Leo Dan

 

Leo Dan

Javier Apráez



El pasado 1 de enero me desperté con la triste noticia de la partida de Leo Dan. El locutor que informó el suceso se lamentaba profundamente, y su voz, habitualmente profesional, dejó entrever el peso de su tristeza. Entre las evocaciones compartidas, una frase destacó: “Ha partido uno de los máximos exponentes de la balada romántica, el poeta del amor de la canción popular latinoamericana”. Aunque inicialmente me pareció una afirmación exagerada, quizá motivada por la emoción del momento, pronto comprendí la magnitud del legado de un artista cuya obra acompañó a generaciones.




Leo Dan (Foto: IG @leodanoficial)


La noticia me tomó por sorpresa; de súbito, esas canciones me devolvieron a la infancia en Pasto, al momento cuando ya había sido impregnado por el virus de la música y jugueteaba con algunos pocos acordes básicos en la guitarrita de juguete que me habían regalado. Por ese entonces, la radio era el medio que nos acercaba al resto del país, y fuera de él también, porque queriendo emular una de las tantas enseñanzas de mi padre, se había despertado en mí la afición de sintonizar emisoras de onda corta en un radio Philips de tubos que aún conservo. Entre mis emisoras favoritas que sintonizaba con mayor facilidad preferiblemente en el horario de la noche dada su reconocida potencia y menor interferencia, era Radio Zaracay, emisora familiar para los nariñenses, que emitía su programación musical y sus renombrados saludos de complacencias desde Santo Domingo de los Colorados en la provincia de Santo Domingo de Tsáchilas en el hermano país. Esta emisora, como otras locales, sin duda ejercieron en mí un papel preponderante en la conformación de mis gustos y preferencias musicales, acercándome por primera vez a los pasillos y albazos ecuatorianos, a los boleros, rancheras, tangos y toda la variada música colombiana, desde pasillos, pasando por bambucos, pasajes, joropos llaneros, hasta la música de nuestro caribe colombiano

La emisión radial continuó con una selección de sus los temas más conocidos de Leo Dan, parte de un repertorio que abarca más de 50 años de trayectoria y más de 2000 composiciones, muchas convertidas en éxitos indiscutibles en toda América Latina. Al escuchar "La conocí un domingo", la primera canción que lo lanzó al estrellato alcanzando en ese momento un éxito desbordante, no solo de Argentina su país de origen, sino también, por toda Latinoamérica. Seguramente en el viejo aparato Phillips, escuché "Fanny", “Jamás podré olvidar”, "Cómo te extraño mi amor", "La conocí un domingo", "Te he prometido", "Mary es mi amor", "Santiago querido".

En la atmósfera sonora de mi juventud, la balada romántica emergió como un género que transformó corazones y gustos. Leo Dan, cuyo verdadero nombre es Leopoldo Dante, quien había iniciado su carrera musical en 1963 cuando el cantante contaba con tan solo 18 años, fue parte de esta oleada que moldeó una sensibilidad compartida en el continente. Su voz, con la característica “erre” arrastrada de su región natal, aportó autenticidad a su interpretación. Aunque no poseía la potencia de otros cantantes de la época, su tono melodioso y su estilo sencillo lo hicieron accesible y cercano. Según los biógrafos, nació en el seno de una familia humilde; cuentan que a los cinco años ya traveseaba con una armónica y una flauta de juguete, a los diez años pudo adquirir su primera guitarra y a los diez y seis empezaba a escribir sus primeras canciones en un cuadernito que le había regalado su madre, motivado principalmente por su abuelo italiano quien tocaba el acordeón por las calles de Villa de Atamisqui el poblado donde había nacido. A Leo Dan lo apodaban el “León de la Pampa”.

Las letras de Leo Dan, sus baladas románticas, marcadas por una narración directa, relataban romances cotidianos, anhelos y desencantos con una sinceridad que conectaba con el público. La comprensión de estas historias de amor inocente y la capacidad de crear melodías inolvidables impulsaron su popularidad. Fue también un reflejo del contexto de su época, donde novelas rosa y baladas alimentaban el imaginario romántico de los jóvenes, configurando lo que Jesús Martín Barbero ha denominado “una sensibilidad común latinoamericana”. Estos nuevos géneros emergieron en el medio bajo la influencia del rock and roll surgido en los Estados Unidos, en especial por Elvis Presley durante la mitad de los años cincuenta, reforzado luego por cantantes como el canadiense Paul Anka y el estadounidense Neil Sekada principalmente, provocaron un nuevo movimiento musical que se vino a consolidar con el surgimiento de los Beatles en Inglaterra.

