Entradas

El hombre que fue río: José Eustacio Rivera

Imagen
EL HOMBRE QUE FUE RÍO José Eustacio Rivera S oy un grávido río. Siempre he sido eso: un río que copia paisajes, un río nostálgico que canturrea por la voz del oleaje las canciones de la selva de donde vengo, de la entraña selvática donde nací. Golpeo suavemente contra las rocas y hago una espuma menuda y liviana. El sol gusta de mi espuma y se pone a navegar en ella perseguido por un águila y yo gusto del sol y del águila. A veces asombro los altos montes que me rodean, que se pierden en las nubes, con la vorágine de mi trueno y el turbión de mis aguas; pero más tarde me aquieto, me dulcifico en remanso a la orilla de los guaduales, me purifico a la sombra de las plataneras, y espero el abrazo de la noche. No temo el frío porque habrá una estrella que me acompañe, que me caliente mientras boga en mis aguas. José Eustacio Rivera Siempre he sido río. Un río que da de beber y de pescar, que corre y se detiene y vuelve a correr y a detenerse. Sí, siempre he sido río por vocación. Y por tr

Un viento de libertad

Imagen
 UN VIENTO DE LIBERTAD Jaime Cárdenas L as palabras que utilizó Jesucristo para comunicarse con las gentes de su época influyeron en la relación tan fuerte que se estableció con ellas hasta el fin de sus días. Contrario a la tradición anterior, (salvo El Cantar de los Cantares), y posterior de su credo, la comunicación se establece con un lenguaje que viene a ser único por su riqueza en imágenes, en alusiones y representaciones conceptuales. No es arbitrario afirmar que había un poeta sin poemas en Jesucristo, como lo hubo en el Che. Es posible que influyera su formación en la India en su primera juventud, tal como diversos historiadores afirman tuvo lugar, de tal manera que su viaje de aprendizaje a esas tierras determinaría un particular uso del lenguaje para trasmitir su pensamiento y su gran sensibilidad. La India para ese entonces ya había producido grandes obras de la literatura y venía con una notable tradición poética. Detalle de la Pietá Cuando se lee a Tagore, el premio n

Natalia Ginzburg

Imagen
  M i encuentro con Natalia Ginzburg fue afortunado. Había comprado uno de sus libros de la editorial Lumen en una de las múltiples ferias de libro a las que asistí siendo editor de la Universidad del Cauca antes de la pandemia. Después, encontré “Todos nuestros ayeres”, “Las pequeñas virtudes” y “Léxico familiar” que son los libros entrañables de la autora sobre las relaciones familiares que he leído con fruición. Ahora espero seguir con su libro de pequeñas historias “Este domingo”, pequeños escritos sobre la gente común del norte de Italia. Esa irónica manera de escribir sobre lo cotidiano y lo universal al mismo tiempo, su encanto para describir las virtudes y defectos de los personajes, las angustias, los silencios, los secretos de la Segunda Guerra Mundial y las posteriores cicatrices en su país, las persecuciones, el hambre y el frío sufridos a causa del fascismo, generan sentimientos de empatía e invitan a reflexionar sobre estos apartes de la historia, así como sobre las com

Al mes de la emergencia de Rosas, Cauca

Imagen
  Crónica de un viaje por la variante Peaje El Mango-Rosas, Cauca Mario Delgado Noguera C orrí con suerte o hice el ejercicio mental de pensar que si salía temprano de Remolino (Nariño) toparía con una cola larga de vehículos en el peaje de El Mango, lugar de la Panamericana (Ruta 25, según Google maps ) donde se desprende el carreteable, por no decir trocha, al municipio de La Sierra, en el Cauca. Así que salí hacia el norte sin prisa, a mediodía. La fila era corta, como lo había previsto, y solo esperé un cuarto de hora para que se iniciará el viaje de una caravana de vehículos en el sentido sur-norte. Le pregunté a un conductor de un pequeño tanquero de gasolina que había conversado con un policía sobre qué le había dicho sobre el estado de la vía. Me dijo que estaba transitable. Los demás agentes, tres o cuatro, se encontraban chateando y con cara de pocos amigos. Me correspondió ir detrás del mencionado vehículo y como hacía tiempo seco había mucho polvo que por momentos nublaba

