde tantos incurren con brío, fascinados por la libertad del canto, y son pocos quienes continúan ese cami

Barba Jacob

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Gonzalo Buenahora Ecos de la Historia Agencia de Noticias Vieja Clío. Ciudad de México,   1942. Barba Jacob “Toda inquietud es vana/la desazón soporta -me está diciendo a voces un amigo interior-/El minuto es florido, sonoro y halagüeño/el corazón del campo te dará su vigor para entrar en el último sueño...” A yer, miércoles 14 de enero, en esta ciudad, Porfirio Barba Jacob, seudónimo del poeta colombiano Miguel Ángel Osorio, murió de tuberculosis. Había nacido en Santa Rosa de Osos, Antioquia, el 29 de julio de 1883. Hijo de Antonio María Osorio y Pastora Benítez, el hombre se crio con sus abuelos en el poblado antioqueño de Angostura y en 1895 inició sus andanzas por varias ciudades del país, siendo la causa de tal actitud el que su primera novela, “Virginia”, fuera incautada por el alcalde del pueblo por "inmoral". La obra se perdió. Hastiado de la pacatería y la doble moral de los colombianos, en 1907 comenzó sus interminables periplos por Centroamérica y

Nuevamente el río

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Jaime Cárdenas E s el inicio del verano y el cielo es de un azul intenso, no hay nubes y el sol desde temprano da generosamente su energía a la vida. Vuelvo a navegar por el río Putumayo, caudaloso, profundo. En Puerto Asís ha dejado atrás su vertiginosas caídas y ahora con su ritmo ancestral y sus aguas sagradas va al encuentro del padre amazonas, sereno e impetuoso. Vuelvo a este río del pasado, un encuentro memorable. Fue como encontrar a un viejo amigo al que no se ha visto por un largo tiempo, un afecto imperecedero. Nos lo han dicho los orientales con su sabiduría milenaria, y los descendientes de quienes cruzaron el estrecho de Bering y poblaron nuestra América: formamos una unidad con el universo, somos naturaleza. Es que las jerarquizaciones agreden a la vida, somos bosques, ríos, animales.  La tierra, nuestra gran casa acoge como madre protectora a todos sus hijos. Río Putumayo   Bajo un sol de fuego la pequeña embarcación se va internando en la llanura amazónica, respira

Yo viví el terremoto de Popayán: crónica de un sobreviviente

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Germán Mendoza El Universal, 31 de marzo de 2013 A las 8 horas 12 minutos y 5 segundos del 31 de marzo de 1983, un Jueves Santo que había sido precedido por tres días de calor inusitado y por un aguacero torrencial de dos horas la víspera, a los habitantes de Popayán nos estremeció un poderoso ruido de avión a propulsión, cercano y aterrador, seguido por un movimiento vertical repentino y breve, y luego otro movimiento horizontal más prolongado, hasta terminar en un impacto seco, como si dos enormes tractomulas se hubieran chocado de frente. Fueron 18 segundos interminables de un terremoto de 5.5 grados en la escala de Ritcher, que destruyó a Popayán hace 30 años. Según el Instituto Geofísico de los Andes, el epicentro del sismo fue ubicado a 46 kilómetros al suroeste de la ciudad y el hipocentro a 4 kilómetros de profundidad, y la energía liberada fue equivalente al estallido de 500 toneladas de TNT o a una explosión nuclear de 10 kilotones. Una mujer mira desconc