Un recuerdo de Hernán Bonilla: 4 de marzo de 1971


Publico esta remembranza de Hernán Bonilla para dar claridad al ambiente estudiantil de protesta que se vivía en Popayán. Si bien la Rueda emepezó a rodar siete u ocho años después de estos sucesos de 1971, el movimiento estudiantil persistió con el ánimo de varios del grupo.






4 de marzo de 1971

HERNÁN BONILLA HERRERA

"Me gustan los estudiantes
porque son la levadura
del pan que saldrá del horno
con toda su sabrosura
para la boca del pobre
que come con amargura.
Caramba y zamba la cosa
¡Viva la literatura!"

Violeta Parra

Los enfrentamientos no cesaban desde tempranas horas. Ese 4 de marzo, aunque lunes, no podía pintar distinto a los días que le habían precedido, y que al parecer se iniciaron no el 26 de febrero con la muerte en Cali de por lo menos once estudiantes en predios de la Universidad de Valle, sino, tal vez mucho antes, en mayo del 68 en la lejana París o tal vez en un 1° de enero de 1959 con los barbudos que en Cuba derrotaron una feroz dictadura tropical o tal vez aquel 15 de febrero de 1966 cuando en Patio Cemento (Santander) cae herido de muerte el cura Camilo, también sus inicios podrían localizarse en ese fatal 9 de octubre de 1967 en Bolivia, cuando acribillan al Guerrillero soñador, al Comandante de los ojos claros y carcajada batiente, o por qué no estos enfrentamientos pudieron iniciarse cuando a principios de ese mismo febrero en predios de las universidades Nacional de Colombia en Bogotá y de Antioquia en Medellín, con seguridad, hubo algo más de otra docena de muertos como resultado de fuertes enfrentamientos con la fuerza pública. El mal de Alzheimer que ronda la casa no podrá llevarse a su casto y silencioso nido lo allí acontecido.

Desde días antes la ciudad estaba literalmente sitiada por el ejército, decenas de soldados de la Patria se apostaban en las calles en posición de combate, el Parque de Caldas en sus cuatro esquinas estaba cercado con alambre de púas, cerco idéntico al que hemos visto en las películas de guerra y varios soldados se hallaban apostados en el suelo con sus ametralladoras apuntando hacia el resto de la ciudad y hacia las palomas y los gorriones que volaban asustadas y asustados, evidenciando el miedo bajo sus alas. El ambiente permanecía tenso, mientras que los estudiantes y su beligerancia despertaban día tras días gran simpatía entre el resto de la población y a ellos se sumaban, profesoras, profesores, periodistas, intelectuales, artistas, empleados, desempleados, madres y padres de familia, vecinos, comerciantes, estudiantes de bachillerato de casi todos los colegios, amas de casa, algunos clérigos, los hambrientos, los marginados; se les habían sumado una multitud, “las masas” que alcanzaban dimensiones de peligrosa ola de saqueos y atentados, masas que parecían calentarse bajo el fuego incandescente de la palabra nacida del Movimiento Nacional Estudiantil.

Ese lunes 4 de marzo, la asamblea popular realizada en Santo Domingo, en predios de la Universidad del Cauca, acordó realizar una marcha por toda la ciudad; mientras ésta se desarrollaba, la fuerza pública intentaba penetrar al Claustro, pero la resistencia, aunque contaba con relativamente poca gente (no más de 40), fue fuerte y durante un buen tiempo a punta de caucheras, piedras y madrazos, desde los tejados se evitó que ella ingresara. De esta manera se mantuvo por varias horas a prudente distancia a la fuerza pública, finalmente desalojaron a los combatientes cubiertos con pañuelos y se tomaron la Universidad, algunos lograron salir por alguna puerta, de alguna manera invisible. Mientras tanto los enfrentamientos se difundían como la pólvora por todas las esquinas y barrios de la ciudad. La intervención del ejército iba poco a poco adueñándose de la protesta, esquina por esquina, calle por calle, metro por metro de la Ciudad Blanca, en cuyas paredes iba quedando un enorme manchón de sangre y el número de heridos y detenidos cada minuto era mayor. Piedra, guijarros, caucheras, hondas, bolas de cristal arrojadas a los pies de la caballería, cocteles molotov, bolillo y gases lacrimógenos, sonidos de fusiles que se cargaban y descargaban en pelotón, bajo las órdenes de los sargentos, gritos, llantos, clamores, disparos, eran la agenda del día.

Ese lunes de marzo, en esa asamblea estudiantil habló con voz clara y tonos cristalinos, lo hizo en nombre de los estudiantes de bachillerato, con un discurso que tuvo que llevar por escrito por temor a que su cerebro se bloqueara, como le había acontecido en otra no lejana ocasión. Sus palabras retumbaron en todos los rincones del Centro Histórico y su eco llegó a la periferia campesina y marginal y se refirieron a obligatoriedad de tener claros los objetivos a largo plazo de la Revolución Socialista y evitar así la trampa del aventurerismo. Palabras que muchos no entendíamos, por ser nuevos fonemas, nuevos significados, nuevos imaginarios y traer con ellas posiblemente nuevos sueños con nuevos despertares; mejores o peores, no importaba, eran nuevos y olían a justicia social.

Ese fatal 4 de marzo manchó para siempre las paredes de aquel barrio de clase media, que lleva el apellido del prócer independentista Francisco José de Caldas y con ello quedaron también manchadas las paredes de la Ciudad Blanca. Ese 4 de marzo de 1971, cuando dijo lo que dijo y su decir hirió el corazón del déspota, alguien puso su nombre en una bala de fusil: “Carlos Augusto González Posso”.

Comentarios

mariodelg.blogspot.com ha dicho que…
Publico esta remembranza de Hernán Bonilla para dar claridad al ambiente estudiantil de protesta que se vivía en Popayán. Si bien la Rueda emepezó a rodar siete u ocho años después de estos sucesos de 1971, el movimiento estudiantil persistió con el ánimo de varios del grupo.
Unknown ha dicho que…
Que buena crónica de bononí, desde su monografía no había vuelto a leer nada de él, ahora taciturno antropólogo y aunque él no lo crea amigo. Gracias por por recordar viejos tiempo

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