El Club de los cínicos

Imagen
  Jaime Cárdenas Cuando matan a Gaitán, la turba enceguecida, -tal fue el humillante calificativo que desde el gobierno de Ospina Pérez le impuso a la reacción del pueblo liberal bogotano ante la muerte violenta de su dirigente-, un grupo de manifestantes se dirigió a la sede donde se editaba el periódico conservador El Siglo y la incendió.  Pronto la edificación y lo que ella significaba para el imaginario colectivo de los liberales de esa época ardió en llamas. La policía, un sector de la policía, alcanzó a apoyar el levantamiento, pero faltó dirección y fue imposible llegar a Palacio donde el ejército y los francotiradores dispararon contra un pueblo indefenso, masacrándolo. Al día siguiente los cadáveres tirados en las calles del centro era el paisaje desolador del centro de la más antigua democracia de América. Gustavo Petro   Tantos inviernos se han sucedido que la sangre se ha lavado y hoy la memoria del luctuoso suceso tiende a desdibujarse.  Al preguntar a las nuevas generacio

Popayán: educar ciudadanos, buena inversión

Imagen
  Mario Delgado Noguera E n las vacaciones de las universidades, nuestra ciudad parece darse un respiro. Varios han partido a sus hogares, en otras ciudades y pueblos del suroccidente colombiano. Las calles de la Pamba, el Centro Histórico, el Morro, la vía de Pomona están más despejadas, los pequeños restaurantes y negocios yacen somnolientos esperando el regreso de los universitarios y es entonces, cuando la ciudad parece más amplia y se puede escuchar por momentos algo del necesario y quieto silencio con el que se puede ayudar a la memoria a viajar hacia los ecos históricos de una ciudad que se precia de serlo; se puede entonces caminar por las calles con más tranquilidad y observar, pasar mirando, lo que acontece y el deterioro palpable de esos sitios donde se dice preservar la memoria de la nación.   Si, al igual que los domingos por la mañana o en los tiempos de la restricción horaria por la pandemia, esa parte urbana importante para de Popayán y para Colombia, parece ser la mism

La Rueda en PopayánCiudadLibro 2022

Imagen
Mario Delgado Noguera L a Rueda ha vuelto a estar en las conversaciones y en la vida cultural de Popayán. A raíz de la invitación que nos ha hecho el director de la feria del libro de Popayán, Diego Roman Konrad, en su versión 2022, a un conservatorio en el marco de la feria, algunos de los integrantes del legendario grupo cultural de finales de los 70 e inicios de los 80, retornamos a recordar la música, los libros, las fotos, las anécdotas, los vuelos poéticos, las vivencias de esa época que marcó nuestra vidas y nuestros sentires. Este es el enlace del conversatorio en PopayánCiudadLibro2022 . Para el conservatorio me he propuesto recordar la  Página Literaria del diario El Liberal , un entusiasta y parece que irrepetible proyecto del Mono Mendoza en el medio payanés. Me he asombrado de sus conocimientos de crítica del cine para su caso, un excepcional joven amante del cine. Crónica de la Pagina Literaria de El Liberal, 2 noviembre 2022   Ricardo León Paz, Tololón, ha hecho un prog

Nuevamente el río

Imagen
Jaime Cárdenas E s el inicio del verano y el cielo es de un azul intenso, no hay nubes y el sol desde temprano da generosamente su energía a la vida. Vuelvo a navegar por el río Putumayo, caudaloso, profundo. En Puerto Asís ha dejado atrás su vertiginosas caídas y ahora con su ritmo ancestral y sus aguas sagradas va al encuentro del padre amazonas, sereno e impetuoso. Vuelvo a este río del pasado, un encuentro memorable. Fue como encontrar a un viejo amigo al que no se ha visto por un largo tiempo, un afecto imperecedero. Nos lo han dicho los orientales con su sabiduría milenaria, y los descendientes de quienes cruzaron el estrecho de Bering y poblaron nuestra América: formamos una unidad con el universo, somos naturaleza. Es que las jerarquizaciones agreden a la vida, somos bosques, ríos, animales.  La tierra, nuestra gran casa acoge como madre protectora a todos sus hijos. Río Putumayo   Bajo un sol de fuego la pequeña embarcación se va internando en la llanura amazónica, respira

