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Hablando de elecciones y traiciones (Designación rectoral en la Universidad Nacional de Colombia)

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Por Jaime Cárdenas Sobre el proceso de designación rectoral en la Universidad Nacional de Colombia J osé Ismael Peña, un ingeniero con especialización en gestión de proyectos, - hoy somos muy pocos los que no somos especializados en proyectos-, fue electo rector de la universidad Nacional. Esperábamos que lo fuera Leopoldo Múnera , un abogado muy querido por la comunidad universitaria que había ganado la consulta entre estudiantes y profesores. El poeta Juan Manuel Roca, doctor honoris causa de la Nacional en un homenaje a Múnera , resaltó su capacidad crítica, su altura humana, su vocación libertaria. Son más de treinta años de docencia, durante todo este tiempo el profesor Leopoldo Múnera ha enseñado a pensar, con altura, con rigor intelectual y con ética, todo lo cual le ha granjeado el respeto y el aprecio de los que esperaban que fuera el rector. Salió elegido el señor de los proyectos en una votación que se hizo por el consejo superior de la universidad en secreto. Se sabía

Sin novedad en el frente

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El actor Felix Kammerer en la película Sin Novedad en el frente (2022)   Sin novedad en el frente Felipe Solarte Nates. S obre el pegajoso barro sanguinolento camina un soldado, se detiene ante un cadáver, arranca su placa de identificación, revisa su chaqueta, la billetera con algún retrato de familia y empieza a quitarle las prendas militares. La dobla y suma al paquete obtenido de otros caídos en combate. Al final de su jornada, las comprime en fardos, que serán llevados a piscinas llenas de espumoso jabón donde mujeres les ablandarán el barro y la sangre antes de limpiarlas, secarlas, volverlas a arrumar para que en otro camión sean llevadas a un taller de modistería, dónde más mujeres pedalean en sus máquinas de coser para remendarlos y taparles los huecos por donde entraron y salieron las balas. Terminada esta labor de nuevo serán empacados con destino a los centros de reclutamiento, donde, a veces por descuido de las costureras, conservan el nombre de los muertos. Reclutas ent

Los abuelos de Saramago

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Jaime Cárdenas C uenta José Saramago que siendo niño vivió en el campo con sus abuelos, les ayudaba en sus faenas, cortaba leña, sacaba agua del molino; que cuando hacía mucho frío sus abuelos, campesinos que vivían de criar y vender cerdos, llevaban a su cama a las crías, las abrigaban dándoles su calor humano y el de sus frazadas, que lo hacían defendiendo su pan, allá en Azinhaga en Portugal. Cuenta también que en las noches de verano su abuelo lo llevaba al pie de un árbol de higuera y allí dormían, y que él se arrullaba con las historias de su abuelo. Balint Zsako Recordó estas cosas de su infancia en su discurso , cuando se le otorgó el premio Nobel. En ese inolvidable escrito catalogó a su abuelo como el hombre más sabio que había conocido y dijo que este abuelo sabio no sabía ni leer ni escribir. Se llamaba Jerónimo Melrinho y su esposa, también analfabeta, se llamaba Josefa Caixinha a quien evoca en su gran riqueza humana y por su belleza en su juventud. Los recordó con gra

Tiempos recios en Guatemala

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Mario Delgado-Noguera A unque muchos lo critican por sus posturas políticas y económicas en sus columnas y opiniones, -Le gusta la economía de mercado y es afín al neoliberalismo-, hay pocas dudas de que el nobel Mario Vargas Llosa es un escritor que se ha mantenido fiel a esa mítica tarea conjunta que se propusieron los escritores del Boom de desentrañar la historia de Latinoamérica en su complejidad y crueldad de sus dictaduras, la injerencia soterrada de los Estados Unidos en su soberanía y en las pesadas herencias del colonialismo español y portugués. En el contexto de la reciente contienda electoral en Guatemala, las novelas de Mario Vargas Llosa, "La fiesta del chivo" y "Tiempos recios", cuyas tramas y personajes se entrelazan, generan una inquietante reflexión sobre la política y la historia latinoamericana a la vez que hacen que nuestra mirada haga un necesario flashback hacia las conspiraciones que han sucedido en nuestro hemisferio. El actual presidente gu

La calle de los encuentros ( Un relato optimista)

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  La calle de los encuentros   Mario Delgado   La calle de los encuentros. O de los desencuentros. Estaba en el centro de la ciudad, en el Centro Histórico protegido como patrimonio cultural de la nación. A los clásicos habitantes de la ciudad blanca les gustaba esa calle aunque en ocasiones la evitaran. Allí estaban los variados cafés, algunos contaban con el desayuno común de los colombianos: café, huevos en sus diferentes tipos de preparación y el acompañante que varía según las regiones: pan, arepa, pan de yuca, pandebono, almojábana, arepa e huevo. Otros, más sofisticados, ofrecían capuchinos, machiatos, croissants o tortas, y algunos para gente alternativa, menjurjes de frutas y verduras, sanos, caros y digestivos; solo unos pocos ofrecían algo para leer. El Centro Histórico, de paredes blancas y los hermosos techos de teja española, había atravesado una crisis habitacional que se empezaba a remediar con algunas viejas casonas convertidas en hostales para los gringos y

