Ecos de la Guerra Civil Española en la provincia colombiana




Mario Delgado Noguera



Hace tres años, estando en Barcelona, hice un viaje al sur de Francia y conocí muy cerca de la frontera, a Colliure, un hermoso y pintoresco pueblo con un imponente castillo frente al mar Mediterráneo. Además de lo hermoso de su paisaje, el pueblo es conocido porque en su cementerio está la tumba del poeta Antonio Machado. Era el aire transparente y tibio en esa primavera. El apacible cementerio bordeado por rosales inmensos tenía numerosos visitantes y la tumba del poeta estaba llena de flores, dibujos, cartas. Dicen que es una tumba viva, en continuo movimiento por los objetos con los que los visitantes se comunican con Antonio Machado. Acompañaban al poeta vecinos de Colliure y quizás varios republicanos que habían de morir en el exilio, pues sus apellidos eran catalanes y valencianos.


Antonio Machado (1875-1939)



El poeta Machado no disfrutó mucho de ese pequeño y encantador pueblo mediterráneo con sus luminosas callejas y el mar de un azul intenso. Venía herido de muerte por la huida precipitada desde Barcelona atacada por los franquistas, por el exilio y la derrota de la república española ante la mirada impávida de los ingleses y los franceses, éstos últimos que pocos años después serían atacados e invadidos por los nazis. Después de la batalla del Ebro, en Cataluña y particularmente en Barcelona, se libró la lucha final contra Franco pero antes también hubo una desastrosa guerra intestina entre quienes defendían la república. Por un lado, los comunistas apoyados desde el Kremlin, poseedores de las estructuras burocráticas y rígidas, quizá necesarias para enfrentar el organizado ejército de rebeldes de Franco apoyado por Mussolini y por las nuevas armas de guerra que Hitler quería experimentar contra la república española. Por otro lado, los trotskistas y los anarquistas, cuya revolución dentro de la república fue una manera inédita de gestionar el accionar y la defensa populares. Los anarquistas, libertarios españoles, hicieron hincapié en la cultura y la educación como instrumentos fundamentales de su proyecto emancipador y de transformación social, criticando comportamientos controlados por la iglesia católica y sus clérigos, situados al lado de la reacción.


Buñuel en el exilio mexicano. En la foto también aparece García Márquez


Más de medio siglo después, ya en el siglo XXI, en España la guerra civil es una herida que aún no sana: Baltasar Garzón está acusado de prevaricato cuando investiga los crímenes durante la guerra, los símbolos franquistas se resisten a caer, la iglesia Católica mantiene sus posiciones anacrónicas y reaccionarias en maridaje con el Partido Popular, cuya política, al igual que la del pasado gobierno de Uribe, se basa en mentir con descaro todos los días y en quitar los beneficios sociales, Cataluña se separa, la tumba de García Lorca no aparece.

Ese día primaveral en Colliure frente al mar me hizo recordar los ecos ambiguos y lejanos de la guerra civil española que llegaron a la provincia colombiana treinta años después, a Popayán concretamente, cuando en el grupo cultural La Rueda, que se nutrió de la contracultura y de las postrimerías del ambiente de protesta de los 60s, se re-descubrió a García Lorca, Antonio Machado, Rafael Alberti, Juan Ramón Jiménez, Pablo Neruda, Miguel Hernández -en las canciones de Joan Manuel Serrat-, a Luis Cernuda.

Las películas de Luis Buñuel también afilaron la sensibilidad de los miembros del grupo La Rueda, el asombro por los mundos posibles del surrealismo y la crítica al mundo burgués.

Los rastros de la contienda española y de sus voces llegaron a La Rueda de la mano de la poesía y de los versos de los poetas que apoyaron, combativos, a la República española.

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