La Página Literaria del diario El Liberal de Popayán, en los años ochenta

Imagen
  Mario Delgado Noguera E n los años 70 en Colombia, hubo un fuerte  movimiento estudiantil  en la mayoría de las universidades  que conmovía los gobiernos universitarios y cuestionaba el papel de la universidad en la sociedad. Ese fragor llegó a la adormilada ciudad andina de Popayán, en el suroccidente de Colombia, e influyó en los universitarios que llegaban de distintos rincones del país. Colombia, despertaba poco a poco después de esa alianza de los partidos Liberal y Conservador, un contubernio político excluyente llamado el   Frente Nacional  que tendría graves consecuencias a largo plazo en el violento conflicto interno y crónico que aun no termina. En Latinoamérica, estaban vívidos la experiencia de la   Revolución Cubana   y la injerencia y sabotaje de los Estados Unidos en el gobierno de la Alianza popular de Salvador Allende en   Chile   y en las dictaduras de Argentina, Brasil y Uruguay.   Los tiempos del grupo cultural La Rueda estuvieron situados en la época del gobierno

Dos poemas de Hilda Restrepo en La Rueda 3

Imagen
  Mario Delgado Noguera Ilustración de Augusto Rivera en La Rueda 3 H ilda Restrepo era en los tiempos de La Rueda una juiciosa estudiante de Derecho. Sin embargo tenía cercanía a las letras. Junto a esa facultad estaba la biblioteca central de la universidad donde éramos asiduos visitantes.  Hilda era amiga cercana de Óscar Sakanamboy; hablaban de arte, poesía, jazz y literatura en los parques de la ciudad universitaria.  Por supuesto, para encontrarse con ella y los demás, para un tinto o para mamar gallo, llegábamos al parque Caldas desde las facultades. No había celulares y los fijos eran un lujo. Empleábamos Telecom para llamar a las casas o para enviar telegramas.  En julio de 1980, apareció el tercer número de la revista de La Rueda. Allí se publicaron estos dos poemas: A mé de pronto  su piel morena y quise mezclarla  con el tinto tibio que tomaba. Lo bebí p a u s a d a m e n t e  sintiéndolo en cada sorbo y qué dulzura de miel se quedó en los labios. PALABRAS V enían a mí r

Popayán creció y no cabe en la ropa

Imagen
Felipe Solarte Nates U n municipio y una ciudad , qué sin lograrlo, desde hace más de 50 años han intentado convertirla en un auténtico centro universitario, turístico y polo de desarrollo del Valle de Pubenza que abarca a los municipios vecinos, desde donde por la violencia y pobreza han emigrado a rebuscarse miles de habitantes de los nuevos barrios, y con cuyas alcaldías no están asociadas para coordinar proyectos de desarrollo regional que los beneficien a todos. Un municipio con precarias vías rurales, que se mantiene con una mediana economía de servicios y algunos empleos creados por pequeñas empresas, entidades públicas y privadas, tiendas, talleres de barrio y almacenes de cadena, beneficiados también por el dinero proveniente del narcotráfico que aceita la economía.   Puente para el ferrocarril que unía Popayán con Cali, sobre el río Piendamó Una ciudad que desde hace 20 años no actualiza el Plan de Ordenamiento Territorial Municipal, ( POT ) y, según “la ley” de los urbaniza

Un recuerdo con Paco Ibáñez

Imagen
 Mario Delgado E n tiempos de La Rueda, finales de los 70s e inicio de los 80s, tiempos iniciáticos para sus integrantes por el descubrimiento de la cultura en sus múltiples matices, de acercamientos a la pintura, la música, la literatura y la historia. Recuerdo que Óscar Sakanamboy había estudiado pintura en Cali y el movimiento de los impresionistas franceses era motivo de nuestras conversaciones alrededor de los largos tintos en el café Alcazar, en la esquina del movimiento, la esquina mas bullente de las cuatro en el centro de Popayán. Después de los tintos se pasaba quizás a una media de aguardiente caucano o para más movilidad, a una peripatética botella de vino para esperar la noche y el resto de amigos y luego beberla por los parques en los atardeceres pasmosos de la ciudad.  En la música, además del entusiasmo que despertaba en los ánimos juveniles las canciones de Joan Manuel Serrat , estaba la voz profunda del español Paco Ibáñez que acompañado de su guitarra musicalizaba p