Emma&Emily


Mario Delgado Noguera

"Es el silencio lo que nos da miedo.
En una voz hay rescate.
El silencio es lo infinito sin cara."

ED

De la obra de Emily Dickinson (1830-1886) varios de mi generación fuimos admiradores y parece que esa admiración por su obra misteriosa, lírica e íntima, se había extendido pues Editorial Norma en su colección Cara y Cruz, publicó un libro en 1991 donde sus poemas estaban acompañados de los de Walt Whitman y William Carlos Williams, traducidos por el antioqueño José Manuel Arango. En 1994, la Editorial Universidad de Antioquia, publicó "En mi flor me he escondido" del mismo traductor, en una edición cuidada, bilingüe, en un formato pequeño. De nuestra generación cercana, sabía que Orietta Lozano y quizás Hilda Restrepo, cultivaban su lectura. El escritor Álvaro Rodríguez, escribe algo sobre ella en los Cuadernos de Poesía de Colcultura en 1981. Santiago Mutis escribe la introducción al libro de editorial Norma.

Según el prologuista del libro de la universidad de Antioquia, los versos de Emily Dickinson, fueron "escritos en cuadernos que ella cosía con sus manos y guardaba en un baúl. Solo cinco o seis de ellos aparecieron publicados en forma anónima, antes de su muerte". Fue llamada "extraña creatura" por el crítico Thomas Wentworth Higginson, con el que mantenía correspondencia y quien así relató su visita a la casa de Emily: "Se oyeron en el vestíbulo unos pasos rápidos como de niño, y entró suavemente una mujer menuda y sencilla...Vestía un traje de pique blanco, muy simple y de exquisita limpieza, y un chal de malla azul. Se acercó a mi llevando dos lirios, que con ademán infantil me puso en la mano, diciendo en voz baja y casi sin aliento: Estos son los que me presentan."

Resurge esta figura endeble y delicada de Emily Dickinson con la obra teatral escrita por Guillermo Borrero y Mónica Chamorro, Emma&Emily que se presentó en Popayán en el marco del III Festival de Artes Escénicas, una iniciativa que se destaca para que la cultura que proviene del mundo del teatro se extienda en una ciudad que necesita alicientes para vivir más allá de su tráfico trágico y caótico y del tráfago de las redes sociales que dan cuenta de eventos ramplones y de la violencia que esta imperando en el Cauca.

Loable la idea de unir y escribir sobre el aislamiento obligado por la Pandemia por el SarsCov2 y la reclusión voluntaria de Emily Dickinson en su casa de Nueva Inglaterra. Una notable curiosidad de los autores por indagar la vida y las fantasías durante la Pandemia. Podría parecer un anacronismo traer de vuelta a Emily, pero se sabe que la frescura de sus poemas son como una brisa de alivio. Distanciadas temporalmente pero unidas en su aislamiento, una profesora de literatura, Emma, y la poetisa, que llega sorpresivamente a su apartamento, exploran sus vidas y ansiedades con la muerte siempre presente. La acción se desarrolla en medio del encierro por la pandemia, en ese lugar. La relación que se establece entre ellas lleva a Emma a sopesar sus conflictos familiares, a una especie de catarsis. Para el espectador vuelven entonces los días de la pandemia, los ambientes opresivos, con los hábitos comunes que fuimos adquiriendo forzadamente (La desinfección, los domicilios, las llamadas inquietantes...), las obsesiones y el pasado y el miedo no compartido ni expresado ante lo que pasaba afuera: un conocido que muere, el sonido de las ambulancias, las noticias terribles de la mortalidad en la época prevacunal, el silencio especial de la quietud del planeta. Imagino la sonrisa conmiserativa de los autores cuando escribían sobre Emma y sus peripecias cotidianas en ese tiempo raro.


Las actrices Laura Gonzales (Emma) y Laura Mosquera (Emily)

La puesta en escena por el colectivo Extravío, dirigido por José Raúl Ordoñez, se destaca por lograr que la fantasía baje a las tablas (Un mobiliario escueto y apropiado: teléfonos, libros, botellas de vino y computador portátil) y por la prodigiosa memoria de la actriz que carga con la mayoría de los diálogos de la puesta en escena, Laura Gonzáles. La obra posee una armazón larga en dos actos, quizá podría reducirse, pasar a tres actos y evitar lo superfluo pero que es poco, realmente. Aunque lo conciso es el signo de estos tiempos. Echo de menos también acciones teatrales para comprometer al público, haciéndolo más partícipe, al estilo del maestro Enrique Buenaventura.

La imaginación de los autores ha dado lugar a narrar en la forma teatral, el silencio, la poesía y la soledad. Salí del Teatro Guillermo Valencia, con la impresión de que es bueno conocer en el teatro y la literatura de la historia y las historias de esa época particular, -la pandemia-, que rápidamente se ha hecho pasado. 





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