Richard Shoemaker, el gringo de la facultad de Salud de la Universidad del Cauca





Mario Delgado-Noguera




Richard Shoemaker

R
ichard Shoemaker nunca planeó vivir en Colombia. Nació en Pennsylvania, creció rodeado de inviernos gélidos y las estructuras de la salud pública estadounidense. Veterano de la guerra de Vietnam, fue llevado casi a la fuerza como aquel vasto número de jóvenes que se resistía a esa guerra imperialista. Quizás habría terminado en alguna universidad de la Ivy League, investigando enfermedades desde un despacho con aire acondicionado, pero el destino lo llevó a un pediatra en Estados Unidos que le habló de Cali, de la Universidad del Valle, de los cambios y la calidad de los profesores de esa época en la ciudad tropical, en el suroccidente colombiano. Y fue así, sin grandes planes ni premeditaciones, como Shoemaker terminó estudiando Medicina en dicha universidad en la movida década de los setentas. Un 'gringo' en Cali, entre el calor, los árboles de mangos, la bohemia del añejo barrio san Antonio, donde vivió con sus nueve gatos, y el bullicio de una ciudad que en aquel entonces era un epicentro académico del país.

Desde el inicio, su compromiso no solo era la clínica, sino también la salud pública, la epidemiología y la bioestadística de la que fue un cultor. No se conformaba con tratar pacientes; quería entender las razones detrás de las enfermedades, las cifras que revelaban desigualdades, los patrones ocultos en los datos. Se formó con rigor, con disciplina, y muy pronto se convirtió en un referente. Su estilo de enseñanza era exigente, directo, estructurado. No era un profesor que pasara por alto los errores. Mario Delgado Noguera, su colega, compañero de proyectos y coautor, recuerda que muchas de las páginas de 'Fundamentos de Epidemiología' nacieron de las notas de sus clases, de los debates con los colegas, de los proyectos que emprendían en de redes de salud, medicina basada en la evidencia y salud pública como INCLEN, EHAS (Con el profesor Álvaro Rendón) y Cochrane.

Shoemaker fue un profesor exigente. Sus alumnos lo recordaban como el tipo que quería que sus alumnos se interesaran por los números en los programas de la Facultad de Salud. A veces se desesperaba y echaba imprecaciones en su idioma materno. Pero aquellos que lograban superar su rigor se convertirían en médicos con una visión más crítica y estructurada de la epidemiología. Algunos, como José Andrés Calvache, han destacado en el campo, llevando consigo la impronta de su enseñanza.

En Popayán, en la Universidad del Cauca, desempeño su labor desde 1998 hasta 2008. Fue asiduo de las comunidades indígenas de Guambía, donde fue amigo los Misak. Ahí, con los médicos internos que hacía su pasantía rural, entendió que la salud pública no es solo números ni modelos bioestadísticos, sino prácticas, cultura, confianza. Con su esposa, Doris Duque, enfermera, formó una familia (Sus hijos Oliver y Alex), amistades y un equipo de trabajo. Juntos, fueron fundamentales en la construcción del Hospital Mamá Dominga, un proyecto que no habría sido posible sin la voluntad política del expresidente de Colombia, Ernesto Samper (1994-1998), pero sobre todo con la convicción de que la salud pública se construye en el terreno, entendiendo necesidades, resolviendo problemas, construyendo soluciones. No todo fue fácil. Su permanencia en la Universidad del Cauca fue marcada por contradicciones filosóficas y políticas con los directivos del Departamento de Medicina Social. Nunca alcanzó la planta docente, siendo un profesor temporal hasta el final de su trabajo en la Universidad. Quizás porque no era del tipo que se acomodaba a los esquemas preestablecidos. Publicó en diversas revistas locales e internacionales, aunque su impacto no dependió de un índice de citaciones, sino de la transformación que generó en sus estudiantes y colegas.

Shoemaker trabajó después en el Hospital de Veteranos en Boston, pero su vida estaba en Colombia. Fue especialista en Medicina Interna, epidemiólogo con formación en el Walter Reed Army Medical Center de Washington DC.

El 18 de marzo de 2025, Richard Shoemaker murió en Popayán. Las redes sociales y en los pasillos de la Universidad, se llenaron de mensajes de despedida: "Un maravilloso maestro", "Muy completo el profe", "Los que fuimos sus alumnos fuimos afortunados". No han sido solo palabras vacías.

Lo recordamos con su perenne gorra de béisbol, su indumentaria de jipi, su mochila indígena terciada. La enseñanza de Shoemaker trascendió los salones de clase, quedó en los libros y artículos publicados, en su apasionamiento por la lectura, en los hospitales, en las mentes de quienes comprendieron que la epidemiología no es solo una disciplina, sino una responsabilidad. Su historia es la de un extranjero que encontró su hogar en Colombia, que dedicó su vida a la salud de los más vulnerables, que dejó un legado en cada cifra analizada, en cada estudiante que aprendió a mirar más allá de los datos, en cada comunidad que vio mejorar sus condiciones gracias a su trabajo.



***

Eduardo Rosero, profesor jubilado de lingüística, de la Universidad del Cauca, gran compañero de Richard escribió y puso música a eta zamba


Zamba para Richard


Letra y música: Eduardo Rosero Pantoja


A la memoria de Richard Shoemaker, médico epidemiólogo,
nacido en Pennsylvania (1958) y fallecido en Popayán(2025).


Zamba que Richard,
no pudo escuchar,
porque se fue,
al más allá.

O al más acá,
a húmeda tierra,
para no ver,
nunca otra guerra.

Siendo muy joven,
marchó a Vietnam,
de donde pudo,
vivo escapar.

Fue fiel testigo,
de la crueldad,
con que los gringos,
fueron allá.

En Baden-Baden,
fue a curar,
su cuerpo y mente,
de todo mal.


Interludio


Médico fue,
de profesión,
y un filántropo,
de vocación.

Ayer no más,
hace treinta años,
subimos juntos,
a La Campana.

Él ayudaba
a los nativos,
a los guambianos,
un tanto esquivos.

Les construyó,
el hospital,
Mamá Dominga,
a todo dar.

Una emisora
y una farmacia,
dieron remate
a esa gracia.

Interludio

En Popayán,
él construyó,
una mansión,
donde vivió.


Hecha de guadua,
de la más bella,
esa que mira,
a las estrellas.

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