Toma de posiciones

Salomón Kalmanovitz y William Ospina

Jaime Cárdenas

No es posible el estudio de nuestra historia, vista bajo los estrictos cánones de las ciencias sociales, sin tener en cuenta la investigación y los aportes de Salomón Kalmanovitz. Su vasta y permanente producción intelectual le confieren un lugar digno en el pensamiento colombiano.


Salomón Kalmanovitz (Fuente: Utadeo)

 

No es posible el recuento de las últimas décadas en cuanto hace a los logros en el campo de la literatura, del ensayo y el periodismo de opinión sin que se nombre a William Ospina.

En la antesala de la definición del cambio del poder político sobre la base del endeble sistema electoral de Colombia, Kalmanovitz ha anunciado que en primera vuelta votará por Fajardo y en el caso de haberla, en segunda vuelta en blanco. Por su parte, William Ospina hace varios días en un artículo de opinión hizo pública su adherencia al señor Rodolfo Hernández.

Kalmanovitz fue en su temprana juventud un militante ferviente de las corrientes trotskistas que surgieron en el país, siguiendo lo que pasaba en el movimiento revolucionario internacional, bajo la égida del ideólogo y combatiente del ejército Rojo, León Trotsky. Con el rápido reflujo de este movimiento, al igual que sucediera con los más sobresalientes como el Moir, los grupos marxistas leninistas de orientación maoísta y con el Partido Comunista, ligado a las directrices ideológicas de la extinta Unión Soviética, Kalmanovitz dejó su militancia, su lucha revolucionaria y entró a trabajar con el Estado en el Banco de la República.

William Ospina es un aventajado alumno de Estanislao Zuleta, estuvo muy cerca de él, escuchó de su maestro una crítica lucida al capitalismo y le oyó decir que el Marx que había nutrido su pensamiento político seguía vigente en buena proporción, escuchó de él sus críticas certeras e implacables en contra de la izquierda, fue testigo presencial de su combate contra los dogmas, las idealizaciones y las incoherencias ideológicas. Ospina inspiró la forma cultural de entender una nueva izquierda con su valioso ensayo La Franja Amarilla y ha sido coherente en la vida cotidiana con su pensamiento independiente.

La expresión pública de las preferencias electorales de estos dos valiosos intelectuales muestra una evidente aporía, una incoherencia. Digamos en términos esquemáticos que, los contenidos de su labor intelectual expresan un evidente cuestionamiento al discurso de la historia oficial y de la cultura oficial. Sin embargo, el pretender que el Estado sea dirigido por individuos oscuros, con conexiones detectadas, documentadas con la mafia uribista y la férula santista es una posición que no tiene una justificación ética, no puede ser entendida como un ejercicio de un derecho. Es que, en momentos en que la sociedad colombiana vive un caos, un desmorone trágico, vive hechos frente a los cuales los calificativos no alcanzan a dimensionarlos, como es el asesinato permanente de lideres sociales, de los defensores de la vida en sus múltiples expresiones, se requiere tomar posiciones.

Es largo el listado de las falencias del Pacto Histórico. Sin embargo, el peso de la balanza se inclina a su favor con creces por ser protagonista de expectativas razonables de transformación social. Por ese misterio de la vida colectiva y sus luchas la suma de las partes es superada por la totalidad del fenómeno. Allí está un pueblo que llega en ocasiones al límite de la resistencia, de la valentía, para ser francamente heroico. Están los sindicatos y el hombre y la mujer de la calle, las organizaciones ecologistas, de género, LGTB, étnicas, hay gente como Cepeda o Tobón, o como Javier y Magdalena, peleando incansables día a día con sus mensajes en las calles, están la oficinista, el joven empresario, el vago y el ñero, los presos políticos, la insurgencia, personas de pensamiento político tradicional hastiados de la podredumbre, los jóvenes sin futuro, el viejo gaitanista que ya no oye pero sabe cómo ha sido esta historia y está el viejo luchador del M-19, está Pachón y los labriegos de Cumbal o los pescadores de la Guajira; en fin está Colombia, una totalidad que supera un nombre, que debe hacer valer su triunfo, un hecho irreversible. Por eso, no puede haber vacilaciones.

Brecht en un hermoso escrito recuerda que el Buda no quiso responder ante las nutridas exigencias de quién advertido de que su casa está en llamas pone toda clase de pretextos para salir. Brecht termina diciendo que no hay mucho que decir a quienes, frente a los bombardeos del capitalismo, a quienes se les muestra el camino para sacudirse de sus torturadores preguntan, cómo se resolverá esta cosa y la otra y qué pasará con sus alcancías y sus trajes de fiesta.

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