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Falleció Ruben Darío Guerrero, poeta de La Rueda

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R ubén Darío perteneció al grupo cultural La Rueda de Popayán y publicó en los tres primeros números de la revista. Nació en Puerto Tejada. Lo tengo presente en las calles del centro de la ciudad universitaria en los finales de los setenta, con una caja al hombro llena de sus libros de poesía. Recuerdo su relato Devastación y su poema Corteros publicado en la primera revista de La Rueda. Aun tengo su libro, Asesinato y otros poemas.  Dejé de verlo hace mucho tiempo pero sus poemas y su sonrisa siempre las tuve presentes. Carlos Fajardo ha escrito sobre la fuerza y vitalidad de su poesía. Rubén Darío Guerrero El siguiente fue un poema publicado en La Rueda 3 TENGO EL CORAZÓN ABIERTO Tengo el corazón abierto como una flor a la vida. Hay mil heridas abiertas, yo sangro por las heridas. Son rojos pétalos míos. Hormigas del norte han venido a carcomer mis entrañas; de esta sangre se alimentan pero sigue vivo y latiendo mi ardoroso corazón, sigue impulsando la sa

El general Maza

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Ecos de la Historia Agencia de Noticias Vieja Clío.   Mompós, 1847. E l general Maza Gonzalo Buenahora L a agencia noticiosa Vieja Clío consigna con verdadera consternación que ayer, miércoles 14 de julio, bajo un sol canicular (39 grados a la sombra), a los 55 años de edad, falleció en la ciudad de Mompós Hermógenes Maza, connotado general de brigada del Ejército Libertador. Dicen por ahí que Maza fue un papanatas jactancioso, agresivo y vulgar, cruel e inhumano, un ebrio perenne de alcohol y de sangre, para quien lo único importante eran la venganza, la represalia y la retaliación. Un presuntuoso de la peor ralea. Pero también se piensa que es a hombres como él, a quien la Patria debe su liberación. Bravo y valeroso en cuanto combate participó, en respuesta al terror con el que los españoles intentaban desbaratar el movimiento independentista, Hermógenes Maza reaccionó con un ímpetu tal, que se vieron obligados a escribir del guerrero con relación a sus campa

Portada del libro sobre La Rueda

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Portada del libro de La Rueda , próximo a aparecer, por María Stella Perafán S in muchas vacilaciones he elegido esta portada para el libro que ya está en paciente diagramación por Jairo Troppa en Temuco, Chile. Podría haber sido alguna del maestro Augusto Rivera que ilustró La Rueda 3 o alguna de  Walter Tello,  Sin embargo, elegí, sin demerecer a los demás generosos ilustradores de los siete números de la revista, la ilustración de  María Stella Perafán que en esa época era una muchacha vital, estudiante de artes que acompañó al grupo  en sus aventuras y desventuras. La mujer de la imagen, intangible y dulce que se apoya en una vieja cama colonial y que mira soñadora al posible lector del libro de La Rueda,  da la sensación de invitación a pasar por las páginas rescatadas de los poemas y relatos que estarán en el libro .

Un poema de Martín Acosta, Chillán, Chile

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Ven, cuerpo heredero y robusto, ven eficiente, ven claro y sin miedo, copiloto de mis ganas ven y vayamos de una vez por todas a escalar esta montaña de sucesos que nos esperan y claman; ven y no te muevas ni un segundo de mi. Imitémonos y seamos el mono mayor el uno del otro. Acompáñame que sin ti simplemente no puedo. Estoy con toda la disposición de mis nervios, estoy con toda la amplitud de mis poros  recibiéndote, mis huesos firmes confabulando a nuestro favor, la sangre como cascada convergiendo el embudo que canaliza este impulso, ven que te necesito de principio a fin. Hagamos un pacto y dejémonos ser. Dame un poco más de auspicio como hasta ahora. Dame calcio, dame tejidos, dame la densidad cruda de las partículas, que sin ti no soy nada, que sin ti simplemente  no hay ninguna cabida. Ven y no te muevas de donde estás. De su libro Euforia Marín Acosta, Chillán, Chile, 1989.

Queremos tanto a Hilda. Un recuerdo de Oscar Sacanamboy de los tiempos de La Rueda

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QUEREMOS TANTO A HILDA. LOS AMORES EN LOS TIEMPOS DE LA RUEDA Oscar Sakanamboy S í, es ella, Hilda: la bella y enigmática poetisa de los años de La Rueda. ¿Qué será de su vida? La recuerdo en las reuniones del grupo, leyendo sus poemas cortos y sus cuentos intimistas. Recuerdo también su risa, su acento, su caminar cadencioso y seductor. Ella en sí, respiraba poesía. Era la diosa, la encarnación misma del poema. Había en el taller otras mujeres. Igual de jóvenes y atractivas; algunas tenían dueño. Pero sólo tenía ojos para ella. Sentía un placer infinito al sentarme en un banco, lo más cerca posible para observarla detenidamente, sentir su respiración, su aliento, sus miradas furtivas. La veía lejana e inalcanzable, y eso me producía un profundo desgarramiento interior. Cuando ella llegaba a las tertulias en la Casa de la Cultura, una grande y espaciosa casona colonial, frente al Teatro Municipal, que fungía en esa época como sede del grupo; la veía llegar sola, e

Un país deformado

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“La insurgencia de presiones brutales, la crueldad que caracterizó a esta época recientísima de nuestra historia, no habría prendido tan fragosamente sobre una nación educada, sobre un país civilizado […] La insensibilidad que se apoderó de buena parte de las antiguas clases dirigentes ante la tremenda gravedad de la violencia es también otro síntoma de la defectuosa educación, aún en las más altas jerarquías de la inteligencia. Fallaron los sistemas educativos complementarios, fallaron el hogar y la educación moral y religiosa de Colombia. Ése es un hecho histórico.” Alberto Lleras Camargo en el Tiempo, 1989. Mario Delgado U n país con una imagen de si mismo deformada produce adefesios como elegir al gran Colombiano a un personaje que junto con sus escuderos como Obdulio Gaviria, usaron y usan la mentira como una manera sistemática de gobernar. Pero más allá de hacer parte de la indignación nacional, hay que pensar a que se debe la deformación ahistórica de esa imagen; hay qu

Aparece el Nº 17 de Expreso Suroriente, el Magazín cultural.

