Popayán, 1980
Piedad Bonnet
Éramos, entonces,
una generación de ojos abiertos,
de amigos no tan amigos
que hablaban de palabras recobradas
en las esquinas de la ciudad blanca
-un desmesurado parque
para gozar de la noche
y el peso del vino en la mano
para alargar el instante demasiado finito-.
Éramos, sí, un corazón en cada frase.
Golpeábamos por eso el alma de los muertos
y de los próceres viejos de la patria.
Pero también teníamos
la tristeza de saber
que las buenas conciencias
se malgastan
y se pudren en el tiempo.
Popayán, 1980
We were, then, a generation of open eyes,
not-so-friendly friends
speaking of recovered words in the corners of the white city
—an immense park to revel in the night
not-so-friendly friends
speaking of recovered words in the corners of the white city
—an immense park to revel in the night
and the weight of wine in hand to prolong the all-too-finite moment.
Yes, we were a heart in every sentence.
For that, we struck the souls of the dead
and the old leaders of the homeland.
But we also had the sadness of knowing that good consciences are wasted and rot over time.
But we also had the sadness of knowing that good consciences are wasted and rot over time.
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