El mal menor ( Un relato electoral)

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  El mal menor A Rafael Albán Mario Delgado Noguera E sa tarde por el firmamento de la ciudad blanca pasaban algunas nubes parsimoniosas que contrastaban con la agitación que se aposentaba en el Teatro Obrero. Eran cielos tranquilos que hacían pensar que la vida puede transcurrir fácilmente. Pero no, la decisión era difícil y definitiva, como elegir entre la vida y la muerte. La cuestión era apoyar al candidato que proponía desarrollar un proceso de paz con la guerrilla aunque fuera un conspicuo representante de la plutocracia dinástica colombiana y sus gobiernos de corte neoliberal, o no hacer nada y dejar pasar al representante de la casta terrateniente, de los narcotraficantes y los cristianos fundamentalistas. La misma disyuntiva se presentaría unos años después con un plebiscito que no debió ser, que en exceso de legitimidad se llevó a cabo sin una adecuada dirección y con un exceso de confianza.. La guerrilla más antigua del continente, había nacido sesenta o setenta años atrás

Emma&Emily

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Mario Delgado Noguera "Es el silencio lo que nos da miedo. En una voz hay rescate. El silencio es lo infinito sin cara." ED D e la obra de Emily Dickinson (1830-1886) varios de mi generación fuimos admiradores y parece que esa admiración por su obra misteriosa, lírica e íntima, se había extendido pues Editorial Norma en su colección Cara y Cruz, publicó un libro en 1991 donde sus poemas estaban acompañados de los de Walt Whitman y William Carlos Williams, traducidos por el antioqueño José Manuel Arango. En 1994, la Editorial Universidad de Antioquia, publicó "En mi flor me he escondido" del mismo traductor, en una edición cuidada, bilingüe, en un formato pequeño. De nuestra generación cercana, sabía que Orietta Lozano y quizás Hilda Restrepo, cultivaban su lectura. El escritor Álvaro Rodríguez, escribe algo sobre ella en los Cuadernos de Poesía de Colcultura en 1981. Santiago Mutis escribe la introducción al libro de editorial Norma. Según el prologuista del libro

La Revista La Rueda

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Tomado de Hipermnémesis, Bogotá, Moscú, Popayán, sin editar. Por Gonzalo Buenahora Durán. E n ese mismo período fue que sucedió que yo fuera conociendo a aquellos individuos que iban a ser mis amigos durante los próximos años en Popayán, y con los que poco a poco fuimos creando una sólida amistad que desembocó en variadas aventuras y en un taller literario que tuvo como consecuencia destacable haber publicado entre 1979 y 1985 siete números de una revista que pretendía agrupar a los poetas y cuentistas de la ciudad y que se llamó, no sé por qué razón, La Rueda .  El primero de esos individuos fue José María Serrano, bibliotecario de la universidad del Cauca, que había llegado de Santa Marta, con quien nos hicimos amigos con solo mirarnos y conversar una sola vez; José María padecía una enfermedad llamada esclerodermia, apodada por el vulgo “picoeloro” y que consiste en el degeneramiento y la desaparición del colágeno en el cuerpo. La persona se torna flaca, casi un esqueleto forrado en

José María Serrano, el bibliotecario

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Carlos Fajardo, publicado en El Liberal   D esde las ocho o nueve de la mañana me sumergía en la Biblioteca Central, situada en la Facultad de Derecho de la Universidad del Cauca. Recorría los estantes de poesía o de filosofía; escogía un libro y me sentaba concentrado en su lectura llegando a las doce del mediodía, hora que cerraban la biblioteca. Retornaba en horas de la tarde y me quedaba hasta las ocho cuando se terminaba la jornada. José María Serrano, María Eugenia Mosquera   En el transcurso de todas esas horas aparecía su director, el entrañable José María Serrano Prada. Como yo era uno de los habituales lectores, me saludaba muy atento, hasta que un día no sólo me extendió aquel habitual saludo, sino que me lanzó la esperada pregunta: “¿Tú qué estudias?”. Filosofía, le respondí. “He estado como asistente en algunos de sus cursos que me interesan”, comentó. En efecto, a José María ya lo había visto en las asignaturas optativas de mi primer semestre. Me preguntó sobre mis predil

Desde la Universidad del Cauca a los macizos verdes del Sur

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Publicado en Proclama del Cauca Ecos del  Segundo Seminario Regional “Dialogando con la Historia en el Suroccidente Colombiano”.  La Universidad del Cauca llega a los territorios del departamento Santa Rosa, Cauca El Macizo y el reencuentro con la historia E l bus salió a las 7.00 de la mañana del Claustro El Carmen de la Universidad del Cauca. A medida que nos internábamos en el paisaje, descubríamos el verdor intenso de la cordillera central, que contrastaba con el azul del cielo. Sobre las faldas de las montañas, se podían ver algunas casas de adobe de las que salían agricultores a trabajar en sus cultivos de café, caña, plátano, papa y trigo. En los parajes solitarios, a medida que ascendíamos, se veían árboles de arenillo, nogal y medio comino, rodeados de pastizales extensos y de rastrojos, que parecieran sorber los valles y los montes. Aurelio Arturo, el poeta nariñense, alguna vez exclamó que Colombia era el país “donde el verde es de todos los colores”. Sin duda, el recorrido