Convivir con el volcán Puracé



Convivir con los volcanes

Felipe Solarte Nates



Tantos años viviendo en Popayán y me vengo a enterar, que, en sus alrededores, fuera del Puracé y Sotará, hay otros volcanes a los que debemos conocer para aprender a convivir con sus despertares.

El pasado 19 de enero, a partir de las 11 de la noche, una emisión de cenizas cubrió tierras y techos de viviendas cercanas al cráter. Los vientos, caprichosos, llevaron ese fino polvillo blanco y de olor azufrado hasta el parque Caldas y otros sectores de Popayán. Las calles y los vehículos amanecieron pintados de blanco, como si el famoso “día de los Blancos” hubiera regresado dos semanas después de la Fiesta de Reyes.

Inicialmente, se pensó que la ceniza provenía del volcán Puracé. Sin embargo, técnicos del Servicio Geológico Colombiano confirmaron que su origen fue el Curiquinga, uno de los 14 volcanes que forman el “Sistema Volcánico de los Coconucos”. Este sistema, ubicado en un tramo de 7 kilómetros al sur del Puracé, incluye nombres indígenas como Piocolló, Amancay, Paletará y Machángara, calambás, Killa, Piki, Quintín,Chaka, Pan de Azúcar, Pucará, Gomeles, Iscuandé, Chagartón. Estos volcanes, con paisajes arenosos y llenos de historia, se encuentran en el Parque Nacional Natural Puracé, hogar de fumarolas y fuentes termales que hoy son aprovechadas para el turismo. El nombre de  Machángara era el antiguo nombre del aeropuerto de Popayán, antes de ser rebautizado como se hace hasta el cansancio como Guillermo Valencia.

La historia de estos volcanes es fascinante. Desde 1559 se han registrado erupciones, y escritores como Roberto Blake White y Arcesio Aragón han documentado sus impactos. Blake White, en su relato de 1903, describe una peligrosa ascensión al volcán, llena de lodazales azufrados y suelos calientes, mientras que Aragón, en 1937, retrata el miedo poético de los payaneses ante la potencia destructiva del Puracé. "Una excursión al Puracé" de Enrique Uribe White, escrito en 1935, cuenta la expedición de un grupo de selectos científicos de la época que, amantes del peligro y las ciencias naturales, tuvieron la fortuna de apreciar el cráter del volcán iluminados por un rayo de sol”.
  


La editorial Universidad del Cauca en 2020 reeditó el libro de Germán Puerta, donde se encuentran estos asombrosos relatos, lo mismo que la tragedia del 26 de mayo de 1949 que marcó un antes y un después pues 17 estudiantes del Liceo de la Universidad del Cauca perdieron la vida cerca del cráter del Puracé durante una repentina erupción. Desde entonces, hasta enero de 2025, no se había registrado una emisión de cenizas que afectara a comunidades vecinas y llegara hasta Popayán.

De 1937 el texto de Arcesio Aragón ‘El Puracé y sus leyendas’  muestra el patético y poético miedo payanés por la potencia destructiva del vecino gigante. Aragón hace un recuento de los terremotos que han sacudido a Popayán y demuestra el error de ilustres personajes del siglo XIX al creer que la ciudad podría ser arrasada por lava como Pompeya; retoma fragmentos de escritos de Ángel y Rufino José Cuervo y del presbítero Mariano del Campo Larrahondo, quienes vivieron en los tiempos en que la nieve todavía cubría el cono del volcán.

Esta reciente actividad volcánica no solo ha impactado la salud de las personas, sino también el ganado, los criaderos de trucha y los cultivos de fresa en la zona. Además, ha generado inquietud entre campesinos, indígenas y habitantes de poblaciones cercanas. Popayán, ubicada a 30 kilómetros en línea recta del Puracé, también está en alerta para evitar pérdidas de vidas y de bienes, especialmente en el área inmediata al cráter de los volcanes (5 kilómetros) tanto por los flujos piroclásticos que en piedras de distintos tamaños descienden incandescentes, tanto por la acumulación de cenizas sobre tierras y techos de edificaciones, como por la lluvia ácida producida por el gas sulfuroso con el agua, y por desbordamientos de quebradas nacidas en la cadena volcánica. Estas quebradas desembocan en los ríos Cauca, que atraviesa la ciudad de Popayán, y el Rioblanco.

Expertos como el director de la UNGRD, Carlos Carrillo, han visitado la zona para evaluar los riesgos y coordinar acciones. Entre los principales peligros están los flujos piroclásticos, la acumulación de cenizas, la lluvia ácida y los desbordamientos de quebradas que alimentan el río Cauca que ponen en riesgo a barrios construidos en áreas de playa.

Ante esta situación, el Servicio Geológico Colombiano, la UNGRD, las guardias indígena y campesina, la Cruz Roja, la Defensa Civil y otras entidades han activado un sistema de monitoreo y prevención. Se han realizado reuniones informativas en Puracé, Popayán y otras localidades cercanas, con el objetivo de enseñar a las comunidades cómo actuar antes, durante y después de estos fenómenos naturales.

Esta situación también ha llevado a reflexionar sobre la importancia de incluir estos factores de riesgo en la actualización del Plan de Ordenamiento Territorial (POT) que adelanta la Alcaldía Municipal. Convivir con los volcanes no es solo una necesidad, sino una oportunidad para fortalecer nuestra resiliencia como comunidad.


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