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La Revista La Rueda

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Tomado de Hipermnémesis, Bogotá, Moscú, Popayán, sin editar. Por Gonzalo Buenahora Durán. E n ese mismo período fue que sucedió que yo fuera conociendo a aquellos individuos que iban a ser mis amigos durante los próximos años en Popayán, y con los que poco a poco fuimos creando una sólida amistad que desembocó en variadas aventuras y en un taller literario que tuvo como consecuencia destacable haber publicado entre 1979 y 1985 siete números de una revista que pretendía agrupar a los poetas y cuentistas de la ciudad y que se llamó, no sé por qué razón, La Rueda .  El primero de esos individuos fue José María Serrano, bibliotecario de la universidad del Cauca, que había llegado de Santa Marta, con quien nos hicimos amigos con solo mirarnos y conversar una sola vez; José María padecía una enfermedad llamada esclerodermia, apodada por el vulgo “picoeloro” y que consiste en el degeneramiento y la desaparición del colágeno en el cuerpo. La persona se torna flaca, casi un esqueleto forrado en

José María Serrano: el bibliotecario

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Carlos Fajardo, publicado en El Liberal   D esde las ocho o nueve de la mañana me sumergía en la Biblioteca Central, situada en la Facultad de Derecho de la Universidad del Cauca. Recorría los estantes de poesía o de filosofía; escogía un libro y me sentaba concentrado en su lectura llegando a las doce del mediodía, hora que cerraban la biblioteca. Retornaba en horas de la tarde y me quedaba hasta las ocho cuando se terminaba la jornada. José María Serrano, María Eugenia Mosquera   En el transcurso de todas esas horas aparecía su director, el entrañable José María Serrano Prada. Como yo era uno de los habituales lectores, me saludaba muy atento, hasta que un día no sólo me extendió aquel habitual saludo, sino que me lanzó la esperada pregunta: “¿Tú qué estudias?”. Filosofía, le respondí. “He estado como asistente en algunos de sus cursos que me interesan”, comentó. En efecto, a José María ya lo había visto en las asignaturas optativas de mi primer semestre. Me preguntó sobre mis predil

Desde la Universidad del Cauca a los macizos verdes del Sur

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Publicado en Proclama del Cauca Ecos del  Segundo Seminario Regional “Dialogando con la Historia en el Suroccidente Colombiano”.  La Universidad del Cauca llega a los territorios del departamento Santa Rosa, Cauca El Macizo y el reencuentro con la historia E l bus salió a las 7.00 de la mañana del Claustro El Carmen de la Universidad del Cauca. A medida que nos internábamos en el paisaje, descubríamos el verdor intenso de la cordillera central, que contrastaba con el azul del cielo. Sobre las faldas de las montañas, se podían ver algunas casas de adobe de las que salían agricultores a trabajar en sus cultivos de café, caña, plátano, papa y trigo. En los parajes solitarios, a medida que ascendíamos, se veían árboles de arenillo, nogal y medio comino, rodeados de pastizales extensos y de rastrojos, que parecieran sorber los valles y los montes. Aurelio Arturo, el poeta nariñense, alguna vez exclamó que Colombia era el país “donde el verde es de todos los colores”. Sin duda, el recorrido

Las memorias de Umberto Eco

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  Entrevista en La Jornada por Hans-Ulrich Obrist E l filósofo, ensayista, narrador y semiólogo Umberto Eco (Alessandria, 1932-2016) es uno de los escritores italianos más destacados después de la mitad del siglo XX, autor, entre otros títulos, de las novelas ‘ El nombre de la rosa ’ y ‘ El péndulo de Foucault ’, así como de los ensayos ‘ Obra abierta ’ y ‘ Apocalípticos e integrados ’.  La presente entrevista, hasta ahora inédita en español, ocurrió en 2015, dentro del marco de la Bienal de Arte de Venecia. En ella, el célebre narrador aborda, desde diferentes ángulos y temas, la grave crisis de la memoria –tanto pública como privada– que afronta la sociedad actual. Umberto Eco. Juan M Espinosa/EPA – Me gustaría iniciar con una pregunta sobre la memoria. Unos meses antes de publicar su último ensayo, “El fin de la cultura”, Eric Hobsbawm me insistió que “protestara contra el olvido”. Añadió que en la era digital –en la que cada vez hay más información– la memoria es necesaria, porque

Elisabeth Costello envejece

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 Mario Delgado Q uienes volvemos constantemente, sin importar los lapsos del tiempo, a los libros del escritor surafricano J.M. Coetzee, estamos familiarizados con Elisabeth Costello, su personaje literario de profunda sensibilidad que salta entre sus libros y que dice que no le interesa el amor sino la justicia. Que es una inquieta escritora que se preocupa y vive en permanente cuestionamientos por la convivencia humana con otras especies , y que con sus posturas desafiantes y francas hace reflexionar sobre la experiencia humana.  JM Coetzee, foto en The Guardian En uno de sus relatos del libro "Siete cuentos morales", la escritora pasa un tiempo de vacaciones con sus dos hijos, una hija y un hijo, que viven a grandes distancias de Brisbane, donde ella ha estado viviendo y envejeciendo. En el relato ha ajustado 72 años, y los hijos le proponen cada uno por su lado llevarla a vivir a sus respectivas ciudades. Elisabeth Costello se resiste y aunque sabe que pronto dependerá de

Oppenheimer

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  Jaime   Cárdenas M iles y miles de espectadores en todo el mundo asisten por estos días a las salas de cine donde se proyecta  la película del director Cristopher Nolan en la que se reconstruye la  vida del científico Robert Oppenheimer y su participación en la creación y lanzamiento de la bomba atómica. Sobra decir que técnicamente es impecable, que su ritmo intenso no decrece y que la actuación del protagonista no podía ser mejor, pero que, por igual, merecen reconocimiento todos los actores y actrices que participan en recrear un momento tan doloroso para la humanidad. Monumento de la Paz en Hiroshima Openheimer , nacido en New York, fue muy brillante como estudiante de Física, un cerebro privilegiado que pudo aprender holandés en quince días. Caminaba con pasos largos en el conocimiento, por ello sus maestros le sugirieron  fuera a buscar a los mejores físicos de Europa para continuar sus investigaciones. Ya la física cuántica había abierto puertas insospechadas que el joven cie