Artículos de Guillermo Córdoba, Josefina Cano , Mario Delgado,  J esús Hoyos, el poeta brasileño Nuno Judice y de su director, Jaime Cárdenas.  Carlos Fajardo rememora el grupo de La Rueda de Popayán en el prólogo del libro sobre el grupo que pronto aparecerá.

Apartes de la vida de Andrés Caicedo, escritos por él mismo.

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Andr é s Caicedo Publicado en El Espectador, 31 mayo de 2013 ...nos dejaste huérfanos, devuélvenos la luna, la juventud, la libertad, los sueños, seguimos tu rastro maga de la noche, de mis noches sin fortuna como diría Andrés Caicedo , te buscamos en el puente, en los balcones, en los andamios de Silvia, en el jardín del cielo.  Jaime Cárdenas en Homenaje, un relato publicado en este blog. M i mamá había quedado embarazada ocho veces, pero sólo había logrado tener tres niñas y había perdido un hijo hombre, Juan Carlos, que hoy andaría por los treinta años. Mi papá deseaba otro hijo hombre. Yo creo que en ellos el coito nunca estuvo separado de la idea del embarazo. Así que nací yo, rodeado de gustos y de favores, en un hogar de ilustres apellidos pero económicamente de clase media. Dicen que pesé diez libras y era horrible, de chiquito. Lo que recuerdo de esa época tan temprana era que sólo me gustaba andar cogido de las faldas de mi mamá y hacerme d

Rumores de corrupción en el Alto Gobierno

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Ecos de la Historia Gonzalo Buenahora Agencia de Noticias Vieja Clío. Santafé de Bogotá, diciembre de 1824. Rumores de corrupción en el  Alto Gobierno E n días pasados los medios sociales y políticos de esta ciudad se vieron sacudidos por rumores de corrupción en el seno del gobierno. El nunca bien ponderado Francisco de Paula Santander, Presidente de la República de la Gran Colombia, fue acusado por la Gaceta de Cartagena, dirigida por Juan Bautista Calcaño, hombre cercano a Mariano Montilla, tradicional opositor del gobierno, de malos manejos del empréstito obtenido de la firma inglesa Goldschmidt & Co. por 4.750.00 libras esterlinas (30 millones de pesos), cifra sin precedentes.  Las imputaciones se centran en las comisiones pagadas a los agentes enviados a Londres, los señores Manuel Antonio Arrubla y Francisco Montoya y al ministro acreditado ante el gobierno inglés, Dr. Manuel José Hurtado (que se llevan el 3 %), en los términos de la negociación (un descuen

El drama de Popayán

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Por Fabio Arévalo Publicado en El Espectador, 14 de mayo de 2013 De las ciudades capitales colombianas, Popayán es la más privilegiada. Hace 200 años pintaba para ser una grande de América, por ello fue asiento de hechos trascendentales que le dieron lugar excepcional en la historia. Ha producido número envidiable de presidentes y otros tantos próceres. Hoy es víctima de su propio invento, por cuenta de quienes se consideraron amos y dueños de la ciudad, estancándola en esa historia, lastre que poco sirve a la gente. Popayán está ubicada en la zona Andina, cerca al mar Pacífico en un hermoso valle. Bañada por el río Cauca, es el punto medio entre Bogotá y Quito, con envidiable clima primaveral. A mitad de año tiene un agradable verano que calienta, pero no sofoca. Topográficamente no tiene mayores accidentes, es más bien plana, con un facilista diseño cuadriculado. Cuenta con menos de 300 mil habitantes (265.000, censo 2005). Cerca tiene el acompañamiento posmoderno de Cali y fa

Homenaje, un relato de Jaime Cárdenas en tiempos de La Rueda

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Ja ime Cárdenas HOMENAJE A l a estación del tren llegó Rafael Maya vestido de gris, impecable con la gabardina colgando de un brazo y con una pequeña maleta repujada en cuero. Cuando el silbido anunció que el tren avanzaba en su destino y empezó lentamente a dejar la estación, del bolsillo interior sacó su pañuelo y sereno se despidió del Señor Tomás Maya, de la señora Laura de Maya y de algunos condiscípulos de la Universidad del Cauca. Atrás quedaba Popayán, con sus altos balcones y sus casas blancas, con sus noches diáfanas y sus atardeceres. La pequeña ciudad viviendo el hechizo de su propio tiempo que la hacía única e inolvidable. El tren avanzaba a la conquista de las montañas de los Andes. Atrás quedaba la ciudad blanca pero Rafael Maya siempre la  llevaría r consigo y a ella habría de volver en su memoria en el transcurso de su vasta obra y de su larga existencia. Un martes de abril de 1917 cuando caía la lluvia Rafael Maya llegó a la fría Santafé de Bogotá y