Este nuevo movimiento musical, pronto llegaría a competir en sintonía con la música que tradicionalmente habíamos venido escuchando por nuestras emisoras locales, es así que los discos del nuevo género pronto fueron parte importante de nuestras fonotecas familiares. En Europa, el fenómeno había sido igual de impactante surgiendo cantantes baladistas de renombre que fueron bien recibidos en nuestro medio, entonces fue cuando empezamos a conocer, escuchar y entonar canciones de Raphael, Charles Aznavour, Hervé Vilard, Doménico Modugno, Adamo, Nicola Di Bari, Nino Bravo, Cecilia, Manuel Alejandro, Luisito Rey, Massiel, Ana Belén, Marisol, Gigliola Cinquetti, Mari Trini, Rocío Dúrcal, Miguel Bosé, Julio Iglesias, Camilo Sesto, José Luis Perales, Manolo Otero, Manolo Galván, Paloma San Basilio, grupo Mocedades, Joan Manuel Serrat (quien merece un capítulo aparte por la calidad poética de sus letras y música, de quien realmente me apasionaría más tarde), y toda otra cantidad de cantantes baladistas españoles, italianos y franceses surgidos en los famosos festivales de ese entonces como Eurovisión o San Remo principalmente, trampolines que les brindarían la oportunidad para llegar al mercado discográfico latinoamericano.

México y Argentina lideraron el desarrollo de la balada romántica gracias a sus industrias discográficas. En Argentina, Leo Dan compartió protagonismo con Palito Ortega, Sandro y otros, mientras que en Brasil, Roberto Carlos y Nelson Ned conquistaban audiencias. En Colombia, voces como Harold, Oscar Golden y Vicky enriquecieron la escena local. La popularidad del género traspasó fronteras, y grupos musicales también se sumaron a la interpretación de baladas, ampliando su alcance.

Leo Dan también dejó huella en el cine, protagonizando películas en Argentina y México y aportando la música de "Te he prometido" al film "Roma" de Alfonso Cuarón. A pesar de no contar con estrategias modernas de marketing, logró vender más de 40 millones de discos, alcanzando un Grammy Latino a la Excelencia. La gran mayoría de las canciones de este cantante argentino nacido en la provincia gaucha de Santiago del Estero, fueron éxitos que invadieron en su momento las programaciones radiales en muchas emisoras del continente, no en vano logró la venta de cerca de más de 40 millones de copias durante las casi seis décadas en las que se dedicó a componer y divulgar sus canciones, lo que lo llevó a ser reconocido con el premio Grammy Latino a la Excelencia, retribuyéndole de alguna manera las inmensas ganancias con que se vieron beneficiadas las disqueras que le grabaron sus setenta discos. En 1980, Leo Dan graba un disco de vallenatos, aunque no tuvo la difusión que se esperaba, se popularidad se hizo aún más notoria en nuestro medio.

Casi todas sus canciones de Leo Dan hablan del amor o del desamor, tenía la capacidad innata para enaltecer a través de letras sencillas, diáfanas y hasta superficiales, esos romances inocentes provincianos, historias cotidianas de amores sutiles que surgían a primera vista, narrando o cantando los desatinos, las desilusiones y desencantos, los anhelos y añoranzas que brotaban de su romántica imaginación. Sus letras no son complicadas, podríamos decir que son asequibles para el gran público que las escucha, sin duda no tuvieron la calidad literaria y poética de composiciones como las de Serrat o la de otros contados cantautores, pero lograron quedarse rondando en el imaginario popular de una gran cantidad de seguidores y no seguidores; sus canciones han marcado una huella imperecedera en la memoria y en el corazón de quienes se sintieron identificados con ellas. 

Leo Dan no tuvo la potencia de la voz de un Nino Bravo, de un Raphael, de un José José, sin embargo, su voz es melodiosa y expresiva caracterizada por esa “erre” arrastrada muy propia de los habitantes de la zona central y este de la Argentina lo cual le imprime un sello particular, (similar a los folcloristas de esas zonas), que, a mi modo de ver, refuerza ese toque especial de identidad popular propia de la gente humilde del campo. Adicionalmente, el registro “normal” de su voz permitía que sus canciones fueran asequibles para quienes las quieran cantar lo que también pudo favorecer su aceptación.

El mundo de la música no olvida a quienes traducen emociones universales en melodías simples pero perdurables. Leo Dan pertenece a esta estirpe. Su inspiración, forjada en las vivencias de su niñez y su herencia familiar, nos dejó un legado que seguirá vibrando en las guitarras y corazones de muchas generaciones por venir. 

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