El mejor presidente
Agencia
de noticias Vieja Clío. Londres, 1959.
Gonzalo Buenahora Durán
El mejor presidente
La
agencia de noticias Vieja Clío consigna con auténtica y sentida aflicción el
fallecimiento este 20 de noviembre del Dr. Alfonso López Pumarejo, embajador
plenipotenciario de Colombia en el Reino Unido. Y es que se trata del hombre
que palabras más, palabras menos, fue el mejor presidente que ha tenido el país;
el político que buscó, de manera pudiera decirse que obsesiva, la modernización
del Estado colombiano. En pocas palabras: la “nivelación social”. Como expresó
su sucesor, Alberto Lleras Camargo, el día de su inhumación: “Cada tranco que dio
en la historia este caminante rotundo, fue invasión de pequeños feudos
fortificados.” Un mortal cuyo desempeño en la política fue “el acceso de un
hombre sin inhibiciones jurídicas o sociales, sin universidad ni disciplinas,
al penumbroso recinto donde la colonia exhalaba sus letales aromas. A cada
espolazo con que hirió la piel de la nación aletargada, siguió el mandato de la
rienda y la admonición del freno.”
Alfonso López Pumarejo ( Honda, 1886 - Londres, 1959) |
Durante ese primer gobierno, llamado con toda razón “La Revolución en marcha”, el notable estadista concibió y llevó a término un conjunto de reformas que cambiaría el país para siempre. Cada una de las innovaciones que López suscitó, produjo la reacción de los sectores más acomodados y retardatarios del país que vieron sus inmensos privilegios vulnerados.
Las
transformaciones de López Pumarejo, que provocaron la reacción no solamente del
Partido Conservador, sino de la Iglesia Católica, los acaudalados financistas, los
industriales y los terratenientes, es decir, de los poderosos, fueron -en
síntesis- las siguientes: 1) Se dio paso a una nueva concepción del Estado,
reemplazando el carácter gendarme del régimen político impuesto por Miguel
Antonio Caro y Rafael Núñez en 1886. Así, se expusieron los primeros enunciados
de lo que después se conocerá como Estado social de derecho. 2) Se aplicó la
teoría promovida por Roosevelt en EEUU., instaurando el intervencionismo de
Estado con la intención no sólo de racionalizar la economía, sino de proporcionar
protección al trabajador, estableciendo equilibrio en las relaciones
obrero-patronales. Se reconoció el derecho a huelga y se promovió la formación
de sindicatos. 3) Se instituyó la determinación de la propiedad a partir de su
función social y, entre sus efectos, se subraya el derecho del Estado para ejecutar
expropiaciones de tierras y posesiones bajo el principio de “utilidad pública”.
5) Se vigorizó el sistema tributario, obligando a las grandes empresas y a los
grandes capitalistas a contribuir en mayor proporción. Para ello se crearon los
impuestos progresivos de patrimonio y exceso de utilidades, y se introdujeron
cambios en los conceptos de “masa global hereditaria”, “asignaciones”,
“dádivas” y “donaciones”. 6) Se adquirieron los terrenos más adecuados y se
empezó a construir la Ciudad Universitaria de Bogotá, para organizar lo que se
conoce en la terminología norteamericana como “campus”, reuniendo en un solo
ambiente todas las facultades y escuelas que forman la Universidad Nacional de
Colombia, antes dispersas por toda la ciudad. Consecuentemente se dotó al ente
universitario de los recursos financieros suficientes. Se introdujo la
democratización de sus autoridades (el rector es elegido por un consejo
superior en el que tienen participación profesores y estudiantes), las libertades
académicas, la autonomía relativa, la apertura de nuevas carreras, y el
estímulo a la investigación, a los servicios sociales y a la función de
extensión, sacando el conocimiento a las plazas, las calles y las barriadas. Se
redujeron las horas de educación religiosa para dar paso a clases, las primeras
en la historia, de educación sexual, así como se otorgó en las cátedras de
filosofía la importancia antes no concedida a las teorías liberales y
naturalistas propugnadas por autores antes prohibidos por el clero como Soren Kierkegaard y Federico
Nietzsche. 7) Basándose en la norma de la función social de la propiedad, se
promovió una reforma agraria, la primera llevada a cabo en la historia del
país, que incluyó normas sobre los latifundios improductivos, la adjudicación
de baldíos, la explotación de la tierra, los derechos de arrendatarios y
colonos sobre las tierras de los patronos y las condiciones laborales óptimas
para labradores, peones y jornaleros.
Aunque
en la oración fúnebre que Alberto Lleras Camargo leyó el día de su sepelio se
decía que López Pumarejo “fue un hombre antagónico a todo lo que parece seducir
y embrujar a las grandes masas humanas, cuyos héroes suelen ser elementales”, cabe
destacar a este respecto su especial relación con los trabajadores, ya que es
considerado uno de los gobernantes colombianos con mayor respaldo en la clase
obrera, por haber sido genuino aval de sus derechos. Cabe agregar que durante
sus mandatos López Pumarejo renunció en cuatro oportunidades (1936, 1937, 1944
y 1945), y en cada ocasión se generaron enormes manifestaciones de trabajadores
para impedir su desistimiento, sin poder sortear el último que, con ocasión de
la fatal enfermedad de su esposa, fue de carácter irrevocable.
En
1942, en una elección mucho más reñida que la de 1934, López Pumarejo venció al
candidato opositor, el conservador Carlos Arango Vélez, y obtuvo un segundo
cuatrienio al frente del solio de Bolívar. Durante ese mandato, López no
consiguió reunir la fuerza suficiente para sacar adelante nuevas reformas, y
hubo de enfrentar una áspera oposición que, como es ampliamente conocido, incluyó
un cuartelazo. Además, varios escándalos pusieron en tela de juicio la
transparencia de su gobierno, puntualmente hablando las adquisiciones de bienes
del Estado [Las acciones de la Handel (futura Bavaria) y la Trilladora del
Tolima] por parte de su hijo Alfonso López Michelsen que, como es “público y
notorio”, fueron efectuadas en muy dudosas condiciones. A pesar de ello, López
Pumarejo sacó adelante una nueva reforma constitucional que entrañó la
concesión de la ciudadanía a la mujer (que instauró su libertad para manejar
bienes sin tutoría masculina, el derecho de ingresar a la universidad y la penalización
del antiguo derecho de los hombres –proveniente de la decrepitud colonial- de
asesinar a su esposa en caso de pillarla “infraganti” en adulterio), pero sin
derecho al voto ni a la elección a cargos públicos; la proscripción para los militares
de sufragar (que tal vez sea la causa inmediata del fallido golpe militar de
julio del 44) y la disminución del número de debates para la aprobación de
leyes.
Puede que Alfonso López Pumarejo haya
sido el mejor presidente de Colombia, o puede que no, pero, como lo informó
exaltado en su momento el diario El Tiempo, el hecho es que durante el lapso en
que su cadáver será expuesto al público en la Salón Elíptico del Capitolio
Nacional, de 80 a 100 personas (entre las que se destacará la presencia masiva
de las mujeres armadas con rosas y claveles rojos), pertenecientes a todas las
clases sociales, le rendirán cada diez minutos emotivo y conmovedor homenaje. Y
durante 20 horas continuas correrá incesante ese espléndido y generoso río
humano.
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